Nuestra IglesiaSan Rafael

Mons. Mazzitelli: «Aprendamos a lo largo de nuestra vida a amar como Dios nos ama»

Monseñor Marcelo Mazzitelli, nuevo administrador apostólico de la Diócesis de San Rafael, celebró su primera Santa Misa en Catedral San Rafael Arcángel,

Monseñor Marcelo Mazzitelli dio inicio a su ministerio pastoral como administrador apostólico en la Diócesis de San Rafael y celebró su primera Santa Misa en Catedral San Rafael Arcángel. En su homilía hizo hincapié en que amar a los enemigos no es ingenuidad ni pasividad sino un signo de la victoria de Cristo en la Cruz. Luego analizó lo difícil pero necesario que es aprender a amar gratuitamente y a perdonar de corazón.

 

Homilía completa de Monseñor Marcelo Mazzitelli, Administrador apostólico de la Diócesis de San Rafael

 

Queridos hermanos, estamos en lo que es la predicación del Señor en la llanura. Muchos se han acercado, una multitud, porque todos querían escucharlo y hacerse curar. Todos querían tocarlo. No es difícil intuir los sentimientos del corazón de tantos que traían el misterio de su vida frente a quien encontraban con nueva autoridad, frente a aquel que encontraban la esperanza proclamada. 

La Palabra de Dios no es recuerdo de lo que pasó

Hoy nosotros estamos participando de esa multitud. La Palabra de Dios no es recuerdo de lo que pasó, sino presencia. Y hoy el Señor también se hace presente en su Palabra. Pero ya no es que nosotros queremos tocarlo. Él en su Palabra nos toca a nosotros. Él exhala en nuestro encuentro para sanarnos, para liberarnos. Las bienaventuranzas es la proclamación de una realidad presente en aquel que sufre pobreza, que sufre persecución, que llora su angustia. Algo que en el corazón de Dios no se hace sordo, sino que es vida que invita a una respuesta. No basta tener determinadas situaciones en la vida para ser discípulo, sino cómo las vivimos. Y esa promesa de plenitud que todos anhelamos. No olvidemos que somos peregrinos en esta historia, anhelando plenitud, anhelando abrazo. Pero ese camino significa para nosotros compromiso. Nuestra esperanza no nos distrae de nuestro presente, ni de ser testigos en él. Y hoy la Palabra de Dios nos pone enfrente mucho más que actitudes en el camino. Mucho más que respuestas morales en el camino. En primer lugar, el Señor, que compasivamente se acerca a nosotros. No solamente a aquella multitud, sino a nosotros.

Amar al enemigo no es ingenuidad ni pasividad

David, teniendo la oportunidad de cerrar esa persecución, no toma una vida, no se une a la violencia de Saúl, sino lo que lo reconoce como un ungido de Dios. Creo que es necesario que nosotros miremos los sentimientos de nuestra sociedad, inclusive los sentimientos de nuestro propio corazón. Duele ver tanta violencia. Violencia verbal, violencia política, resentimientos, odio. Aquellos que se cubren con cobardía despersonalizada, escudándose en un anonimato. El deseo del fracaso de los otros para sostener poder, sin importar que es la ruina de todos. Esa violencia.

Pero en nuestro corazón, ¿cómo nos acercamos a la realidad? ¿Cómo vivimos todas estas situaciones? ¿Qué es lo que expresamos, a veces no dicho, pero sentido? Cuando el Señor nos pide que amemos al enemigo, que pongamos en la otra mejilla, no es una invitación a una ingenuidad, ni siquiera a una pasividad humillante. Significa la proclamación de la victoria de Jesús en la cruz, donde la violencia es vencida en la misericordia y en el perdón. Jesús no se baja de la cruz porque es hijo, y Jesús no se baja de la cruz porque es hermano. Y su muerte, padeciendo el mal, padeciendo el sufrimiento, y tal vez el sufrimiento más hondo que unos clavos en sus manos, sino que es el sentimiento de descubrir que el amor no es amado, vence en su silencio para que cante el triunfo de la vida, del amor y del perdón. Por eso, frente a la violencia, quien no responde con violencia, da una oportunidad para vida nueva y conversión. Muchos testimonios de santidad nos los expresaron, como San Maximiliano Kolbe, muerto en un campo de concentración nazi, o un Mandela, con una vida torturada y perseguida, que supo reconstruir una nación en una memoria con perdón. Lutherking, hombres que, de buena voluntad, se hicieron testigos del reino.

Yo recuerdo una mujer, y la pongo como ejemplo, de esa santidad de la puerta de al lado que nos habla Francisco, que un hijo sacerdote falleció consumido por un cáncer, y le quedaba un hijo. Y ese hijo fue asesinado, era colectivero, fue asesinado en una acción delictiva. Esta mujer no se encerró en su dolor, sufrió y le duele, sino que se dedicó a servir a la pastoral carcelaria, haciéndose instrumento de perdón a aquellos mismos que le arrebataron un hijo. Estos son los testigos del reino, estos son los que transitan y caminan en la esperanza, lo señalado por el Señor.

Amar gratuitamente

Y dos realidades más que nos pide el Señor hoy, amar gratuitamente. Hoy los afectos parecen mercantilizados, en donde todo tiene valor si produce, también los afectos se miden desde ahí. Cuando nosotros estamos invitados a amar sin esperar nada de retribución, es amar con libertad, es tomar la iniciativa de un amor gratuito, porque así somos amados.Como decía Santa Teresita de Jesús, no basta con amar, hay que demostrarlo. Una sociedad en donde se reconoce al que produce, a aquellos que descartan, a los que son en un silencio impotente, los que sufren atrapados en una pobreza sin oportunidades. Esto significa darlo todo, porque nosotros hemos encontrado todo en nuestro Señor.

El camino del perdón

Y por último, el Señor nos señala el perdón, camino dificilísimo, camino muchas veces no entendido, pero sólo lo podremos entender y sólo podremos vivir la alegría de vivirlo y de celebrarlo en nuestra vida cuando no dejamos de reconocernos como pecadores perdonados, somos nosotros, queridos hermanos, una comunidad de pecadores perdonados. So pena de caer en el fariseísmo de creernos superiores a los demás. El perdón es un don y es creador. Quien se sabe perdonado por Dios y por los hermanos, sabe que su corazón es nuevo, sabe que su corazón no es juzgado, sino que es abrazado. Miremos a Zaqueo, a la Adúltera o a ese publicano en la oración en el templo. No hay que esperar que nos pidan perdón. No hay que esperar a la humillación del otro. Está en la iniciativa de ser testigos de lo que hemos recibido, testigos de la misericordia de Dios.

Todo esto se hace síntesis hacia el final del Evangelio. Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso. Que amemos como el Señor nos ama, en una medida abundante. Que aprendamos a lo largo de nuestra vida a amar como Dios nos ama, a amar amando sin medida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba