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Mons. Domínguez: «Sean fieles para que su ministerio sea creíble»

Mons. Domínguez en su homilía en la Santa Misa de ordenaciones sacerdotales, reflexionó sobre la mirada de Jesús que los neo sacerdotes deben incorporar en su ministerio.

Compartimos la homilía de Mons. Carlos María Domínguez, Obispo la Diócesis de San Rafael en la Santa Misa de Ordenación sacerdotal de Humberto Reche y Ezequiel Luján.

Compartimos el texto de la homilía completa:

Quiero decirles a todos que en esta celebración de ordenación presbiteral, Ezequiel y Humberto no son los protagonistas, sino que todos, todos estamos involucrados, de una manera o de otra. Ellos son aquellos que van a recibir ese don inestimable, un don exagerado por parte de Dios a su pueblo, como es el orden sacerdotal. También está involucrada la familia, que entrega a sus hijos de una manera generosa, que será bendecida, seguramente, a la iglesia. También están los sacerdotes, que yo pido para todos que este momento sea una renovación para nosotros, de nuestra ordenación sacerdotal, para renovar en nosotros el don que nos fue conferido por la imposición de manos. A los seminaristas, para que se les encienda la llama de la ansiedad de poder llegar al altar y servir a Jesús y a su pueblo. A los jóvenes que están aquí, que muchos han venido seguramente por cariño, por afecto, pero ojalá que Dios les toque el corazón. A todos ustedes, el pueblo de Dios, que rezan y mucho por los sacerdotes y por las vocaciones, porque la respuesta de Humberto y de Ezequiel son de alguna manera respuesta a la oración de ustedes. Y lógicamente también está involucrado el obispo, que es el que les va a dar el sacramento, y que también como padre corre un riesgo, porque puede fallar. Espero que no. 

Ser intermediario, intercesor entre Dios y los hombres

Qué lindo que hayan elegido para este día tan importante, si bien el más importante de la vida de un cristiano es el bautismo, ustedes no eran conscientes de lo que pasó ese día, por eso ahora se transforma este en el día más importante de sus vidas, al que van a venir y volver permanentemente con su mente, su corazón, su recuerdo, a este momento. Y digo qué lindo que en este día Jesús renueva para ustedes la oración sacerdotal, porque esa es la función principal del sacerdote, ser intermediario, intercesor entre Dios y los hombres; que hoy Jesús reza por ustedes dos, particularmente, porque él mismo le dice al Padre que a ustedes se les ha manifestado aquello que comenzó, aquel camino que comenzó de una manera temerosa y con alguna que otra seguridad y certeza, hoy llega al final subiendo al altar, o mejor dicho subiendo a la cruz para que Jesús baje al altar y comienza un camino nuevo, ya no van a ser los mismos, ya van a ser diferentes para toda la vida, porque se va a producir en ustedes una transformación en lo más íntimo de su ser, seguirán siendo quienes son, pero no con un añadido, sino con una, como digo, transformación radical y ya no podrán dejar de ser lo que hoy Dios les va a regalar. Y en esta oración Jesús le pide al Padre que los consagre en la verdad y ser consagrado es ser propiedad exclusiva de Dios. El corazón sacerdotal de ustedes tendrá que tener muchos rostros, muchas historias, muchas personas, van a tener que enjugar lágrimas, van a tener que consolar, van a tener que misericordiar, pero el corazón de ustedes va a ser siempre y exclusivamente de Dios, por eso van a poder abrir los brazos a todos para que no se cierren sobre ninguno. 

Pongan los ojos fijos en Jesús

En los diálogos previos y en este tiempo que hemos tenido de acompañamiento de ustedes, ustedes manifestaban que lo que más sienten en este momento es una gran indignidad. Claro, y es así, y por más fuerza que hagan no van a ser nunca dignos de esto, aunque el Padre Juan Pablo cuando le pregunté si eran dignos no me dijo que sí, me dijo que preguntó a otros y que bueno, que tal vez sí, pero yo lo que les pido que hoy en vez de centrarse en la indignidad de ustedes pongan los ojos fijos en Jesús, el autor y el consumador de nuestra fe, y para que su estilo de vida sacerdotal sea ese, el estilo de Jesús. 

Jesús es misericordioso y fiel

Hay dos características que pone la carta a los hebreos que eligieron en la primera lectura, pero no las dijo en la primera lectura, esta carta la meditamos durante el retiro, hay dos características del sacerdocio de Jesucristo, del estilo de ser sacerdotes como Jesús, dice la carta a los hebreos que Jesús es misericordioso y fiel, sumo sacerdote misericordioso y fiel, esas son las dos características del sacerdocio de Jesús y esas son las dos características que van a tener que vivir todos los días inclusive aún cuando haya problemas. Cuando la carta a los hebreos llama a Jesús fiel es porque tiene un crédito y una fiabilidad eterna. La confianza que inspira su sacerdocio es porque es misericordioso pero la fidelidad de Jesús también se basa en su entrega incondicional a Dios y a los hombres, por eso si quieren ser fieles y si quieren ser creíbles, si no quieren poner en descrédito el ministerio que hoy la iglesia les regala, sean fieles, sean entregados. Les preguntaba en algún momento a ustedes si se dieron todo durante el diaconado, si algo se habían reservado y la conclusión era que uno siempre se puede dar más por eso no se reserven nada, gástense y desgástense por el pueblo de Dios que hoy el Señor les confía. 

Como pastores es linda aquella parte de la canción pescador de hombres que dice que mi cansancio a otros descanse; así es la vida del sacerdote. Ser misericordioso que es lo que les va a dar crédito al ministerio. En Jesús a veces puede llegar a pensarse que no es del todo así porque, claro, él no tuvo pecado, entonces cómo va a poder compadecerse de los demás con su misericordia. Es que la misericordia de Jesús no se basa en que, como es igual a los hombres, los comprende; porque los hombres pecan. La misericordia de Jesús sólo se comprende también en la entrega generosa al Padre para tener el mismo corazón de Jesús, un corazón misericordioso, por eso miren a Jesús en su ministerio sacerdotal. El día que se empiecen a mirar a ustedes mismos y otra vez hagan hincapié en la indignidad que hoy sienten, se van a enredar, van a venir los problemas y se va a empezar a opacar la gracia que Dios les regala. 

Una mirada compasiva

Pongan los ojos en Jesús y tengan en su ministerio sacerdotal la mirada de Jesús y la mirada de Jesús básicamente la podemos dirigir, dividir en tres, en muchas, pero yo les quiero regalar tres aspectos de la mirada de Jesús

Uno que tengan una mirada compasiva como la que tuvo Jesús. Jesús nunca tuvo lástima del pueblo cuando vio que estaban heridos y agobiados como ovejas que no tienen pastor. Jesús no tuvo lástima. Jesús tuvo compasión como dice textualmente el evangelio que se le revolvieron las entrañas, como con ganas de querer cambiar esa situación y eso es un sentimiento que nace del puro amor y exclusivamente de eso. Si ustedes al pueblo lo ven como una carga que les trastoca la agenda, no van a ser compasivos. Pero la mirada compasiva de Jesús se adelantaba siempre a las necesidades del pueblo, él conocía bien el corazón de los hombres, por eso esa mirada compasiva los tiene que llevar a como dice el Papa en la Evangelii Gaudium, a primeriar siempre las necesidades del pueblo, de los otros.

El sacerdocio de Jesús es también un sacerdocio de cercanía. Él no está alejado, como ustedes tampoco pueden alejarse del pueblo, de lo contrario estarían siendo infieles al don que Dios les da. Esa mirada compasiva los lleva a ser cercanos y la cercanía les tiene que mover a la ternura que es el estilo que Dios tiene de pastorearnos. La ternura no es un sentimiento flojo nacido de una efectividad enredada, no. Si quieren saber y aprender, y yo creo que en su vida la han experimentado, la ternura de Dios mediten muchas veces los primeros versículos del capítulo 11 del profeta Oseas que es lo que Dios hizo con cada uno de nosotros. Les acabo de dar una cita bíblica que no se van a acordar nunca en su vida pero yo se las voy a hacer recordar , Oseas 11, por tanto esa mirada de compasión es una mirada cercana y una mirada llena de ternura. 

Una mirada misericordiosa

La segunda mirada de Jesús es una mirada misericordiosa lógicamente porque es un sacerdote misericordioso. En él la misericordia se transforma en entrega de amor, en ustedes también, pero el haber recibido la misericordia antes por Dios tiene que hacerles que el corazón y los ojos estén llenos de misericordia, mirar las situaciones complejas porque ustedes van a ejercer el ministerio sacerdotal en un mundo complejo. Tal vez antes puede llegar a ser que hubiera sido más fácil, hoy la cosa está complicada pero por eso van a tener que tener mirada misericordiosa también en las situaciones que nos toca vivir porque esa mirada misericordiosa les va a llevar a tratar de buscar soluciones en comunión y unidad, a no cargar las tintas en divisiones en famosas grietas sin hacer que ustedes como decía el evangelio que leímos que no son del mundo, están en el mundo y tienen que impregnar el mundo con el Evangelio de Jesús. Esa mirada los va a llevar a mirar las cosas como las mira Jesús.

Mirada de fraternidad

La última mirada de Jesús que tiene que ser la de ustedes también es una mirada de fraternidad. Ustedes no son solistas en el ministerio sacerdotal, ustedes hoy se van a incorporar a un colegio, al colegio presbiteral y como signo de esa incorporación, ellos les van a imponer las manos en señal de recibirlos entre ellos y en ellos van a encontrar hermanos que los acompañen que los aconsejen que los alienten que los animen también que los corrijan pero caminen en coro, caminen juntos, caminen sinodalmente como presbiteros colaboradores del orden episcopal. Yo le voy a hacer esta primera pregunta dentro de un rato, si están dispuestos a ser colaboradores, no se les pide que sean ni buenos gestores, ni tampoco líderes, ni tampoco que vayan por donde quieran por libre, se les pide que caminen juntos con sus hermanos sacerdotes. Yo los acompañaré siempre. Eso es ser sacerdote.

La alegría del ministerio es hacer felices a otros

Miren, salgan de acá no solamente con la alegría que sientan hoy, una alegría traicionada por nervios, pero díganle a todo el mundo que se encuentren cuando vayan pasando los días, los años, en este caminar sacerdotal que lo mejor, lo mejor que les ha pasado en la vida es que Jesús les haya regalado su sacerdocio y que ser sacerdote es hermoso y que han descubierto ustedes, como lo descubrimos nosotros que de esta manera y al estilo de Jesús se es feliz, porque saben que el estilo de Jesús no es la realización propia sino hacer feliz a los demás. Ahí van a encontrar la alegría del ministerio haciendo felices a otros y sobre todo metiéndoles con fuerza a Jesús en el corazón, sólo así van a ser verdaderamente padres. Sean muy fecundos en el ministerio sacerdotal. Dios no les pide éxitos, les pide fecundidad, sean muy fecundos para que cuando la gente les diga padre a ustedes les palpite un poquito más fuerte el corazón porque verdaderamente están viviendo la paternidad de Dios en el ministerio sacerdotal. Este es uno de los días más hermosos de la vida de un obispo donde no solamente me toca atajar penales sino que me toca engendrar nuevos sacerdotes en el nombre de Dios y de la iglesia. Sepan Ezequiel y Humberto, que para mí son mi corona y mi alegría. También en el día de hoy toda la iglesia de San Rafael hoy se siente bendecida por la entrega de ustedes dos, que como María descubran siempre las necesidades del pueblo y le vayan a decir a Jesús lo que les falta y como María díganle al pueblo lo que le dijo en las bodas de Cana, hagan lo que mi hijo les vaya diciendo. Gracias señor por la entrega de Ezequiel y Humberto, gracias a sus familias, bendecidas abundantemente y a nosotros, danos la capacidad de poder recibir en nuestra iglesia particular el don de la vida de Ezequiel y de Humberto. Que así sea.

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