Sociedad

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022

El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión fe y constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias han elaborado conjuntamente unos materiales para ayudar a la reflexión y para preparar las celebraciones del Octavario.

También, Monseñor Pedro Torres, presidente de la Comisión Episcopal de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones, escribió una los Equipos Diocesanos de Ecumenismo al comienzo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022.

“El Papa Francisco en muchas oportunidades nos ha invitado a adorar, particularmente desde su impactante homilía den la fiesta de Epifanía del 2020. También en la fiesta de la presentación del Señor 2022 en su homilía invito a que abracemos a Jesús como el anciano Simeón: “Pero debemos abrazar a Jesús en adoración y pedir ojos que sepan ver el bien y ver los caminos de Dios. Si acogemos a Cristo con los brazos abiertos, también acogeremos a los demás con confianza y humildad.

Entonces los conflictos no se agudizan, las distancias no dividen y se extingue la tentación de abusar y herir la dignidad de alguna hermana o hermano. ¡Abramos los brazos, a Cristo ya los hermanos! Ahí está Jesús'”, señala en la carta Monseñor Torres.

La carta completa

Al comenzar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2022 en el hemisferio sur, inspirados por esta cita bíblica que implica reconocer en la oscuridad de la historia y también la luz de la estrella de la esperanza, que nos pone en camino al encuentro con Jesús y entre nosotros, me permito compartirles algunos pensamientos que creo pueden ayudar.

Un franciscano, con estilo místico y poético, Eloy Lecrerc, en su libro sobre San Francisco “Sabiduría de un pobre”, pone en labios del santo esta expresión: ¡si supiéramos adorar!, como respuesta a la llamada de santidad que a veces entendemos mal, pensando que es con nuestras fuerzas que podremos vencer en las luchas interiores que vivimos. Allí Francisco dice que “el hombre que adora a Dios reconoce que no hay otro Todopoderoso más que El solo. Lo reconoce y lo acepta.

Profundamente, cordialmente. Se goza de que Dios sea Dios. Dios es, eso le basta. Y eso le hace libre”. Y agrega mientras camina, “si supiéramos adorar nada podría verdaderamente turbarnos: atravesaríamos el mundo con la tranquilidad de los grandes ríos” (pg. 113). La adoración es mucho más que un momento litúrgico, es más que la adoración eucarística, aunque este es un momento culminante.

El Papa Francisco en muchas oportunidades nos ha invitado a adorar, particularmente desde su impactante homilía den la fiesta de Epifanía del 2020. También en la fiesta de la presentación del Señor 2022 en su homilía invito a que abracemos a Jesús como el anciano Simeón: “Pero debemos abrazar a Jesús en adoración y pedir ojos que sepan ver el bien y ver los caminos de Dios. Si acogemos a Cristo con los brazos abiertos, también acogeremos a los demás con confianza y humildad. Entonces los conflictos no se agudizan, las distancias no dividen y se extingue la tentación de abusar y herir la dignidad de alguna hermana o hermano. ¡Abramos los brazos, a Cristo ya los hermanos! Ahí está Jesús.”

La SOUC 2022 nos ofrece la oportunidad de retomar estas invitaciones de Santo Padre por lo que les comparto,  para que sean puntos de meditación y estímulo para la adoración, los que nos dijo al comenzar el 2020: “Al inicio del año (6/1/2020) redescubrimos la adoración como una exigencia de fe. Si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada uno por su camino. De hecho,

  1. Adorar es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo.
  2.  Adorar es poner al Señor en el centro para no estar más centrados en nosotros mismos.
  3.  Es poner cada cosa en su lugar, dejando el primer puesto a Dios.
  4. Adorar es poner los planes de Dios antes que mi tiempo, que mis derechos, que mis espacios.
  5. Es aceptar la enseñanza de la Escritura: «Al Señor, tu Dios, adorarás» (Mt 4,10). Tu Dios: adorar es experimentar que, con Dios, nos pertenecemos recíprocamente.
  6. Es tratarle de “tú” en la intimidad, es presentarle la vida y permitirle entrar en nuestras vidas.
  7. Es hacer descender su consuelo al mundo. Adorar es descubrir que para rezar basta con decir: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28),
  8. y dejarnos llenar de su ternura.
  9. Adorar es encontrarse con Jesús sin la lista de peticiones, pero con la única solicitud de estar
    con Él. Es descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de gracias. Cuando
    adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la
    oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en
    la debilidad y valentía en las pruebas.
  10. Adorar es ir a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones
    que adormecen el corazón y aturden la mente. De hecho,
  11. al adorar uno aprende a rechazar lo que no debe ser adorado: el dios del dinero, el dios
    del consumo, el dios del placer, el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios. Adorar es hacerse
    pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en
    tener, sino en amar.
  12. Adorar es redescubrirnos hermanos y hermanas frente al misterio del amor que supera
    toda distancia: es obtener el bien de la fuente, es encontrar en el Dios cercano la valentía para
    aproximarnos a los demás. Adorar es saber guardar silencio ante la Palabra divina, para aprender
    a decir palabras que no duelen, sino que consuelan.
  13. La adoración es un gesto de amor que cambia la vida.
  14. Es actuar como los Magos: es traer oro al Señor, para decirle que nada es más precioso
    que Él; es ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; es
    presentarle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús
    que socorra a nuestro prójimo que está marginado y sufriendo, porque allí está Él. Por lo
    general, sabemos cómo orar —le pedimos, le agradecemos al Señor—, pero la Iglesia debe ir aún
    más allá con la oración de adoración, debemos crecer en la adoración.
  15. Es una sabiduría que debemos aprender todos los días. Rezar adorando: la oración de
    adoración.

Queridos hermanos y hermanas (dice Francisco), hoy cada uno de nosotros puede preguntarse: “¿Soy
un adorador cristiano?”. Muchos cristianos que oran no saben adorar. Hagámonos esta
pregunta. ¿Encontramos momentos para la adoración en nuestros días y creamos espacios
para la adoración en nuestras comunidades? Depende de nosotros, como Iglesia, poner en
práctica las palabras que rezamos hoy en el Salmo: «Señor, que todos los pueblos te
adoren». Al adorar, nosotros también descubriremos, como los Magos, el significado de
nuestro camino. Y, como los Magos, experimentaremos una «inmensa alegría» (Mt 2,10).

Los Saludo en Cristo, agradeciendo todo lo que hacen por construir puentes de diálogo y comunión, y
deseo que el Espíritu venga en ayuda de nuestra debilidad para que aprendamos a orar como conviene.
Un abrazo y una bendición

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