Opinion

“Hacernos uno con nuestros combatientes” Prof. José Tello – Nota de opinión

Un 2 de abril de 1982 se iniciaba, de la mano de efectivos de nuestras Fuerzas Armadas, la última gesta nacional, la de la Recuperación de las Islas Malvinas, y con ella también se iniciaba la Guerra del Atlántico Sur, uno de los conflictos más dolorosos que nos tocó enfrentar como nación.

Doloroso por varios motivos: Primero, ante todo, por la muerte de tantos jóvenes argentinos. Segundo, por la derrota (cierto que ante Inglaterra y su poderoso aliado los Estados Unidos). Y tercero, por el olvido de los héroes por parte de la sociedad argentina en los décadas inmediatamente posteriores a la Guerra, por ignorar a aquellos que habían defendido a la Patria, por nuestra cruel indiferencia ante el recuerdo de los protagonistas de la Gesta, nuestros veteranos de guerra. Cuando los gritos entusiastas dejaron de ser los protagonistas de Plaza de Mayo, y de todas las plazas del país, fue el olvido el que marcó el ritmo de la cotidianeidad nacional.

Aquí no se pretende de ninguna manera analizar detenidamente el desarrollo del conflicto (que es muy poco conocido por las nuevas generaciones de argentinos). Tampoco es mi intención defender a tal o cual gobierno (aunque considero que la guerra, en buena parte, fue un conflicto inevitable debido a la prepotencia británica).

Mi objetivo es más importante: simplemente consiste en recordar, pues la derrota no da derecho al olvido, porque si de algo carecemos los argentinos es de buena memoria. Recordar todo lo que significó Malvinas, tanto lo bueno como lo malo, aprendiendo tanto de los errores como de los aciertos, tratando de comprender los sentimientos y las razones de nuestros soldados, recordando los gestos heroicos y el dolor de la guerra. Recordar, es cierto, pero no solo con la Razón sino también con el Corazón…

Hacernos uno con nuestros combatientes, hacernos combatientes nosotros mismos, recibir de ellos la antorcha del gesto patriótico y demostrar ser dignos herederos de su valor y heroísmo, esa es nuestra tarea…

Errores y desaciertos hubieron muchos, es cierto, pero de eso sí conocemos bastante. Pero de los Héroes, ¿Qué sabemos? ¿Conocemos sus nombres? ¿Tenemos alguna idea, aunque más no sea aproximada, de lo que sufrieron, del valor de su sacrificio?

Sólo nombremos a algunos de ellos, esperando que alguno de sus nombres quede grabado en sus memorias: Pedro Edgardo Giachino, el héroe mendocino del 2 de abril, el que forzó la rendición inglesa ese día a costa de su propia vida; José Daniel Vázquez, otro mendocino, uno de los mejores pilotos de combate de la guerra, muerto en el ataque al portaaviones Invencible; el perro Cisnero, un sargento de Comandos duro y valiente, legendario instructor de su especialidad, caído en un duro enfrentamiento con los ingleses; Roberto Estévez, un ejemplo de soldado, querido por sus subordinados y valiente como pocos, muerto por un francotirador, que hasta último momento siguió informando a sus jefes de los movimientos enemigos a pesar de haber sido herido ya dos veces. Tantos buenos argentinos, tantos buenos soldados.

Errores y desaciertos hubieron muchos, es cierto, pero de eso sí conocemos bastante. Pero de los Héroes, ¿Qué sabemos? ¿Conocemos sus nombres? ¿Tenemos alguna idea, aunque más no sea aproximada, de lo que sufrieron, del valor de su sacrificio?

A ellos los recuerdo con un corazón desbordante de dolor, pero también de orgullo, y les pido a ustedes que los recuerden, como lo que son: nuestros muertos, nuestros caídos, nuestros héroes.

 

Prof. José Tello – Prof. de Historia

ITES Instituto para la Transformación del Estado y la Sociedad
UN San Luis

 

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