Nuestra Iglesia

Francisco: En las desilusiones y las derrotas, Jesús ilumina los acontecimientos

El viaje de los discípulos de Emaús, al final del Evangelio de san Lucas, es una imagen de nuestro camino personal y del camino de la Iglesia”. El Papa Francisco comenzó así su homilía en la santa misa que presidió en la mañana de este jueves 28 de julio en la Basílica de Santa Ana de Beaupré, en el quinto día de su “peregrinación penitencial” a Canadá.

El templo, que está ubicado en el municipio homónimo, a orillas del Río San Lorenzo, es el lugar más antiguo de peregrinación de América del Norte. Declarado santuario nacional, recibe cada año cerca de un millón de visitantes.

El Pontífice añadió que, “en el curso de la vida –y de la vida de fe-, mientras llevamos adelante los sueños, los proyectos, las ilusiones y las esperanzas que viven en nuestro corazón, enfrentamos también nuestras fragilidades y debilidades, experimentamos derrotas y desilusiones, y tantas veces nos paraliza”. Luego, introdujo un matiz y acotó que “el Evangelio nos anuncia que, precisamente en ese momento, no estamos solos, el Señor sale a nuestro encuentro, se pone a nuestro lado, recorre nuestro mismo camino con la discreción de un transeúnte amable que nos quiere abrir los ojos y hacer arder nuestro corazón”.

“Así, cuando las decepciones dejan espacio al encuentro con el Señor, la vida vuelve a nacer a la esperanza y podemos reconciliarnos, con nosotros mismos, con los hermanos, con Dios”

Del fracaso a la esperanza

El Sucesor de Pedro propuso continuar un itinerario de ese camino que, según dijo, se podría titular: “Del fracaso a la esperanza”. Primeor, desarrolló el sentimiento de fracaso, “que anida en el corazón de estos dos discípulos después de la muerte de Jesús”. Y explicó: “Habían perseguido un sueño con entusiasmo. En Jesús habían puesto todas sus esperanzas y sus deseos. Ahora, después de la escandalosa muerte en la cruz, le dan la espalda a Jerusalén para volver a casa, a la vida de antes. El suyo es un viaje de regreso, como queriendo olvidar aquella experiencia que ha llenado de amargura sus corazones, aquel Mesías condenado a muerte como un delincuente en la cruz. Vuelven a casa abatidos, «con el semblante triste» Lc 24,17). Las expectativas que se habían creado quedaron en nada, las esperanzas en las que creyeron se desmoronaron, los sueños que habrían querido realizar dejaron paso a la desilusión y a la amargura”.

Francisco consideró que la experiencia del fracaso “atañe también a nuestra vida y, del mismo modo, al camino espiritual, en todas las ocasiones en las que nos vemos obligados a redimensionar nuestras expectativas y aprender a convivir con la ambigüedad de la realidad, con las sombras de la vida y con nuestras debilidades”. 

Huir no, sino afrontar los problemas 

El Papa se detuvo en la tentación de la huida, que está presente en los dos discípulos del Evangelio, dijo. “Deshacer el camino, escapar del lugar donde ocurrieron los hechos, intentar que desaparezcan, buscar un “lugar tranquilo” como Emaús con tal de olvidarlos”, reflexionó.

“No hay nada peor, ante los reveses de la vida, que huir para no afrontarlos. Es una tentación del enemigo, que amenaza nuestro camino espiritual y el camino de la Iglesia; nos quiere hacer creer que la derrota es definitiva, quiere paralizarnos con la amargura y la tristeza, convencernos de que no hay nada que hacer y que por tanto no merece la pena encontrar un camino para volver a empezar.”

Solo hay un camino: la vía de Jesús 

El Obispo de Roma exhortó a partir con fe el Pan eucarístico, “porque alrededor de la mesa podemos redescubrirnos hijos amados del Padre, llamados a ser todos hermanos. Jesús, partiendo el Pan, confirma el testimonio de las mujeres, a las que los discípulos no habían dado crédito, que ¡ha resucitado!”. 

Bergoglio enfatizó que, “en el centro de nuestras preguntas, de los trabajos que llevamos dentro, de la misma vida pastoral, no podemos ponernos a nosotros mismos y nuestras frustraciones, debemos ponerlo a Él, al Señor Jesús. En el corazón de cada cosa pongamos su Palabra, que ilumina los eventos y nos restituye ojos para ver la presencia eficaz del amor de Dios y la posibilidad del bien incluso en las situaciones aparentemente perdidas”. 

Fuente: Vatican News

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