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Mons. Domínguez: “Contamos con un compañero de camino puesto por Dios que nos infunde confianza y seguridad”

Mons. Domínguez en su homilía de la fiesta patronal de San Rafael Arcángel remarcó la importancia de agradecer la protección de nuestro patrono, el arcángel San Rafael, y pedirle que lleve nuestras peticiones y alabanzas a Dios.

Mons. Domínguez en su homilía de la fiesta patronal de San Rafael Arcángel remarcó la importancia de agradecer la protección de nuestro patrono, el arcángel San Rafael, y pedirle que lleve nuestras peticiones y alabanzas a Dios. También nos invitó a preparamos para el jubileo del año 2025, que será un año de reconciliación, conversión y solidaridad. El Papa Francisco nos pide que los dos años previos sean de preparación, enfocándonos en el redescubrimiento de la doctrina del Concilio Vaticano II y la oración. Insistió en que debemos enfocarnos en amar a la Iglesia y no caer en divisiones y polarizaciones. Nos invitó a renovar nuestro compromiso misionero y organizar encuentros de formación y estudio sobre las cuatro constituciones del Concilio Vaticano II.

A continuación compartimos el texto de la homilía completa.

Queridos hermanos, un año más nos reunimos como iglesia a agradecer la angélica protección de nuestro patrono, el arcángel San Rafael a él queremos pedirle que lleve hasta el trono de Dios nuestras peticiones y alabanzas, nuestra acción de gracias y nuestras súplicas y que renueve su protección sobre nuestro pueblo, sobre nuestra ciudad y departamento y sobre toda nuestra iglesia particular.  

Escuchamos en la primera lectura como el mismo San Rafael cuenta a Tobit y a su hijo Tobías que él estuvo siempre junto a ellos cuando rezaban o hacían obras de misericordia y cómo fue medicina de Dios para curar la ceguera de Tobit y la maldición de su nuera Sara, también nosotros creemos y proclamamos que San Rafael está junto a nosotros cada día en cada circunstancia de nuestras vidas aunque muchas veces no seamos conscientes de ellos y no nos demos cuenta. Los sanrafaelinos contamos con un compañero de camino puesto por Dios que nos infunde confianza y seguridad. Hoy acudimos a él para pedirle que no nos suelte de la mano y que interceda ante el trono de Dios por nosotros nuestra fiesta diocesana. Hoy tiene una connotación particular. 

Jubileo 2025:  peregrinos de la esperanza

En el 2025 viviremos el año del jubileo y desde hoy comenzaremos una preparación profunda como nos pide el Papa Francisco.El jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia espiritual, eclesial y social en la vida de la iglesia y el pueblo de Dios siempre lo ha vivido como un don de la gracia el jubileo es el año de la reconciliación, la conversión, la penitencia sacramental y en consecuencia de la solidaridad, la esperanza, la justicia del compromiso de servir a Dios junto a los hermanos con gozo y paz. Se llama año santo no solo porque se inicia, se desarrolla y concluye con solemnes ritos sagrados sino porque está destinado también a promover la santidad de vida, en efecto, ha sido constituido para consolidar la fe, propiciar las obras de caridad, la comunión fraterna en el seno de la iglesia y en la sociedad e invitar y motivar a los creyentes a hacer una profesión de fe más sincera y coherente en Cristo, único Salvador. 

El lema del jubileo del 2025 es “peregrinos de la esperanza”. El Papa Francisco ha pedido que los dos años anteriores sean de preparación a este jubileo. Muchos de los que están aquí, que no tienen 25 años, nunca vivieron en sus vidas un año jubilar, sacando el año extraordinario de la misericordia del 2016, pero estos años santos cada 25 años tienen una connotación especial y el Papa Francisco quiere que este año, el primero sea dedicado al redescubrimiento de la doctrina del Concilio Vaticano II y el segundo, el año que viene, a la oración, por tanto el resto que nos queda de este año 2023 será un momento de crecimiento en la fe que nos ayude a progresar en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio a todos en sus cuatro constituciones el Concilio Vaticano II.  

La enseñanza del Concilio Vaticano II

Ha marcado un nuevo desarrollo en la enseñanza bimilenaria de la Iglesia permitiendo que el futuro pueda ser iluminado con la profundidad e intensidad de este magisterio. Es tiempo de redescubrir la belleza de esta enseñanza que aún hoy estimula la fe de los cristianos y los llama a ser más responsables y presentes en ofrecer su propia contribución al crecimiento de la humanidad entera. Tomar de nuevo en nuestras manos estos textos conciliares es signo de vitalidad y fecundidad de la Iglesia la renovación de las comunidades y el compromiso de conversión pastoral pasan necesariamente por hacer nuestra la lección del Vaticano II, la centralidad de la palabra de Dios, la constitución dogmática Dei verbum,  fundamento de la revelación cristiana, la renovación de la liturgia Sacrosanctum Concilium,  expresión del servicio sacerdotal de todos los bautizados la conciencia de ser pueblo de Dios en camino hacia la Jerusalén celestial la Lumen Gentium, y la necesidad de compartir las alegrías y las esperanzas de toda la humanidad y sobre todo de los pobres,  la Gaudium et Spes. Estas son las etapas fundamentales por recorrer para que la Iglesia sepa y demuestre que está viva y que se renueva y perfecciona en su camino de santificación 

Asumir la enseñanza del concilio nos tiene que llevar a crecer en nuestro amor por la Iglesia porque el concilio no tuvo otro objetivo que, manteniendo intacta la verdad de Jesucristo, la Iglesia creciera en el amor a su Señor. Fue para reavivar su amor a la Iglesia, su amor que la Iglesia por primera vez en la historia dedicó un concilio a interrogarse sobre sí misma a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor,  se redescubrió como pueblo de Dios, cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo. 

Redescubramos el concilio para volver a dar la primacía a Dios y a lo esencial, a una Iglesia que esté loca de amor por Jesús y que ama a todos los hombres. Una Iglesia que sea libre y liberadora. El concilio indica a la Iglesia esta ruta, la hace volver como Pedro en el Evangelio a Galilea, a las fuentes de su primer amor para redescubrir en sus pobrezas la santidad de Dios. Una Iglesia enamorada de Jesús no tiene tiempo para conflictos, venenos y polémicas. La Iglesia no celebró el concilio para contemplarse sino para darse, en efecto nuestra Santa Madre jerárquica que surgió del corazón de la Trinidad existe para amar, es un pueblo sacerdotal que existe para servir al mundo porque amar es servir sin pactar con el mundo o mejor dicho con la mundanidad. 

San Juan XXIII y los profetas de calamidades

Tenemos que saber discernir las estrategias para servir lo mejor desde la fe, eso se llama compromiso y ya lo advertía el Papa Juan en el discurso de apertura del concilio Vaticano II. Estas son palabras de Juan XXIII: nos parece justo discernir los profetas de calamidades, ellos no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina van diciendo que en nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando y se comportan como si nada hubieran aprendido de la historia que sigue siendo maestra de vida y como si en el tiempo de los precedentes concilios ecuménicos todo hubiese procedido con un triunfo absoluto de la doctrina y de la vida cristiana y de la justa libertad de la iglesia. Esos profetas de calamidades los hubo antes y después del concilio y tristemente los sigue habiendo y déjenme decirles algo con firmeza,  no los escuchen, autoconstituidos en defensores de la verdad lo opacan con sus ideologías y solo aportan confusión y división, no los escuchen. 

El concilio nos recuerda que la iglesia a imagen de la Trinidad es comunión. El diablo en cambio quiere sembrar la cizaña de la división. No cedamos a sus lisonjas, no cedamos a la tentación de la polarización. Cuántas veces después del concilio los cristianos se empeñaron por elegir parte de la Iglesia sin darse cuenta que estaban desgarrando el corazón de su madre, cuántas veces se prefirió ser hinchas del propio grupo más que servidores de todos progresistas y conservadores antes que hermanos y hermanas de derecha o de izquierda, más que de Jesús erigirse como custodios de la verdad o solistas de la novedad en vez de reconocerse hijos humildes y agradecidos de la santa madre Iglesia. El señor no nos quiere así.

En Pentecostés cuando nació la iglesia, el Espíritu no creó bandos y etiquetas sino comunión. Como el papa Juan rezaba y repetía, abramos hoy las ventanas de nuestra iglesia y de nuestro corazón para que el aire fresco del espíritu nos lleve donde quiera, que el aire fresco del espíritu nos lleve donde quiera y por favor no convirtamos este aire fresco del espíritu en un aire acondicionado, que el mismo espíritu renueve nuestro amor por la Iglesia, que como comunidad diocesana sintámonos empujados a cantar en nombre del amigo un canto de amor a su viña con nuestras vidas y testimonio porque como decía San Agustín nadie puede amar a Dios como padre si desprecia a la iglesia como madre,  y en este crecimiento y maduración en la fe que nos permita adentrarnos en el magisterio del Concilio Vaticano II. Renovemos nuestro compromiso misionero y así nuestra fe se convertirá en misión.

Pido a todas las comunidades de la diócesis en lo que resta de este año que organicen encuentros de formación y estudio sobre las cuatro constituciones del Concilio Vaticano II. Desde el Dicasterio para la Evangelización se han elaborado 35 folletos de difusión de estos documentos. A todos ellos se puede acceder por internet. Les deseo a todos una buena preparación para el Jubileo del año 2025, el año que viene el 24 de diciembre, si Dios quiere estaremos comenzando el año santo. Que San Rafael bendiga nuestra diócesis y nos acompañe en el camino. Que así sea

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