Nuestra Iglesia

El Papa rezó por los que trabajan en la Cruz Roja

En el viernes de la cuarta semana de Pascua y en el día de la Súplica a Nuestra Señora de Pompeya, el Santo PAdre no omitió la jornada mundial de la Cruz Roja. “Hoy es el Día Mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Rezamos por las personas que trabajan en estas dignas instituciones: que el Señor bendiga su trabajo que hace tanto bien” dijo.

Luego en su homilía el Papa comentó el Evangelio de hoy (Jn 14,1-6) en el que Jesús dice a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. (…) Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes”.

“Tenemos muchas maneras de consolar, desde las más auténticas, desde las más cercanas hasta las más formales, como esos telegramas de condolencia: ‘Profundamente apenado por…’. No consuela a nadie, es una ficción, es el consuelo de la formalidad. Pero, ¿cómo consuela al Señor? Es importante saberlo, porque también nosotros, cuando tengamos que pasar por momentos de tristeza en nuestras vidas debemos aprender a percibir cuál es el verdadero consuelo del Señor”, subrayó Francisco.

“En este pasaje del Evangelio vemos que el Señor siempre consuela en la cercanía, con la verdad y en la esperanza”. Estos son los tres rasgos de la consolación del Señor. “En la cercanía, nunca lejos”. 

“Un segundo rasgo “de la forma de consolar de Jesús es la verdad: Jesús es verdadero. No dice cosas formales que son mentiras: ‘No, no te preocupes, todo pasará, no sucederá nada, pasará, las cosas pasarán…’. No. Dice la verdad”, explicó el Santo Padre.

“El tercer rasgo del consuelo de Jesús es la esperanza. “Dice: ‘Sí, es un mal momento. Pero no se turbe vuestro corazón: tengan también fe en mí’, porque ‘en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones’. ‘Voy a preparar un lugar para ustedes'”. 

“No es fácil  dejarse consolar por el Señor. Muchas veces, en los malos momentos, nos enfadamos con el Señor y no dejamos que Él venga y nos hable así, con esta dulzura, con esta cercanía, con esta mansedumbre, con esta verdad y con esta esperanza. Pidamos la gracia de aprender a dejarnos consolar por el Señor. El consuelo del Señor es verdadero, no engaña. No es anestesia, no. Sino que es cercano, es veraz y nos abre las puertas de la esperanza”.-

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