“Queridos hermanos, creo que nos hace muy bien el Viernes Santo escuchar el relato de la pasión y hacer que los efectos de esta pasión se reaviven en nuestros corazones, en nuestras vidas”, comenzó diciendo Monseñor.
“Si somos simples protagonistas del relato de la Pasión, nos separará de la pasión de Jesús más de 2000 años. Pero si entramos por una puerta que es muy estrecha y la hacemos propia, entonces serán más de 2000 años los que nos acerquen y nos unan a la Pasión de Jesús. Y esa puerta estrecha es el motivo de la Pasión que ya desde el comienzo de la predicación apostólica estaba en la boca de los Apóstoles <<Por nosotros, por mí. Ese es el motivo>>”, dijo Monseñor y agregó: “Mientras no entremos por esa puerta pequeña, estrecha de nosotros y por nosotros, la pasión será simplemente un mero relato”.
Luego, el obispo diocesano se refirió a la Cruz e invitó a buscar personalmente por qué Jesús se entregó por cada uno de nosotros: “¡Qué difícil es abrazarla cuando la cruz nos visita! Pero desde que se subió Jesús a la cruz, la cruz tiene un sabor a redención”, afirmó.
“Si yo no encuentro mis motivos personales por los cuales Jesús se sube a la cruz, está muy bien decir Jesús murió por todos, pero a veces personalmente a uno eso le pasa por el costado personal.¿Jesús murió por mí? Sí, muy bien. Ahora es el motivo, queridos hermanos, de encontrar el momento, de encontrar los motivos por los cuales Jesús murió por mí”, agregó.
“Todo eso que te pesa, todo eso que te carcome la conciencia, todo eso que te pasa aunque no quieras que te pase, tus maneras de ser que no concuerdan con el evangelio, etcétera, etcétera, etcétera y la lista de etcéteras es casi infinita. Eso es el motivo por el cual Jesús se subió a la cruz y así están y así los mató. Y si la cruz ahora es victoria también en tu vida, la cruz y la Pasión tienen que ser victoria” dijo Monseñor Carlos María invitando a reflexionar profundamente.
“Hoy, cuando te arrodilles delante de la cruz y le des un beso para adorarla, abrazala porque Jesús llegó hasta ahí y a Él darle gracias, porque desde allí reina en nuestra vida el Señor”.
“A veces las cruces nos pesan porque no las tenemos en Cristo; poniendo nuestra cruz al lado de la de Jesús o poniéndolo a Jesús en nuestra cruz todo cambia, aunque las circunstancias externas sean iguales en el corazón, todo cambia”
“Todo esto es por amor” resaltó. “La cruz es el grito más fuerte que Dios le da a la humanidad diciéndole te amo. Ya se lo decía Jesús a Nicodemo <<Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo>>. Valemos la sangre de Jesús. Ni más ni menos. Ese es el precio de nuestra salvación para que todo el que crea en él tenga vida.”, concluyó Monseñor.
