Santoral

8 de julio: Celebramos a Isaías, el gran profeta que anunció al Mesías

En la tradición bíblica, Isaías es figura central: considerado, junto a Moisés, como uno de los grandes profetas. De origen aristocrático y nacido en Jerusalén hacia el año 765 a.C., su voz poderosa resonó hace casi 27 siglos, anunciando un Mesías portador de paz, justicia y salvación divina.

“Dios salva” – el significado de su nombre y su misión

El nombre Isaías, que en hebreo significa “Dios salva”, revela su destino como portavoz del plan divino. A través de un lenguaje poético y profundo, su mensaje se convirtió en parte del llamado “siglo de oro” de la literatura hebrea. Su predicación tuvo lugar en un tiempo convulso para el reino de Judá, marcado por amenazas extranjeras y crisis internas. En ese contexto, Isaías se convirtió en la voz que invitaba a confiar radicalmente en Dios.

Profecías mesiánicas con asombrosa precisión

Entre los textos que se le atribuyen (capítulos 1 al 39 del libro que lleva su nombre, más las secciones llamadas Segundo y Tercer Isaías), brillan especialmente las profecías mesiánicas. En capítulos como el 7‑12 y, sobre todo, el 53 –enmarcado en el relato del “Siervo sufriente”–, Isaías ofrece visiones detalladas de la Encarnación, Pasión y muerte redentora de Jesucristo. El sufrimiento del Justo, la redención de muchos y la paz traída por el Mesías aparecen proyectados en sus palabras, escritas siglos antes del nacimiento de Jesús.

La llamada divina y su experiencia celestial

Otro pasaje emblemático es Isaías 6, donde describe su encuentro con Dios rodeado de serafines. Allí se escucha el triple “Santo, Santo, Santo” y el profeta, impactado por la santidad divina, exclama: “¡Ay de mí! Soy un hombre de labios impuros”. Un ángel toma una brasa del altar y toca sus labios: “Tu culpa ha sido borrada, tu pecado ha sido perdonado”. Entonces escucha la voz de Dios: “¿A quién enviaré?”, e Isaías responde: “Aquí estoy, envíame a mí”. Esta visión refleja su conciencia de pecado y la experiencia transformadora del llamado profético.

Tradición sobre su martirio

La memoria piadosa sugiere que Isaías fue martirizado en tiempos del rey Manasés (693‑639 a.C.), enemigo de los profetas. Una antigua tradición sostiene que fue aserrado por la mitad, castigo reservado a los traidores. Su valentía y fidelidad marcan el testimonio de un profeta entregado hasta el final, incluso a costa de su vida.

Isaías, modelo para la Iglesia de hoy

Su figura sigue vigente porque encarna la llamada a confiar en Dios en tiempos de oscuridad y crisis. En un mundo marcado por guerras, polarización y angustias existenciales, Isaías nos recuerda que la misión profética consiste en anunciar la esperanza, denunciar la injusticia y ser portadores de diálogo y reconciliación. Su vida y mensaje siguen interpelando a las Iglesias locales, animando a renovar la escucha de la Palabra y la apertura al Espíritu.

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