Testimonios

Ateo desde los 15, un «inexplicable suceso» tras la muerte de su padre le abrió a la fe: «Soy tuyo»

Rafael Díaz pasó años negando a Dios hasta que descubrió «la Verdad» en un «encuentro con el Señor»

No debe ser sencillo asumir que es posible hallar la fe a través de «casualidades», sucesos inexplicables y «encuentros sobrenaturales». Especialmente si el que lo vive es decididamente racionalista y niega a Dios. Por eso la conversión de Rafa Díaz es especialmente meritoria: como ateo confeso desde los 15 años, nunca dejó de buscar «la Verdad» en multitud de saberes. Un planteamiento que cambió tras un misterioso episodio tras la muerte de su padre en 2015. Lo cuenta en El Rosario de las 11 pm.  

«Como tantas otras familias», la de Rafa se decía católica, pero lo era solo en la teoría: llegaron a bautizarle al nacer y cuando llegó la edad de hacer la comunión, recibió el Sacramento solo «por los regalos». Las Misas de la catequesis fueron las primeras a las que asistió… y casi las únicas, pues no tardó en dejar de acudir poco después de la Comunión.

Tras sufrirlo en sus propias carnes, hoy es consciente de que «si no vas a Misa la fe se va apagando». En su caso fue con quince años, cuando constató esta experiencia con una decisión: «Me dije que no creía en nada de esto, renuncié a la fe y empecé a decirme ateo«.

Lo que nunca abandonó el joven fue su «inquietud por la búsqueda de la Verdad», lo que le llevó a indagar en la ciencia mientras estudiaba Ingeniería, así como en la Filosofía y los autores clásicos de la Historia. Si había una verdad, creía, «los más antiguos estarían más cerca de ella y sería más fácil encontrarla en ellos».

Su mayor acercamiento a algún tipo de creencia fue el de afirmar una «consciencia del Universo» que en cada momento «daba lo que más convenía», pero se negaba a llamarlo Dios.

«Un problema gordo»  

Rafa incide en que su personalidad de entonces era «bastante soberbia», lo que le llevó a ser consciente de que «había un problema gordo en su vida».

«Pasé una época muy mala de relaciones con mis familiares y amigos, acababa muy mal con todo el mundo y sabía que algo fallaba. Siendo consciente, intentaba cambiarlo pero hiciera lo que hiciera siempre acababa todo igual. Estaba desesperado y no lograba cambiar nada», explica.

Desesperado, víctima del insomnio, Rafa se hizo una pregunta: «¿Qué me aconsejaría mi padre?».

Demasiada casualidad… que le abrió a la fe

Pocos días después, escuchó un ruido en una habitación de su casa. Estaba completamente cerrada, nadie había entrado en todo el día y cuando entró vio que se había caído un libro que no había tocado en años.

«No era un libro cualquiera, sino el que estaba leyendo mi padre cuando murió. Lo cogí y seguía marcado por donde él se quedó. Leí el capítulo y ahí estaba la respuesta, que podría resumirse en la recomendación de la humildad en el trato con los demás«, explica.

Aquello rompió sus esquemas: «Siempre me consideré una persona basada en la razón. Eso no lo pude entender. Era demasiada casualidad, pedí ayuda y se cayó ese libro de un sitio que no había tocado. Aquello me empezó a abrir a la fe«.

Desde entonces, aquellas «casualidades» y sucesos se volvieron prácticamente normales en su día a día. Uno de los más impactantes fue el 9 de abril de 2021, cuando presenció un «clarísimo encuentro con Jesús» que, sin embargo, no puede explicar, en el que tuvo una clara percepción de «la Verdad».

«No sabía lo que estaba pasando, pero sí que no era una cosa normal. No quería que fuese Jesús, no está de moda e implicaría el mayor error de mi vida, porque si Jesús era la Verdad, yo lo había rechazado. Tuve la certeza de que no había sido natural y sabía que no estaba loco. Fue real», recuerda.

«Jesús, soy tuyo»

Incansable buscador, Rafa comenzó a investigar en el budismo, en el islam, el cristianismo… hasta que dio con una mística, Santa Hildegarda de Vingen, y uno de sus libros, Scivias.

«Me sentí muy identificado con ese libro y ella me empezó a poner en camino (hacia la fe)», especialmente «al principio, donde dice: `Ahora que sabes cuál es la Verdad, fuera de ella no vas a poder hacer ningún bien. Debes hacer penitencia de Caridad y Humildad´», recuerda.

Impactado, Rafa obedeció sin decírselo a sus seres queridos, pero «un cambió» comenzó a ser notorio para todos ellos.

El punto de inflexión tuvo lugar en un viaje que hizo junto a su abuela y su madre a Andujar. Cerca había un yacimiento histórico iberorromano que quería visitar, el de Cástulo, pero su abuela decidió ir al Monasterio de la Cabeza.

Su sorpresa fue que, al llegar al camino de acceso, no podían acceder en coche y su madre y abuela le encomiaron a que al menos subiese él solo.

«Pasó algo durantela subida. No me sentía normal. Había un Vía Crucis y en cada estación tenía la necesidad de postrarme y sí lo fue haciendo. En la Iglesia había distintas imágenes y ante todas ellas tenía la necesidad de rezar. Fue la primera vez en mi vida que recé de verdad. Al fondo me encontré a Jesús, con los brazos abiertos, y una cita: `Convertíos y creed en el Evangelio´. Caí al suelo, llorando a lágrima viva y le dije: `Jesús, soy tuyo´«, recuerda.

Scivias_Santa_Hildegarda.

El Scivias de Santa Hildegarda fue una pieza fundamental en la conversión de Rafa: apareció a mediados del siglo XII y fue un texto esencial en toda Europa hasta la Summa Theologica de Tomás de Aquino. Puedes conseguirlo aquí

«Renovado y diferente» en un «Cachito de Cielo»

Cuando salió, Rafael se sentía «totalmente renovado y diferente» y se dedicó a la penitencia de Santa Hildegarda durante el resto del viaje.

«Me dedicaba a servir a mi abuela y a mi madre, por las noches me quedaba reflexionando. Conforme avanzaba la semana sentía que me invadía una lucidez y una forma de pensar como nunca había experimentado en toda mi vida«, afirma.

En ese viaje la primera vez en su vida que cogió y leyó una Biblia, ante la incomprensión de sus familiares.

Pero las casualidades no habían terminado. Rafa cuenta que desde su voto de pertenencia ante el Cristo, este le llevó de la mano en todo momento.

El viaje de regreso a Madrid fue una prueba más de ello cuando, rezando, angustiado y sin saber qué pasos dar en su nuevo camino de fe, pidió ayuda a Dios… y esta no tardó en llegar. En una parada obligada en Prisco, donde siempre descansaba su padre, vio a dos religiosas con hábito. Las casualidades se amontonaban durante los últimos días, así que el joven se acercó a la que resultó ser la Superiora de las Misioneras del Santísimo Sacramento, la hermana Marian.

«Me llevó a una capilla de Madrid, Cachito de Cielo, y me invitó a una Misa. Cuando terminó me presentó a la responsable del turno de Adoración de la mañana y me apunté los viernes antes de trabajar. Si el Señor me había traído hasta aquí, era lo que tenía que hacer», explica.

De la confesión a la búsqueda de la fidelidad a Dios

El madrileño no recuerda que en su infancia le enseñaran «nada demasiado útil» relativo a la oración, así que se limitó a leer un Evangelio que le regaló una adoradora y empezó a asistir a otros turnos de oración entre semana.

Desde entonces, todo fue como seguir un camino de migas de pan. Viendo como la relación con su madre empeoraba al no entender lo que le ocurría, visitó la parroquia del Arcángel Gabriel, donde conoció al sacerdote exorcista don Javier Luzón y sus clases sobre la Biblia de los miércoles. Después, «providencialmente» y en plena Adoración, le llegó una nota informándole de unas meditaciones sobre la santidad del padre Feliciano Rodríguez.

Desde entonces no dejó de formarse y comenzó a sentir «la necesidad de confesarse». Fue la última parada de su regreso a la fe y su primera confesión desde que hizo la comunión.

«Estuve varios meses, cada viernes, confesándolo todo. Fue una liberación cuando confesé cosas que tenía clavadas en el alma. Aquellos días fueron un alivio, me quedaba en paz y hoy procuro confesar periódicamente», relata.

Hoy, Rafa se dedica en cuerpo y alma a la oración, la formación y la vivencia de los sacramentos. Y, especialmente, «de cumplir la promesa que hice» ante la cruz, «serle fiel y comprender las implicaciones de decirle al Señor: `Soy tuyo´«.

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