
El testimonio de conversión de la hermana Clare (que ella misma narraba con talento por sus dotes de actriz y con alegría contagiosa) ya era célebre antes de su trágica muerte y su influencia creció en los años posteriores.
Uno de los últimos comentarios sobre su historia procede del filósofo Fabrice Hadjadj, quien lo utiliza para mostrar los sórdidos lugares donde puede llegar a actuar la gracia para ir en busca de la oveja perdida.
De las profundidades del retrete surgió una pregunta para Clare
Si queréis huir del Eterno, evitad los lugares de perdición. Mejor escondeos en una sede episcopal o en una cátedra de teología, tan seguros de vuestra bondad, verdad y salud a todos los niveles, que no se os ocurra abrirle la puerta al médico. Pero ¡cuidado con las discotecas! Cuidado con esos lugares donde el ruido, el alcohol y el desenfreno os rodean como lobos y cerdos. Es allí donde el buen pastor buscará a la oveja perdida. Es por ella, que se pierde por caminos espinosos, por quien deja a las otras noventa y nueve.
La «amiga» de Clare la ha acompañado a los aseos del Twenty Two… o quizá del Legg’s o del Sugar: a esas horas, después de tragar tantos tequilas, uno no sabe muy bien en qué discoteca de Dublín o de cualquier otro lugar ha irrumpido. Estamos en algún lugar de la tierra, en los servicios de una discoteca, esa es la única certeza. Mientras espera, la «amiga» se mira en el espejo que hay sobre el lavabo, se ajusta el peinado y se vuelve a pintar los labios. De vez en cuando se pone de perfil o adelanta la boca para lanzar un beso al vacío. Sus labios se retuercen como un gran gusano en un anzuelo: «Liam no podrá resistirse a este cebo. Y si no es Liam, será Connor… Clare, ¿qué demonios estás haciendo?». La «amiga», que hasta ese momento sólo había estado hablando para sus adentros, grita en voz alta: «¿Qué pasa? ¿Aún no has terminado?».
Un extraño viaje a España
Entre los estudiantes de las facultades universitarias, ya sean de Ingeniería o de Economía y Comercio, existe esa fraternidad que se intensifica en los lugares donde se vomita. Se bebe, se bromea, se gesticula con todo el mundo, pero quien nos acompaña a los aseos a vomitar y luego nos tiende un pañuelo desechable para secarnos… ¡ése es un hermano o una hermana! El rito del bautismo se hace así, regurgitado.
En este caso, la hermana de vomitorium ha utilizado un pañuelo de papel para secarse el rímel. Tiene otro preparado para Clare, que está arrodillada detrás de la puerta, con la cabeza inclinada sobre la taza del retrete. Clare ya no es estudiante. A los 15 años ya era presentadora de un programa para adolescentes en Channel Four, y actriz a los 19 años. Tuvo un papel en Sunday, un largometraje sobre el Domingo Sangriento [de 1972], en el que veintiséis manifestantes murieron a manos de soldados británicos en el barrio de Bogside, en Derry. Procede de allí, de una familia irlandesa «católica», es decir, que no va a misa ni sigue la moral de la Iglesia, pero lucha por una Irlanda unida contra los «protestantes».
Dos años antes, una amiga, no de discoteca sino de verdad, Sharon, le había propuesto ir a España con ella: el viaje era gratis. Clare pensó en el sol, los guapos chicos del sur, la loca vida nocturna de Ibiza (había oído hablar de Pachá y Amnesia). El día de la salida descubrió consternada cómo se habían preparado las otras chicas para el viaje: cada una llevaba un rosario. Lo que Clare había tomado por una excursión es una peregrinación de Semana Santa: demasiado tarde para echarse atrás. Bueno, después de todo era gratis: disfrutaría del paisaje.
Las religiosas del Hogar de la Madre son demasiado simpáticas para no parecer un poco ridículas, con sus grandes sonrisas ingenuas, como si no hubiera Domingo Sangriento ni discotecas. Durante el oficio del Viernes Santo, se sienta al fondo de la capilla esperando a que termine. Espera la merienda y el momento en que pueda encender uno de esos cigarrillos cuyo humo la envuelve como el verdadero incienso del mundo, demostrando que es una chica lo suficientemente madura como para producir muchas cenizas.
En el momento de la Adoración de la Cruz, sin embargo, se deja llevar por la procesión y de repente piensa: «Si Él hizo esto y si murió así por mí, ¿qué haré yo por Él?«. Siente la llamada de otro amor.
Pero una vez que baja de la montaña y regresa a Irlanda, vuelve a asistir a las fiestas del Becerro de Oro.
De Dublín a Ecuador
Y ahora aquí está, con la cara vuelta hacia esta agua no bendita, ambas manos apoyadas en la tabla en forma de aureola sobre la que se sienta para encontrar alivio. Le gustaría vomitar. Le gustaría vomitarse. Y de pronto oye su voz, no la del «amigo», sino la del Verbo clavado en el fondo de nuestro asco: «¿Por qué sigues haciéndome daño?«. Él le ha hablado. Aquí, en el lugar de la perdición, le ha hablado. Y el retrete se convierte en confesionario, y el alba eterna se alza sobre la discoteca.
Todo se aclara para Clare: su corazón dice «sí» a la llamada que resuena por encima del estruendo de la pista de baile.
La llevará lejos de Dublín, hasta Ecuador. Allí morirá a los 33 años, como su Señor, por decreto del Cielo. Debido a un terremoto. Encontrarán su cuerpo junto a su guitarra. Su último acto habrá sido cantar las alabanzas de la Providencia, justo antes de que el techo de la casa cayera sobre ella y sus hermanas.
«¿Y bien, Clara? ¿Has terminado de gritar? Si no sales ahora, me vuelvo a bailar sin ti…». La «amiga» guiña un ojo al espejo. Liam la encontrará irresistible, eso seguro.