La fe reclama obediencia, no ciega, sino al Testigo veraz. Cómo no creer en Aquel que puede, sin embargo no es fácil. Hay que razonar y descubrir este misterio. Lo descubrió Naamán el sirio, con la ayuda de sus siervos.
Lo descubrieron los diez leprosos, al ver el poder de Jesús en tantaos milagros. Lo descubrió San Pablo, aún cuando esta fe le pedía el sacrificio de la propia vida, porque conoció el Amor.
Naamán volvió agradecido al profeta y encontró plenitud de vida. De los leprosos, solo uno, el más humilde, volvió a alabar al Señor y consiguió un milagro mayor, la sanidad de su alma.
San Pablo, desde la cruz de sus sufrimientos, se vuelve al amor de su vida y lo abraza agradecido, seguro del triunfo.
Obediencia de fe y gratitud a Aquel en quien se cree, los dos elementos de la verdadera sanidad integral del hombre.
Santa Misa para los impedidos de participar