Nuestra Iglesia

Una multitud se congregó a celebrar los 40 años de la Virgen de San Nicolás

Como todos los 25 de septiembre, la localidad bonaerense de San Nicolás de los Arroyos recibió a los devotos de la Virgen patrona de la ciudad, que llegaron para honrarla, agradecerle y suplicarle

Como todos los 25 de septiembre, la localidad bonaerense de San Nicolás de los Arroyos recibió a los devotos de la Virgen patrona de la ciudad, que llegaron para honrarla, agradecerle y suplicarle en coincidencia con los festejos centrales, que se iniciaron a medianoche con el lema “Gracias Madre por entregarnos tu corazón en esta tierra bendita”.

Según información del obispado, se calcula que más de 500 mil personas estuvieron en el Santuario María del Rosario de San Nicolás para honrar a la Virgen en el 40° aniversario de su primera aparición.

Los miles de jóvenes que salieron a pie desde distintas provincias llegaron entrada la noche para participar de la peregrinación de antorchas desde la catedral de San Nicolás.

La fiesta mariana generó filas de más de un kilómetro de espera para ingresar al enorme templo levantado en torno a “el campito” donde Gladys Quiroga de Motta tuvo contacto con la Virgen María.

A las 15 tuvo lugar la procesión con la imagen de la Virgen y de San Nicolás, seguida de la celebración eucarística central, que fue presidida por el obispo, monseñor Hugo Santiago, y concelebrada por los presbíteros Luis Prieto, Juan Cruz Alimena, Javier Fortunato, Nelson Calderón y Gustavo Salse.

En su homilía, el obispo señaló que uno de los aspectos del corazón de María es su solidaridad, su visión del bien común: “María es una mujer empática, sabe percibir la necesidad, ponerse en el lugar del otro y hacer un gesto. María se da cuenta de lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos y con su actitud nos indica el camino: darnos cuenta de lo que necesita el hermano y hacer un gesto”.

Con el bien común como clave, citó una frase clásica de la doctrina católica que dice: “para salario de gloria no hay trabajo grande”, animando a no medir los esfuerzos para vivir como cristianos cultivando el amor social que tuvo María, que es el que nos hace felices: “Tener sentido de bien común apasiona y lograrlo da alegría”.

Por eso, propuso como consigna “compartir en vez de saquear”. “Los tiempos que vienen piden comprometernos juntos en el trabajo por la justicia y el bien común. Si no sabemos regenerar el trabajo con solidaridad y no tenemos una visión de bien común, si no tenemos la empatía que tuvo la Virgen María para con su prima Isabel, la gente marginada no podrá reintegrarse a una vida digna, y como la injusticia trae violencia, tendremos ambientes más violentos y más inseguros que los actuales”, lamentó.

En ese sentido, declaró que “es tiempo de una opción por el bien común que promueva la dignidad humana, una solidaridad que no sea crear dadivas clientelistas, lo cual no es solidaridad sino egoísmo; necesitamos una solidaridad capaz de crear trabajo digno, porque a nadie le gusta recibir en limosna lo que puede ganar con sus manos. Es tiempo de darle sentido social al capital”.

A su vez, advirtió que “no tiene sentido acumular egoístamente porque con la muerte, que puede venir en cualquier momento para cualquiera, nadie se podrá llevar nada material; conviene pedir a Dios el regalo de creer en su Reino, donde los que acumularon egoístamente y saquearon la casa común serán los últimos, serán juzgados y tendrán que restituir, mientras que los que teniendo más capacidad y recursos tuvieron una visión de bien común, serán los primeros y serán recompensados por Dios que tiene hambre y sed de justicia”.

Como programa de vida, animó a “tomar la espiritualidad de común unión que nos propuso el Papa san Juan Pablo II al inicio de este tercer milenio; espiritualidad que se vive desde cuatro consignas: ver en el rostro del hermano el misterio trinitario; considerar al hermano como uno que me pertenece; considerar el don del otro como un don para mí y dar lugar al hermano”.

Por último, llamó a pedir a María la gracia de “construir una casa común donde todos sean cobijados y vivan dignamente”. “Para eso tenemos que tener el espíritu de María y partir sin demora a ayudar a los que nos necesitan. ¡Viva nuestra Madre! ¡Viva la Virgen del Rosario de San Nicolás!”, concluyó.

Fuente
Aica
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