Estén preparados y vigilando, porque no saben cuándo llegará ese momento. Lo mismo ustedes, estén vigilantes, porque no saben cuándo regresará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o de madrugada; no sea que llegue de repente y los encuentre dormidos.
Marcos 13,33
El hecho de ir tomando conciencia de lo que es la vida en general y del bien y el mal en particular lo podemos comparar con el de despertar. Para los cristianos, este aspecto corresponde con lo que llamamos “conversión” o cambio de mentalidad y corazón.
En primer lugar, tenemos que decir que el hecho de ir despertando paulatinamente es algo normal y natural en el proceso de vivir y de creer. Por eso, es natural que siendo niños no tengamos tanta conciencia de lo que son las cosas y que, poco a poco, y pasando sí o sí por diversas “crisis” vayamos despertando… Miremos algunos aspectos de ese “proceso”, con sus posibles riesgos y beneficios.
«También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquel día no me harán más preguntas”.
Juan 16,23
Abrir los ojos
Si bien, como decíamos, el hecho de “dormir” es necesario, especialmente en la etapa de la niñez, también lo es ir “gradualmente abriendo los ojos” para hacernos responsables de nuestra vida. Ese despertar, normalmente, responde a factores interiores de maduración junto con diversos hechos vividos, como suele suceder con los árboles cuando llega el otoño.
Existe, sin embargo, un peligro: del mismo modo que cuando “no queremos” despertar, transformamos los sonidos externos en sueños; cuando no queremos ACEPTAR la realidad, nos evadimos, la negamos o la deformamos (no alcanza con el conocimiento de la realidad es necesaria la ACEPTACIÓN). Para ello contamos con muchos “mecanismos de defensa”, principalmente potenciados en la actualidad por el mundo “virtual” y la velocidad que nos dificulta “entrar dentro de nosotros mismos”. De manera similar, cuando hemos despertado, podemos tener la tentación de volver a «dormitar», aunque ya no sea posible volver a dormir; dicho estado de «somnolencia» nos puede mantener en una indecisión vital que no nos permite vivir de verdad.
…cuando despertemos plenamente en la eternidad ya no estará la duda, el temor o la ansiedad de esta «somnolencia»…
¿Para qué despertar?
Se puede preguntar alguien, ¿no es mejor dormir que despertar a una realidad que, por momentos, es difícil? ¿No la “pasan” mejor los que “viven dormidos”? Lo primero que podemos decir es que sí o sí tenemos que, “en algún momento” de la vida, despertar; nosotros elegimos solamente el cuándo: si despertamos “tarde”, nos perdimos parte de la vida…, si despertamos “dentro” de la jaula de una adicción, un vicio o cualquier forma de esclavitud, nos perdemos de vivir libremente…, si «dormitamos» nos engañamos…Ciertamente, en algunos momentos, podemos mirar con “envidia” a los que “duermen” todavía… pero, del mismo modo que no sufren como los que estamos despiertos (¡aunque sí tienen pesadillas!), tampoco pueden gozar de la vida tal cual es… porque todo es un “sueño”. De todas maneras, vemos que muchos duermen cuando deberían en realidad despertar, inclusive a algunos no los vemos despertar ni aún después de los golpes de la vida… ¿quién los puede despertar? El verdugo más inexorable: la muerte.
¿Cómo despertar?
Lo ideal es poco a poco, no de golpe, y ayudado por los diversos “despertadores” que nos hace sonar la vida, sonidos que nos entran por el “oído”, es decir, que es necesario ESCUCHAR… (lo que solamente “oímos” no nos logra despertar). Nos va despertando “serenamente” la realidad y Dios si es que sabemos escuchar: aun cuando nos “golpee”, a esos golpes los vamos asumiendo de a poco.
¿Qué vemos cuando despertamos?
Muchas cosas que siempre estuvieron allí… Vemos que somos libres y, por tanto, responsables de nuestra vida humana y cristiana, pero también vemos que estamos “condicionados” por nuestra historia personal, por lo que hemos recibido, especialmente siendo niños, por el ambiente en el cual vivimos, por nuestros deseos y también por nuestros temores. Vemos el daño que hace y nos hace el pecado y que “sanar” las heridas lleva tiempo; vemos que la felicidad no está tanto en el «alimento» exterior sino en la capacidad de «digestión»; vemos, como una mosca atrapada en una ventana, la luz que añoramos «detrás» del vidrio de este mundo temporal y contingente. Vemos que las personas que nos rodean no son tan buenas ni tan malas… son humanos como nosotros… Vemos claramente la gran diferencia entre amor y apego, y vemos cuántas veces los confundimos ; vemos al que no veíamos antes: el que nos regaló lo que tenemos, el que necesita de nosotros. Vemos que, muchas veces, tenían razón los consejos de los mayores o de los amigos y vemos cuántas veces nos engañamos a nosotros mismos; vemos que hay un Ser allá arriba, un Padre bueno, que busca más nuestra felicidad que nosotros mismos. Vemos, en definitiva, que la vida es un verdadero regalo, que las horas pasan volando y que no vale la pena seguir durmiendo y, mucho menos, dormitar: dormir es vivir soñando…, dormitar es vivir engañado…, despertar es vivir consciente…
¿Ya despertaste?
¡Gracias a Dios! Ahora VIVES en realidad… ¿Sabes cómo darte cuenta si lo estás haciendo? Eres capaz de ELEGIR libremente… Los que duermen no eligen en realidad… sufren y gozan sin saber por qué ni para qué.
¿Y la muerte es volver a “descansar”? depende… solo puede volver a descansar el que se ha despertado de verdad…
…Algo más… si ya despertaste, sólo te comprenderán los que estén despiertos…; paradojalmente, los que estén dormidos, pensarán que eres un soñador o un loco… y tratarán de mantenerte dormido, para que no le reproches su estado. Aunque, también, algo curioso suele pasar: los únicos despiertos suelen ser los muy buenos y los muy malos… como en la noche del Jueves Santo: sólo se mantenían despiertos los Judas y los fariseos… la Virgen María y algunos apóstoles… los demás, dormían… dormían al amor que Jesús les tenía…
Gracias Padre. Luego hablamos….cdo estemos despiertos!!!