Espiritualidad

Los 3 Reyes Magos, origen y significado apostólico. ¡Todo en caricaturas!

La historia de los Reyes Magos simboliza la búsqueda de la verdad y la universalidad del amor de Dios. Su visita al niño Jesús nos insta a reconocer la grandeza en lo pequeño.

Como bien sabemos los tres Reyes Magos en realidad no eran ni reyes ni magos. Eran tres sabios que provenían de Oriente. La palabra «mago» utilizada en el relato de Mateo se refiere a un sabio. Un sabio en aquella época era un estudioso, en especial un estudioso en el tema de la astrología o en la ciencia de calcular el tiempo y los sucesos de este a través de las configuraciones celestes o estelares. Estos tres sabios provenían de algún lugar más al este de Palestina.

La historia también nos cuenta que los sabios de aquella época eran considerados prácticamente sacerdotes y eran conocidos por su observación de las virtudes y de la justicia. El significado de la visita de los tres Reyes Magos al niño Dios junto a sus ofrendas y regalos, tiene un especial significado para nosotros los cristianos.

La universalidad de la iglesia

La iglesia es para todos, Dios llama a todos y en este sentido los tres Reyes Magos simbolizan al hombre que sin haber conocido a Dios tienen impreso en su corazón esa necesidad de buscar (y encontrarse) con la verdad.

Como nos decía el papa Francisco: «Dios desea que todos los pueblos de la Tierra puedan encontrar a Jesús, y tener la experiencia de su amor misericordioso», abierto para todos sin distinción.

La guía de Dios

Dios no nos abandona, incluso cuando no lo conocemos. El siempre sale al encuentro y nos brinda la ayuda que necesitamos para acercarnos a Él, que ama primero. Saber que Dios nos guía de ninguna manera significa quedarse de brazos cruzados esperando por las estrellas en el firmamento que nos muestren el camino.

Los sabios de oriente habían también colaborado con la gracia al escuchar ese anhelo por la verdad y el sentido de su propia vida. La manifestación de Dios es para todos.

La luz que lo ilumina todo

El papa Francisco en más de una oportunidad nos dice que la estrella de Belén es la palabra de Dios que ilumina la noche de nuestras vidas. Qué importante poder reconocer la luz que lo ilumina todo frente a los distintos destellos momentáneos que el mundo nos presenta.

Entre tanto brillo, muchas veces enceguecemos. ¿Cómo reconocer la luz cuando no podemos verla? Poniendo la vida misma en el esfuerzo de distinguir aquella luz que perdura eternamente, que ilumina, pero no enceguece, sino por el contrario quita el velo de los ojos y permite reconocer la verdad.

Reconocer la grandeza en lo pequeño

Cuando los tres Reyes Magos encontraron a un niño envuelto en pañales acomodado en el plato donde comían los animales, supieron reconocer la grandeza en medio de algo tan pequeño. Cuantas veces despreciamos lo poco, sufriendo por aquello que parece mucho pero que finalmente se agota.

Los tres Reyes Magos lo reconocieron y a pesar de la pequeñez de un niño recién nacido que pareciera que no entiende nada, quisieron entablar una amistad profunda con Él. Se postraron ante Él y lo adoraron.

¿Qué significa para nosotros que lo adoraron?, significa que procuraron entrar en contacto íntimo con Dios. No solo quisieron conocerlo, sino aceptarlo como Dios y aceptarse como necesitados de Él.

Oro: darlo todo, no solo lo que nos sobra

Melchor, Gaspar y Balthazar llegaron a ver al Niño no con las manos vacías. Llegaron sabiendo a quién verían y se prepararon para el encuentro. El oro que nos dicen que representa la realeza y reconoce a Cristo como rey, también nos recuerda a nosotros que Dios debe ocupar el primer lugar en nuestra vida. Él debe ser lo primero.

Incienso: reconocer a Dios

El incienso que indicaba según la tradición de aquellos tiempos, la divinidad de Cristo, simboliza para nosotros esa capacidad de reconocer en Jesús al mismo Dios hecho hombre y que vino para salvarnos. Un reconocimiento que no está exento de prueba. Una prueba que muchas veces necesita «quemarse» para que el aroma llegue al cielo.

Mirra: aceptar la temporalidad de la carne y la eternidad del espíritu

La mirra que interpretamos como el signo que reconoce a Cristo como verdadero hombre, puede recordarnos que somos temporales en este mundo, y que gracias al sacrificio de amor infinito tenemos por destino la eternidad.

Que esta Epifanía de Reyes no pase desapercibida, que reconozcamos en ella la misión a la que todos los hombres estamos llamados: a seguir a Cristo.

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