Testimonios

¡Dios llama hasta en los lugares más remotos! Impresionante testimonio de un seminarista

Este video nos habla del testimonio de un joven seminarista de la arquidiócesis de Manaus (una ciudad grande del Amazonas, en Brasil) «que habita a la orilla del río». Por esa misma condición refiere que las personas como él tienen una conexión especial con el Amazonas y la naturaleza.

El llamado es un don

La vocación entendida como el llamado que hace Dios es todo un proceso donde el protagonista es Él.

Varios años fui servidor en un grupo de jóvenes y por mucho tiempo creí que cuando me invitaron a ser parte del equipo es porque yo lo había «ganado», porque lo «merecía». Como si el servicio fuera una especie de premio.

Un día en la oración se me salieron las lágrimas al contemplar que, si se tratara de méritos, nunca sería digno de servirle al Señor. ¿Quién es perfecto o perfecta?

El llamado no tiene nada que ver con la meritocracia, por eso es un don. Es Dios llamando a gente pecadora como yo para colaborar en la construcción del Reino. Es Jesús invitando a nuestra fragilidad humana dejarse transformar por su gracia. Es el Espíritu Santo derramando su amor.

El testimonio de nuestro hermano seminarista apunta a tres características del llamado (y no solo de la vocación sacerdotal): universal, diverso y persistente.

Universal

Ya lo decimos en el credo «Creo en la iglesia, que es Una, Santa, Católica…». Así lo expresa el catecismo en el nº 831:

«Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos (…) Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu».

Este llamado a reunir a toda la humanidad lo hace desde distintas trincheras. Desde Roma hasta el Amazonas. Dios llama a quien quiere.

Diverso

Gracias a esta misma universalidad existe mucha diversidad en la iglesia. Lo distinto a mí no es amenaza, sino motivo de unión y alegría. ¡Qué bueno que Dios nos ha creado irrepetibles! Porque sería muy aburrido un mundo de clones.

Pensar en la diversidad me hace apreciar más los dones de los demás. Es muy bonito reflexionar cómo se permite celebrar misa en la lengua materna de cada comunidad y cómo Dios ha inspirado distintos ritos católicos, además del romano.

En esa diversidad e irrepetibilidad Jesús llama a personas de todos los pueblos a trabajar por el evangelio. Muestra de ello es este joven seminarista del Amazonas.

Persistente

«Yo siento que a partir del río, Jesús me está llamando». Este es el medio inicial del llamado que nos comparte el seminarista. Dado que él vive ahí (en la orilla del río) me imagino que constantemente recordaba la voz del Señor en su corazón, que le invitaba a una entrega profunda.

Además, también nos comparte: «Me aparté de la fe y en mi adolescencia estuve en drogas, alcohol, saliendo con chicas. Pero el llamado siempre estuvo presente en mi vida. María siempre estuvo a mi lado, Jesús ha estado siempre a mi lado, cuidándome, llamándome».

Dios se las arregla para llamarnos y aunque escapemos siempre nos va a encontrar. Él es el buen Pastor que va tras su oveja perdida y que se vale de muchos medios para recordarnos que somos llamados a vivir su inmenso amor.

Escandaloso

Aparte de universal, diverso y persistente, el llamado es escandaloso para muchas personas, muy incomprendido.

Es causa de señalamiento y chiste, así como se burlaban despectivamente del seminarista: «¡Padre! ¡Tú vas a ser sacerdote, no te vas a casar!». Estos comentarios llegaron al punto de hacerle sentir avergonzado por querer ser cura. Así sigue siendo hoy en día. Hay mucha gente que guarda mucho rencor ante la vocación sacerdotal; a los sacerdotes.

Gente que no comprende la invitación de Dios o la vocación sacerdotal; que no sabe que hay muchos buenos sacerdotes, muchísimos más que los malos que han dado antitestimonio.

La vocación es para la gente

Por último, vale la pena hacer eco de que el llamado no tiene sentido si no hay un verdadero espíritu de servicio, en cualquiera de las vocaciones. Es en el servicio, después de todo, que se enraíza la caridad.

«Jesús quiere que compartamos este amor», dice el seminarista. «Yo quiero llevar esperanza y la Eucaristía a la gente que no siempre tiene la presencia de un sacerdote. Mucha gente recibe la visita de un Padre una vez al año».

Al pensar en la vocación sacerdotal, vemos que hay mucha necesidad de sacerdotes. Para darnos una idea, en el 2020 – en promedio de toda la iglesia – a cada sacerdote le tocaba atender 3,314 personas. Pero esto no es homogéneo, porque hay lugares de muy difícil acceso, como algunas comunidades del Amazonas.

Entonces, hay lugares con más necesidad que otros y donde la distribución puede llegar hasta 10,000 personas por sacerdote. ¿Te imaginas?

Oración

Conscientes de la necesidad que tenemos de sacerdotes, te invito a hacer esta oración que tomé de la 52ª Jornada de Oración por las vocaciones de un seminario en México.

Te propongo que no la hagas una única vez, sino cada vez que lo recuerdes y, si te es posible, la realices en tu ministerio o comunidad.

«Señor Jesucristo, que constituiste a tus discípulos llamándoles y haciéndolos entrar en íntima comunión contigo por medio de tu Espíritu, continúa invitando discípulos misioneros, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicas y laicos, que vengan a trabajar en la viña del mundo tan necesitado de buenas noticias, haz que tu Iglesia se muestre ante el mundo como comunidad de servidores, haciendo resonar tu llamada por medio del Evangelio».

Publicado originalmente en Catholic – Link

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