Nuestra Iglesia

“Hay que rezar siempre, incluso cuando Dios parece sordomudo”

“Para animarnos a la perseverancia el Señor nos propone tres parábolas: la del amigo inoportuno, la de la anciana y el juez inicuo, y la del fariseo y el publicano”, anunció el Santo Padre a modo de introducción.

La oración debe ser humilde y tenaz

El Papa, habló sobre el texto de Lucas 11,5-8 que nos recuerda un personaje que llama a la puerta de su amigo en medio de la noche, forzándolo eventualmente a levantarse. “Este relato nos enseña que la oración debe ser tenaz”, dijo el Papa, “Quien llama a la puerta de su corazón con fe y perseverancia no está decepcionado. Dios siempre responde, siempre”.

“Nuestro Padre sabe bien lo que necesitamos; la insistencia no sirve para informarle o convencerle, sino que sirve para alimentar en nosotros el deseo y la expectativa”.

La segunda parábola (Lc 18, 1-8) cuenta la insistencia de la viuda que se dirige a un juez corrupto para pedir justicia. Francisco afirmó: “Esta parábola nos hace comprender que la fe no es el impulso de un momento, sino una valiente disposición para invocar a Dios, incluso para “discutir” con Él, sin resignarse al mal y a la injusticia”.

El tercer relato es el del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14) que van al templo a rezar. El primero está lleno de sí mismo, el segundo se siente indigno, pero Dios escucha al segundo. “La historia nos dice que no hay verdadera oración sin un espíritu de humildad. Es precisamente la humildad la que nos lleva a pedir, a rezar”, indicó el Santo Padre.

“La enseñanza del Evangelio es clara: hay que rezar siempre, incluso cuando todo parece vano, cuando Dios aparece sordomudo y parece que perdemos el tiempo. Aunque el cielo se nuble, el cristiano no deja de rezar. Su oración va de la mano con la fe. Y la fe, en tantos días de nuestra vida, puede parecer una ilusión, un trabajo estéril. Hay momentos oscuros en nuestra vida y la oración parece una ilusión. Pero practicar la oración también significa aceptar este esfuerzo. “Padre, voy a rezar y no siento nada… Me siento tan, con el corazón seco, con el corazón seco, que no sé…”. Pero debemos continuar, con esta fatiga de los malos momentos, de los momentos en que no sentimos nada”.

Jesús reza con nosotros y nos escucha

El Papa cita el ejemplo de muchos santos y santas que “han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios y han sido perseverantes, incluso en estos momentos nadie está solo porque Jesús reza con nosotros”.

“Nos acoge en su oración, para que podamos rezar en Él y a través de Él. Y esto es obra del Espíritu Santo. Sin Jesús, nuestras oraciones se arriesgarían a ser reducidas a esfuerzos humanos, la mayoría de las veces destinados al fracaso. Pero ha tomado sobre sí cada grito, cada gemido, cada júbilo, cada súplica… cada oración humana. Y no olvidemos al Espíritu Santo. El Espíritu Santo reza en nosotros. Él es quien nos lleva a orar, nos lleva a Jesús: Él es el Don”.

El Papa finalizó insistiendo en que “por eso el cristiano que reza no teme a nada, se confía al Espíritu Santo, que nos fue dado como un regalo y que reza en nosotros, despertando la oración. Que el mismo Espíritu Santo, Maestro de la oración, nos enseñe el camino de la oración”.

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