¿Es hipocresía? ¿Se trata de un peaje que pagar a una industria audiovisual entregada a la cultura de la muerte? ¿O hay un desgarro interior que explota en sus canciones más que en sus declaraciones políticas? El caso es que numerosos artistas de primer nivel defienden públicamente el aborto como un derecho, pero al mismo tiempo en sus canciones presentan su propia experiencia de haberlo hecho (o de haberlo inducido) como un momento horroroso y del que se arrepienten.
El activista provida Jonathon Van Maren cita varios ejemplos en un reciente artículo en First Things:
Canciones que dicen la verdad sobre el aborto
Desde la revocación de la sentencia Roe contra Wade, músicos y artistas de todo tipo han salido a expresar su furia. Lady Gaga dedicó el escenario de su gira Chromatica Ball al derecho al aborto. Rage Against the Machine destinó una parte de los ingresos de su gira a los grupos abortistas. Billie Eilish, que ya había despotricado en el escenario sobre el aborto tras la aprobación de la Ley del Latido del Corazón de Texas, dijo a sus fans que era «un día muy, muy oscuro para las mujeres en Estados Unidos». En el Festival de Glastonbury, la rapera Megan Thee Stallion lideró los cánticos de «¡Mi cuerpo, mi p… decisión!», y Phoebe Bridgers inició los cánticos al son de «¡Que se j… el Tribunal Supremo!». Y así sucesivamente.
El apoyo de la industria musical a la industria del aborto no es nada nuevo. En los años 90, la organización Rock for Choice canalizó la recaudación de los artistas en conciertos benéficos hacia grupos abortistas. La leyenda del rock Janis Joplin se convirtió en una benefactora económica de la clínica de Tijuana en la que ella misma abortado (un aborto chapucero). La madre de Frank Sinatra se ganó el espantoso apodo de Hatpin Dolly [la chica de la aguja] por su larga práctica de abortos ilegales (aunque parece que su hijo quedó destrozado al descubrir que su esposa Ava Gardner había abortado a dos de sus hijos). Al fin y al cabo, decir rock and roll es una forma de hablar de sexo, pero son los bebés los que pagan el precio principal del amor libre.
Teniendo en cuenta el apoyo de la industria musical al aborto, es revelador considerar cómo los artistas y otros miembros de la industria retratan realmente la experiencia. Unos cuantos son crueles, incluso malvados: en su biografía, Marilyn Manson relató el aborto de su hijo en términos gráficos, describiendo cómo el médico «arrancaba el cerebro de nuestro hijo con un par de fórceps». Pero la mayoría admite haber sentido depresión o incluso horror ante la experiencia. Steven Tyler, de Aerosmith, describió a un amigo el aborto con solución salina de su hijo: «Salió muerto. Me quedé destrozado. En mi mente pensaba… ¿qué he hecho?». Incluso Joplin admitió que se arrepentía de su aborto y que creía que eso había empeorado sus problemas psicológicos.
El trauma y el arrepentimiento son mucho más comunes de lo que se reconoce en el desafiante «¡Grita tu aborto!». Suzi Quatro admitió: «No podía quitarme de la cabeza en quién se habría convertido ese primer bebé… Cualquier mujer que haya pasado por un aborto y te diga que no fue nada está mintiendo«.
Sharon Osbourne coincidió: «Ha sido lo peor que he hecho nunca… Aullé hasta el final y fue horrible. Nunca se lo recomendaría a nadie, porque vuelve a perseguirte. Cuando intenté tener hijos, perdí tres; creo que fue porque me pasó algo en el cuello del útero durante el aborto».
En efecto, la propaganda política puede engañar, pero el arte derivado de la experiencia rara vez lo hace. Madonna, una feroz activista del aborto, declaró a Time en 1996 que se arrepentía de haber abortado, aunque en aquel momento creía que su estilo de vida era incompatible con la maternidad. En su éxito de 1986, Papa Don’t Preach, canta sobre una chica a la que se presiona para que mate a su hijo, y describe a la futura madre como alguien que trata de defenderse: «Papá, no prediques, estoy metida en un buen lío. / Papá, no prediques, he perdido el sueño. / Pero me he decidido, me quedo con mi bebé / Voy a quedarme con mi bebé».
El mensaje anti-aborto de Madonna en esta canción generó debate desde la salida del tema en 1986 (este vídeo está remasterizado).
La rapera Nicki Minaj ha confesado que se arrepiente de su aborto y canta sobre el bebé perdido en All Things Go: «Mi hijo con Aaron / habría cumplido dieciséis años en cualquier momento. / Así que en cierto modo siento que ambos son Caiah. / Es como si fuera el angelito de Caiah, a quien cuida» [Caiah es el hermano menor de Nicki, en cuya vida ve la de su hijo].
La cantante Beth Torbert, conocida por su público como Bif Naked, tituló una canción con el nombre de un bebé que abortó cuando tenía 18 años: «Espero que puedas perdonarme: Chotee, mi bebé, perdóname«.
En ‘Chotee’ la narrativa es muy clara. La madre se dirige a Chotee, el hijo al que abortó porque era joven y estaba confundida: «Yo no te quería porque él no me quería. Él no quería ser esposo, no quería ser padre».
Stevie Nicks, de Fleetwood Mac, también tituló una canción con el nombre del bebé que ella y Don Henley abortaron, Sara: «Espera un momento, mi niña. / Quédate conmigo un rato. / Dicen que me diste la luz / aunque nunca me hablaste del fuego».
Y Sinead O’Connor imaginó a su hija abortada perdida en My Special Child: «Pienso en mi pequeña, / su piel amarilla y sus rizos oscuros / y cuán helado estaba el corazón de su padre. / Hablé con ella y le dije: / ‘No lamentarás la madre que has elegido’. / Mentí. ¿Dónde está ella esta noche?»
Una de las representaciones más escalofriantes del aborto en una canción la tenemos en Bodies de los Sex Pistols. John Lydon escribió la historia después de que una fan mentalmente inestable se presentara en la puerta de su casa con un bebé abortado en una bolsa de plástico. En su autobiografía, cuenta que esta joven describió sus abortos con un detalle insoportable. Una línea de la canción resume lo que escuchó: «Pulsaciones retorcidas, gorgoteando en un desastre sangriento».
Mientras Estados Unidos entra en la era post-Roe y sus artistas se manifiestan a favor de la industria del aborto, ¿en qué debemos creer? ¿En sus eslóganes políticos, en sus cuantiosas donaciones y en sus cánticos profanos? ¿O en las verdades que nos dicen cuando cantan sobre pesadillas, dolor y añoranza? ¿Debemos creerles cuando nos dicen que el aborto es una cuestión de salud reproductiva, o cuando cantan a los niños y niñas perdidos que aún se aferran a sus corazones en los momentos de tranquilidad? Cuando los artistas hablan, nos dicen que el aborto es un derecho fundamental. Pero cuando cantan, nos dicen que cuando las canciones dan paso al silencio, el vacío que se abre es lo suficientemente grande como para tragarse vidas enteras.