Nuestra Iglesia

Orientaciones electorales de la Pastoral Social del NEA

Referentes regionales, junto al obispo Adolfo Canecín, llaman a un mayor compromiso ciudadano sobre tres pilares: cultivar, luchar y participar.

Referentes y Equipos Diocesanos de la Pastoral Social del Nordeste Argentino (NEA), junto con su referente regional monseñor Adolfo Canecín, obispo de Goya, firmaron orientaciones electorales con el título “Cultivar. Luchar. Participar. 40 años de democracia”.

En el documento, llaman a un mayor compromiso ciudadano, cristiano y moral, y plantean tres claves:

  • Cultivar las virtudes cívicas que nos orienten al bien común y la justicia social
  • Luchar por los derechos humanos fundamentales de cada persona, el cuidado de la creación y la opción preferencial por los pobres y vulnerables.
  • Participar en todas las instancias pero, sobre todo, a través del voto, ejerciendo la corresponsabilidad ciudadana.

“Con la alegría y la esperanza firme, sabiendo que Jesús camina a nuestro lado, nos encomendamos a Nuestra Tierna Madre de Luján, que nos anima a construir juntos una patria de hermanos”, concluyen.

Texto de las orientaciones
Un nuevo acto electoral se aproxima. En estas elecciones nacionales P.A.S.O. (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), elegiremos los candidatos que se presentarán en las elecciones generales de octubre para presidente, vicepresidente, representantes del Parlasur, senadores y diputados nacionales. En el contexto social, político, cultural y económico que estamos viviendo, es necesario replantearnos cuál es nuestro compromiso ciudadano, cristiano y moral que nos lleve a contribuir y construir nuevas relaciones de amistad social y fraternidad. 

Desde la Pastoral Social de la región NEA, nos preguntamos… 

¿Nos sentimos llamados a ejercer nuestro derecho a elegir? 

¿Abogamos por elecciones democráticas, libres, transparentes y representativas? 

¿En qué circunstancias nos involucramos participando en los asuntos de interés público? ¿Qué nos mueve? ¿El bien común o nuestros intereses? 

¿Exigimos transparencia en la administración pública, pero en nuestros ámbitos de vida solemos caer en la corrupción? 

Condenamos las grietas, divisiones, pero ¿valoramos a cada persona respetándola desde su dignidad, su pensamiento, opinión o elección? 

Miremos a la viuda, como lo hizo Jesús. “Ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir” Mc. 12, 44. La actitud de la viuda nos cuestiona sobre cómo estamos “siendo parte” de la sociedad en la que nos encontramos inmersos. A veces, sólo “hacer nuestra parte” no alcanza, no ayuda, necesitamos involucrar y poner la vida misma en aquello que damos. No alcanza con sólo votar cuando nos toca o porque nos sentimos obligados a hacerlo. No basta una moral cívica que protesta y denuncia, pero no propone. Construir sociedades democráticas requiere el esfuerzo de todos, donde, como enseña el Concilio Vaticano II, “los derechos de la persona (sean) condición necesaria para que los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pública”. 

El ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral. Deberíamos ser guiados más por nuestras convicciones morales que por nuestro apego a un partido político o grupo con intereses especiales, para “ver más allá de la política partidista, (analizar) las promesas de la campaña con un ojo crítico y (escoger) 2 dirigentes políticos según su principio, no su afiliación política o el interés propio” (USCCB, Vivir el Evangelio de la Vida, no. 33). 

La falta de representación política nos desanima, desalentando a muchos a ejercer su derecho y deber al sufragio. Hay una pérdida de la confianza en las instituciones democráticas y en el voto como herramienta para incidir en lo público. Y es justamente por esto, que debemos responder con valentía y perder el miedo a participar, evitando prejuicios descarnados, y ciertas afirmaciones muy temidas como “esto no cambia más” o “todos son iguales”. 

Los desafíos son aún mayores si pensamos que estamos transitando 40 años de democracia ininterrumpida en nuestro país; tal vez, haya uno que se impone en estas circunstancias: ¿Cómo “robustecer” la democracia representativa para que, a través de ella, recobremos la confianza y la credibilidad en nuestro sistema democrático? Como afirma el Papa Francisco “El fruto de la desconfianza es la apatía y la resignación”. 

Qué podemos hacer? 

• CULTIVAR las virtudes cívicas que nos orienten al bien común y la justicia social; “practicando la justicia nos hacemos justos” (Aristóteles, Ética a Nicómaco); “(…) una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio” (Doctrina Soc. de la Iglesia, 410) 

* La Prudencia, para elegir siempre lo mejor, lo que nos orienta al bien. 

* La Fortaleza, para asumir sin temor los desafíos de nuestro tiempo. 

* La Templanza, que moldea nuestro carácter hacia la moderación, el cuidado del otro permitiéndonos no ser indiferentes a la realidad que vivimos.

* La Justicia, que persigue la amistad social, el diálogo y la armonía dentro de una comunidad. 

• LUCHAR por los derechos humanos fundamentales de cada persona, el cuidado de la creación y la opción preferencial por los pobres y vulnerables. (Evangelli Gaudium, n° 221) 

• PARTICIPAR en todas las instancias, pero, sobre todo, a través del voto, ejerciendo la corresponsabilidad ciudadana. Los representantes del pueblo que elegimos, expresan la voluntad popular. Para que una democracia funcione, necesita de la participación y el compromiso de todos. 

Con la alegría y la esperanza firme, sabiendo que Jesús camina a nuestro lado, nos encomendamos a Nuestra Tierna Madre de Luján que nos anima a construir juntos una patria de hermanos.

Fuente
Aica
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