William tenía solo dos años cuando recibió el impacto de un arma de fuego a dos centímetros de su corazón. Aquel suceso determinó su vida por completo. Criado en una familia «católica light» de Colombia, su fe poco arraigada no pudo hacer frente las secuelas que, directa o indirectamente, tendría toda su vida.
El ateísmo militante primero y el ocultismo después ocuparon su vida por completo hasta que un día decidió retar formalmente a Dios. Entonces, María entró en escena.
Desde su más tierna infancia, la expresión «como una bala perdida» fueron metáfora y realidad de la vida de William David Toro.
Víctima de abusones en la infancia
Tras el accidente, desde sus primeros años en el colegio, William fue víctima del maltrato de abusones. Bautizado y criado en una familia católica, aunque «light» y poco practicante, según sus propias palabras, William no tuvo en la fe una roca a la que agarrarse: incluso al hacer la comunión no tenía ninguna conciencia de estar recibiendo a Cristo. Tan solo lo veía como «una galleta» que le permitiría imitar a los adultos.
Como ha contado recientemente en el canal del sacerdote Byron Cadmen, al cambiarse de colegio y barrio se prometió que nunca más sería víctima de abusos en la escuela.
Mantuvo su gusto por el estudio, pero comenzó a entrenar en unas artes marciales que le permitieron «vivir de pelea en pelea» y ser imbatible en la escuela. El estilo de lucha de la capoeira fue para él un paso hacia prácticas esotéricas y New Age. Su maestro de artes marciales fue quien le introdujo en ese mundo.
Fundó un grupo ateo en Medellín
William se hacía preguntas sobre Dios, pero recibió poca formación en las clases de religión en el colegio. Un profesor «completamente ateo» le ofreció respuestas tomadas de Marx o Nietzsche. «Las personas más cercanas a mí que tenían fe no tenían ninguna respuesta«, lamenta.
William comenzó así un proceso profundamente intelectual en torno a los grandes autores materialistas y ateos que combinó con sus primeros pasos como hacker y músico consagrado en el rock metal, género musical que difundió con su propio grupo durante diez años.
Concluida su adolescencia, el ateísmo de William dejó de ser una simple y posible explicación de la realidad y pasó a ser su modo de vida durante 16 años.
«En esa época fundé la Comunidad Ateísta de Medellín y enseñé a muchos ateos a refutar a los cristianos», admite.
Los vacíos del ateísmo: «Hay cosas no naturales que funcionan»
Con el paso del tiempo, empezó a encontrar huecos en el pensamiento ateo.
«Empecé a ver que sí había argumentos, pero no desde el cristianismo, sino desde la parte ocultista y la brujería. Veía que había cosas que uno podría llamar no naturales que realmente funcionaban. Pensaba que era posible que Dios existiese… o que hubiese otras fuerzas», relata.
De hecho, la brujería «funcionó» en su vida. Con aquella bala perdida persiguiéndole desde hacía años, la gran cicatriz que dejaron las operaciones en su pecho provocaron en él una fuerte inseguridad.
Como ateo militante, «negaba que hubiese sido un milagro» y atribuía su salvación por entero al cirujano que le trató. Pero como ocultista, buscó sanar su herida con «rituales de magia y brujería de modificación física para que desapareciese».
Fue precisamente la brujería la que terminó de alejarle de la negación total, ya que como ateo solo «pedía evidencias físicas». Cuando desapareció la mitad de la cicatriz empezó a ver «que funcionaba».
Atacando la fe de los cristianos sin formación
Como ocultista, hizo uso de los conocimientos que le proporcionaron sus años de ateo militante para dedicarse por entero en atacar la fe cristiana.
«Lo sustenté en el problema del mal en el sufrimiento [y difundí que] si existía, era malo. Leí la Biblia tres veces para debatir con los cristianos, hice una lista con las supuestas `barbaridades´ cometidas por Dios sobre todo en el Antiguo Testamento y llegaba a cualquier cristiano con su propia Biblia a mostrarle que si Dios existía, era malo y el demonio, bueno«, admite.
Algo común en el neosatanismo es profesar públicamente una cosmovisión de liberación, racionalismo y hedonismo que no tiene por qué estar ligada a una práctica de adoración a Satanás. Algo de lo que hacen gala asociaciones como Satanic Temple o Satanistas España. A eso se dedicó William.
Ocultismo nihilista y ritos «ligados a la magia negra»
«En el ocultismo que yo manejaba, no me basaba en prácticas religiosas de preceptos, sino en la filosofía del hedonismo y del yo, en la que si yo estoy bien, mis seres queridos también lo estarán. No pensaba en el bien de los demás, sino en que el mío generaría el de los demás«, explica.
Combinaba con eso rituales «de todo tipo de magias», «brujerías» que «casi siempre van ligados a la magia negra» o rituales donde se invoca «a supuestos ángeles para obtener beneficios«.
El de la cicatriz no fue el único que «funcionó». Menciona también el ritual de modificación del color de los ojos, pero destaca un peligro de todos ellos.
«Hay rituales que no funcionan… otros sí. El tema es que uno no piensa que si uno funciona, debe haber un ente espiritual que logra que ese tipo de rituales funcione. Uno no piensa eso. Es como cuando alguien se toma una pastilla, se le va el dolor y no piensa en que se haya ido porque alguien haya hecho la pastilla. Si una persona hace algo sin saber su origen no quita el hecho de que sí haya un ente espiritual causando este tipo de efectos. Y eso no es causado por Dios, dentro de las prácticas que se hacen».
Ser padre cambia la vida
William empezó a cambiar cuando supo que iba a ser padre.
«Conocí a la que sería mi esposa. Empezamos a vivir un noviazgo fuera del camino de Dios, se quedó embarazada y por su mentalidad no quería que el niño tuviese ese ejemplo de sus padres», explica.
Lo que no sabía era que su novia, también satanista, «comenzó a volver al camino de Dios» sin decirle nada.
Hacía tiempo que su familia política rezaba el rosario por su conversión y que su suegra le recomendaba ir a un retiro espiritual. Durante un año trató de convencerle sin éxito.
Su novia le dio un argumento en octubre de 2014 que le animó a acudir al retiro: le podía ayudar a ser mejor persona y mejor padre.
«Lo que a uno le haga mejor persona, bienvenido sea. No importa el ateísmo que profeses, si quieres ser buena persona, no hay nada en contra. No tienes que dejar de ser ateo por ir, solo extraer lo que te haga mejor«, le dijo. Pensar que «podía ser mejor esposo» lo llevó a aceptar.
William Toro, junto a la que hoy es su esposa y madre de su hijo: ella había dejado el satanismo, se había convertido sin que él lo supiese y le convenció de ir a un retiro.
Retando a Dios «con un atisbo de humildad»
Una vez allí, William se topó con una máxima de La Trinidad de San Agustín que le impactó por completo: «Es posible haya alguien que ame conocer lo que ignora, pero nadie ama lo desconocido». En un primer momento, pensó que los cristianos no amaban lo que él creía porque no lo conocían, pero decidió plantearlo a la inversa… e hizo mella en él. ¿Y si no amaba la fe precisamente por la falta de formación que le persiguió desde la infancia?, se preguntó.
Pero lo que más le llamó la atención fue la particular posibilidad de retar a Dios presentada por el sacerdote que dirigía los ejercicios, máxime cuando llevaba 16 años haciéndolo.
«Reten a Dios… pero con humildad«, les dijo.
«Entonces traté de retar a Dios con el único atisbo de humildad que podía tener, por una gracia y dije: `Vale, aquí estoy… ya di un primer paso. Si existes, haz el resto´», recuerda.
Lo que sucedió a continuación le hizo pensar que todo había terminado.
«Pensé que estaba muerto: vi a la Virgen»
«Entonces la vi a ella, enfrente mío, estaba Ella, la Santísima Virgen. Frente a mí salió una niebla del suelo que lo cubrió todo, me asusté y empecé a temblar. Tenía la mano fría pero sudando y la tenía a ella en frente diciéndome: `Hijo mío, te estábamos esperando´», recuerda.
Más tarde, William supo por una imagen que la aparición había sido de la Milagrosa y comenzó así un retiro con un fuerte proceso de liberación, tomando conciencia de la «pelea espiritual que libraba» y de que «tenía que escoger un bando».
Lo hizo horas después: «Al día siguiente, empecé a preguntarle cosas al Señor y escuché las respuestas de Dios a las preguntas que los creyentes nunca supieron responderme. Al día siguiente todos decían ¿quién como Dios? y yo era el primero que respondía gritando [con la misma frase]», concluye.
Junto con su conversión, William Toro también relata en su conversación con el sacerdote multitud de advertencias relativas al ocultismo y consejos sobre cómo las familias pueden traer de vuelta a los miembros que se encuentran alejados.
Hoy, William Toro nutre un creciente grupo de apologistas originarios de Hispanoamérica que, junto con Dante Urbina, Allan Gómez o José Plasencia, entre otros, dedican su día a día a la apologética y la defensa intelectual de la fe cristiana.