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Te Deum 9 de Julio: Construir entre todos, una patria de hermanos

Un nuevo 9 de Julio en que los argentinos celebramos nuestra independencia, un nuevo Te Deum que nos invita en esta oportunidad a ser servidores, a dialogar y recordar el significado de la palabra “Patria”.

Pasadas las 9:30 h dio inicio el Solemne Te Deum del 9 de Julio en la Catedral San Rafael Arcángel. El mismo fue presidido por Mons. Fray Carlos María Domínguez, obispo diocesano.

Entre las autoridades presentes se destacó la presencia del intendente municipal Emir Félix y el presidente del Concejo Deliberante de San Rafael, Paulo Campi. Además las banderas de la Policía de Mendoza, Instituto Universitario de Seguridad Pública, Policía Federal, Servicio Penitenciario, Gendarmería Nacional, Federación Gaucha de Mendoza Delegación San Rafael y Asociación Sanmartiniana dijeron presente.

Foto gentileza: Facundo Sardi

Monseñor centró su mensaje en la “Oración a la Patria” . Queridos hermanos: La oración que muchas veces elevamos al Señor por nuestra Patria nos puede servir de marco de reflexión en este nuevo aniversario de la Independencia de nuestra querida Nación Argentina. Lo que en ella pedimos es compromiso implícito de nuestro afán de consolidar aún más los pilares que nos hacen libres”, comenzó diciendo.

Foto gentileza: Facundo Sardi

“Nuestras malas elecciones nos han herido y la tarea de tener que levantarnos cientos de veces nos agobia. Por eso, al reconocernos así, le pedimos al Señor que seas Él el buen samaritano que cure y vende nuestras heridas”, agregó.

Foto gentileza: Facundo Sardi

“Resuenan sus palabras que nos invitan: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). Y hoy venimos a poner en su presencia nuestras heridas y cansancios; las heridas de tantos hermanos de nuestra Patria a quienes aprieta el dolor y el cansancio. Dejamos en su corazón nuestras tristezas y desesperanzas y todas aquellas situaciones de marginación y exclusión”

“Necesitamos de su fortaleza, aquella que viene de lo Alto y que nos renueva. Necesitamos de su Espíritu que es gozo que enjuga las lágrimas; descanso en nuestro esfuerzo”.

Además, el obispo pidió ser colaboradores unos con otros. “El compromiso por el bien común consistirá en desterrar de nosotros toda actitud egoísta e individualista. El bien común será el resultado de la cooperación de las personas y fuente de deberes de todos los ciudadanos”.

Foto gentileza: Facundo Sardi

“Necesitamos la valentía de elegir lo que debemos hacer y la mirada para ver a los demás como nuestros hermanos y no como competidores y enemigos”, agregó.

“Necesitamos la capacidad para superar los resentimientos y el pensamiento único; de aprender a dialogar, reconociendo con apertura y tolerancia lo que hay de bueno y verdadero en opiniones distintas a las nuestras. Debemos abrirnos al encuentro con todos y así lograr una Patria de hermanos donde los que gobiernan sean servidores y el pueblo, protagonista y escuchado”.

“Que la esperanza que viene de Dios nos produzca la alegría de saber que Él está con nosotros. Es la esperanza propia de los peregrinos y que orienta nuestras acciones por el Reino. Que ella dilate nuestros corazones  y nos proteja del desaliento”, pidió Monseñor.

Foto gentileza: Facundo Sardi

“Queremos responder al llamado del Señor. Queremos sentirnos cercanos a nuestra Madre. Queremos aceptar la invitación de cantar y caminar. Queremos cantar, como hacen los caminantes, para aliviar la fatiga del camino. Queremos cantar el cántico nuevo que cantan aquellos que tienen la vida de Jesús y que viven de Él. Queremos caminar por el camino del bien en el compromiso de construir, entre todos, una patria de hermanos”, concluyó.

 

Homilía completa

Queridos hermanos:

La oración que muchas veces elevamos al Señor por nuestra Patria nos puede servir de marco de reflexión en este nuevo aniversario de la Independencia de nuestra querida Nación Argentina. Lo que en ella pedimos es compromiso implícito de nuestro afán de consolidar aún más los pilares que nos hacen libres.

 

 

JESUCRISTO, SEÑOR DE LA HISTORIA, TE NECESITAMOS

NOS SENTIMOS HERIDOS Y AGOBIADOS.

PRECISAMOS TU ALIVIO Y FORTALEZA.

QUEREMOS SER NACIÓN

UNA NACIÓN CUYA IDENTIDAD SEA LA PASIÓN POR LA VERDAD

Y EL COMPROMISO POR EL BIEN COMÚN

DANOS LA VALENTÍA DE LA LIBERTAD DE LOS HIJOS DE DIOS PARA AMAR A TODOS SIN EXCLUIR A NADIE

PRIVILEGIANDO A LOS POBRES

PERDONANDO A LOS QUE NOS OFENDEN, ABORRECIENDO EL ODIO Y CONSTRUYENDO LA PAZ

CONCEDENOS LA SABIDURÍA DEL DIÁLOGO

Y LA ALEGRÍA DE LA ESPERANZA QUE NO DEFRAUDA

TÚ NOS CONVOCAS. AQUÍ ESTAMOS, SEÑOR, CERCANOS A MARÍA, QUE DESDE LUJÁN NOS DICE: ¡ARGENTINA! ¡CANTA Y CAMINA!

 

 

Reconocemos a Jesús como el Señor del tiempo y de la historia. Señor de la historia por su nacimiento y por su muerte y resurrección; por su nueva presencia a partir de Pentecostés. Porque nos da la certeza de que la historia, nuestra historia personal y como nación, con su presencia salvadora, se convierte en historia de salvación. Porque sabemos que la salvación no se ha realizado al margen de la historia.

 

Reconocemos nuestra pobreza y lo confesamos como fuente de todos los bienes. Por eso lo necesitamos. Lo necesitamos para que la fuerza de su Espíritu derrame su dinamismo en nuestra historia y en la historia de nuestro país. Porque sin su Espíritu perdemos la verdadera fuerza, el empuje del amor que nos lanza hacia delante.

 

Nuestra capacidad de elegir y las consecuencias del pecado hacen que muchas veces digamos que no. Esto nos permite vivir una historia donde podemos caer y levantarnos, retroceder y volver a avanzar. Y esto que es valioso, muchas veces es lo que explica tantas injusticias, tanta violencia, tanta incertidumbre y tanto dolor.

 

Nuestras malas elecciones nos han herido y la tarea de tener que levantarnos cientos de veces nos agobia. Por eso, al reconocernos así, le pedimos al Señor que sea Él el buen samaritano que cure y vende nuestras heridas.

 

Resuenan sus palabras que nos invitan: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). Y hoy venimos a poner en su presencia nuestras heridas y cansancios; las heridas de tantos hermanos de nuestra Patria a quienes aprieta el dolor y el cansancio. Dejamos en su corazón nuestras tristezas y desesperanzas y todas aquellas situaciones de marginación y exclusión

 

Necesitamos de su fortaleza, aquella que viene de lo Alto y que nos renueva. Necesitamos de su Espíritu que es gozo que enjuga las lágrimas; descanso en nuestro esfuerzo. 

 

La nación es una comunidad de personas que comparten muchos bienes, pero sobre todo una historia, una cultura y un destino común. Nuestra fe nos invita a redescubrir la originalidad del mensaje de Jesús sobre nuestra historia como camino personal y comunitario con origen, sentido y plenitud final en Dios.

 

Sabemos que debemos pasar del deseo de ser nación al compromiso de la construcción de la nación que queremos. Somos los protagonistas y debemos comprometernos a ello.

 

La pasión por la verdad deberá superar la mentira y los engaños. Pasión por la verdad sobre la dignidad humana de la vida desde el momento mismo de la concepción hasta la muerte natural. Pasión por la verdad de la familia como escuela de vida y de amor que eduque para superar el egoísmo y el manejo de las personas y de todo aquello que viole su verdad, su vocación y misión. Sin verdad y sin bien agonizamos entre el amor y la muerte.

 

El compromiso por el bien común consistirá en desterrar de nosotros toda actitud egoísta e individualista. El bien común será el resultado de la cooperación de las personas y fuente de deberes de todos los ciudadanos.

 

Debemos desterrar de nuestras vidas la cultura del “no te metás”; de “hacé la tuya”. Necesitamos los oídos y los ojos de Jesús para que podamos escuchar y ver las interpelaciones de tantos hermanos que buscan y necesitan una respuesta solidaria de parte nuestra.

 

Necesitamos de la libertad que nos alcanzó Jesús desde la cruz. Porque para ser libres nos liberó de la servidumbre que esclaviza pero no del servicio que se presta por amor. Porque sólo en el amor se realiza la verdadera libertad. Necesitamos la valentía de elegir lo que debemos hacer y la mirada para ver a los demás como nuestros hermanos y no como competidores y enemigos.

 

Debemos ejercitar la capacidad de descubrir en el rostro sufriente de los pobres el rostro del Señor: rostros desfigurados por el hambre; rostros desilusionados por la política; rostros humillados por pertenecer a una cultura no respetada y despreciada; rostros atemorizados por la violencia diaria e indiscriminada; rostros angustiados de los chicos abandonados; rostros sufridos de mujeres humilladas y postergadas; rostros cansados de los migrantes; rostros envejecidos por el trabajo de quienes no tienen lo mínimo para vivir dignamente; rostros de jóvenes víctimas de empobrecimiento y de la marginación; de la falta de empleo y del subempleo; de una educación que no responde a las exigencias de sus vidas, del narcotráfico.

 

Necesitamos la capacidad para superar los resentimientos y el pensamiento único; de aprender a dialogar, reconociendo con apertura y tolerancia lo que hay de bueno y verdadero en opiniones distintas a las nuestras. Que, con nuestras ansias de búsqueda y autenticidad, y con una mirada desprejuiciada, podamos ser constructores de diálogo y testigos de la verdad. Debemos abrirnos al encuentro con todos y así lograr una Patria de hermanos donde los que gobiernan sean servidores y el pueblo, protagonista y escuchado.

 

Que la esperanza que viene de Dios nos produzca la alegría de saber que Él está con nosotros. Es la esperanza propia de los peregrinos y que orienta nuestras acciones por el Reino. Que ella dilate nuestros corazones y nos proteja del desaliento. 

 

Queremos responder al llamado del Señor. Queremos sentirnos cercanos a nuestra Madre. Queremos aceptar la invitación de cantar y caminar. Queremos cantar, como hacen los caminantes, para aliviar la fatiga del camino. Queremos cantar el cántico nuevo que cantan aquellos que tiene la vida de Jesús y que viven de Él. Queremos caminar por el camino del bien en el compromiso de construir, entre todos, una patria de hermanos.

Foto de portada: gentileza Max Belaeff

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