
El Papa Francisco clausuró, este viernes 25 de octubre por la tarde, el itinerario «Reparar la brecha más allá de las desigualdades» durante la asamblea diocesana de Roma en la basílica de San Juan de Letrán. En su discurso, ofreció una sentida invitación a la comunidad, basándose en los testimonios compartidos por el periodista Marco Damilano, un abogado y una joven estudiante de la periferia de la ciudad que dedican su tiempo a atender a los necesitados.
El evento conmemoró el 50º aniversario de la conferencia sobre «La responsabilidad de los cristianos ante las expectativas de caridad y justicia en la ciudad de Roma», más conocida como «Los males de Roma», que tuvo lugar en febrero de 1974. El Pontífice fue recibido por el arzobispo, cardenal electo Baldo Reina, nuevo arcipreste de la basílica papal y vicario general de la diócesis. Allí se encontraban sacerdotes, laicos, religiosos, autoridades civiles y representantes ecuménicos. Los asistentes escucharon algunos cantos y lecturas de las Sagradas Escrituras.
En su extensa alocución, el Papa subrayó que en el corazón de la acción pastoral está la voluntad de llevar la Buena Noticia a los pobres, reparar los desgarros del tejido social y sembrar semillas de esperanza.
Los pobres son la carne de Cristo
Francisco reflexionó sobre las numerosas y profundas heridas que siguen afligiendo a la ciudad y manifestó su dolor en forma de pregunta destinada a interpelar a todos. Mencionó a las personas que viven en la calle, a los jóvenes que no encuentran trabajo ni casa y a los enfermos y ancianos que no tienen acceso a los cuidados. También tuvo presente a los «jóvenes que caen en la adicción y otras dependencias ‘modernas’, personas marcadas por la angustia mental que viven en el abandono o la desesperación»…
Para el Obispo de Roma, estas situaciones no pueden constituir solamente una estadística. Por el contrario, «son los rostros y las historias de nuestros hermanos y hermanas, y deben conmovernos y desafiarnos». Por dicho motivo, interrogó a los presentes:
Francisco recordó que Jesús no ofrece una solución mágica y lo que se necesita es simplemente llevar el mensaje del Evangelio. «Los pobres no pueden ser reducidos a números, problemas o, peor aún, algo a descartar», exclamó. En este sentido, agradeció el trabajo, a menudo silencioso, de quienes sirven a las personas más vulnerables. Incluso, planteó que debemos sentir el tema de la pobreza como una «urgencia eclesial», que se convierta en un «compromiso» y «una responsabilidad para todos siempre». En esta línea, pidió a los fieles hacerse presentes con los pobres y convertirse en signo de la ternura de Dios hacia ellos.
Ser audaces en la caridad
El Pontífice exhortó a no permanecer pasivos ante las abundantes contradicciones de Roma y llamó a promover un compromiso proactivo. Asimismo, animó a los fieles a establecer un diálogo constante con las instituciones y asociaciones, atreviéndose a la caridad, superando «el virus de la indiferencia» con «la paciencia del diálogo, sin prejuicios».
Francisco se mostró esperanzado de que el encuentro se tradujera «en algunos compromisos concretos, mensurables, orientados a esfuerzos comunes que nos ayuden a superar las desigualdades». No obstante, de momento dejó a todos la tarea de valorar más, «en su pastoral ordinaria y en la catequesis, la doctrina social de la Iglesia». El Papa considera que es esencial «formar las conciencias» en ella, «para que el Evangelio se traduzca en las variadas situaciones de hoy y nos haga testigos de justicia, paz y fraternidad».