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Mons. Mazzitelli: “Sigamos las huellas de aquel que quiso abrazar las nuestras”

En la celebración del Domingo de Ramos, Mons. Marcelo Mazzitelli, invitó a vivir la Semana Santa. “Somos salvados porque somos amados, no estamos ante un recuerdo histórico sino ante la presencia de un misterio que se hace invitación a caminar con Jesús, dejándonos abrazar por el don de su vida”, expresó.

Homilía completa

Queridos hermanos y hermanas, comenzamos el camino cuaresmal invitados a volver a lo esencial. Volver a Dios significó enfrentarnos a la propia verdad, a crecer en el encuentro orante con el Señor, a ser solidarios con los que sufren y los que son invisibilizados hoy por la sociedad, a abrazar la belleza de la austeridad, a celebrar la fiesta de la reconciliación, donde somos recreados por un amor fiel. 

Peregrinamos en la cuaresma con la serena alegría que despierta la esperanza de la Pascua. Llegamos hoy después de este camino de purificación a las puertas de la celebración de la Pascua del Señor, misterio de nuestra fe, iniciando la Semana Santa. Vale que miremos hacia atrás y nos preguntemos cómo hemos vivido la cuaresma, pero sobre todo estamos llamados a mirar el horizonte pascual con el corazón abierto al asombro por la revelación del misterio del amor de Dios que tanto amó al mundo que nos ha entregado a su Hijo Amado.

En este Domingo de Ramos iniciamos nuestra celebración, conmemorando la alegría de un pueblo que recibe al profeta, al Señor. Corazones emocionados por experimentar una esperanza cumplida, alegría mutada en perplejidad que llegará al abandono de aquel que supieron exaltar. Nos relata la pasión que una multitud quedó contemplando al Crucificado, a la distancia una voz resonó en medio del dramatismo del momento <<Padre perdónalos porque no saben lo que hacen>>. Un perdón como canto del amor doliente y fiel al Padre y a nosotros, como un ícono que va revelando su belleza. 

 

Esta semana va desplegando el único misterio en la muerte y resurrección del Señor. No somos espectadores, sino protagonistas siendo discípulos del Señor en cada celebración en la misa de la cena del Señor, en la acción litúrgica de la pasión de Jesús. En el canto alegre de la Vigilia Pascual está el misterio entero y cuando decimos misterio decimos aquello inefable que nos desborda con su presencia, que nos conduce al abrazo de Dios, que nos ama en la palabra proclamada.

Contemplamos el tercer cántico del siervo en Isaías, canto realizado en la persona de Jesús. Él es quien vive a la escucha en el cumplimiento de la palabra del Padre, Él es el enviado para consolar al pueblo de Dios, para abrazar al fatigado. Es quien atravesando el sufrimiento pone su confianza en Dios, fortalecido en el dolor por la esperanza.

Queridos hermanos, queridas hermanas, somos discípulos misioneros: nuestra vida está signada por un seguimiento que implica la comunión de vida. 

El Señor, el Resucitado, salió a nuestro encuentro, sigámoslo en sus sentimientos, entregados a la escucha de la palabra, que el silencio sea ese campo fecundo donde el Señor se hace presente, que en Él seamos testigos de la misericordia, llevando el consuelo donde el dolor llama con grito ahogado, sea cuales fueran las situaciones que llevamos en nuestra vida y en nuestra comunidad. 

Confiemos que Dios está, que actúa. Nada queda fuera de su amor, Él nos sana y su mirada fiel llama la fidelidad. En estos sentimientos sumerjámonos, en esta semana, en ese maravilloso misterio que anuncia la promesa cumplida.

El apóstol Pablo asume ese maravilloso himno cristiano en la carta a los filipenses, es un canto a la humildad que se convierte en desafío para toda nuestra comunidad. Para nosotros no hay otro camino que conduzca al Padre que no sea el mismo que recorrió Jesús en su abajamiento, por el que fue exaltado. 

¿Qué caminos estamos recorriendo en nuestra vida y en nuestra comunidad diocesana? En nuestras comunidades parroquiales solo tendremos vida en abundancia cuando decidamos recorrer lo amado por Jesús, lo andado por Él. Quien siendo Dios se hizo servidor, quien por obediencia aceptó la cruz por amor.

El relato proclamado de la pasión nos convoca a no ser espectadores de un drama sino a ser protagonistas en la historia de salvación, que la infinita bondad de nuestro buen Dios ha querido escribir con los hombres, con nosotros. 

Somos salvados porque somos amados, no estamos ante un recuerdo histórico sino ante la presencia de un misterio que se hace invitación a caminar con Jesús, dejándonos abrazar por el don de su vida. 

El relato de la pasión concluye con el silencio de una tumba pero sabemos que en ese silencio nació el canto de la vida nueva. 

Queridos hermanos, escuchemos esos silencios sedientos de vida en nosotros, en nuestra comunidad diocesana, en nuestra sociedad, en nuestro doliente país desgarrado por enfrentamientos y violencias. 

Vamos con el Señor a la cruz, haciendo de nuestras vidas vida para los demás, agradecidos por el amor que emanó de ella, por esa vida nueva que solamente Dios puede realizar. 

Sigamos las huellas de aquel que quiso abrazar las nuestras. En este año jubilar que estamos celebrando, renovemos nuestra esperanza. Esa esperanza que no defrauda. 

Queridos hermanos, comenzando la cuaresma invité a contemplar el pasaje del evangelio del ciego de Jericó, un grito al costado del camino pidiendo piedad: <<Jesús, hijo de David, ten piedad de mí>>. ¡Cuántos gritos en nuestros corazones, cuánta llamada del Señor!  Siempre me asombró en ese texto que ante la evidencia de lo que tenía que hacer Jesús, Jesús hace una pregunta ¿qué quieres que haga por ti? así invité a comenzar la cuaresma, a que le pongamos nuestro grito delante al Señor. Celebrando la Semana Santa ya no es esa pregunta la que está delante de nuestras vidas, sino que contemplamos lo que Dios hizo por nosotros, lo que Dios hizo en tu vida, lo que Dios hizo en nuestra comunidad diocesana: nos amó. 

En cada día de esta Semana Santa late la alegría que se hará luz, agua nueva, presencia en el pan de vida eterna. En la gran Vigilia Pascual, compartiendo el asombro de haber sido encontrados por el resucitado, porque nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él.

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