Espiritualidad

¿Qué regalarías por san Valentín? San José nos confiesa los 3 obsequios que él daría a María

¿Te parece descabellado pensar en que san José haría regalos de san Valentín a su Esposa? Bueno, en ese entonces no existía la fecha – ni ningún santo –, pero imaginemos por un momento qué pasaría si tuvieran la oportunidad de festejar juntos el Día de los Enamorados.

De hecho, se me ocurre que tal vez sí tenían su propio «Día de los Enamorados», aunque no cayera un 14 de febrero. Podría ser el aniversario de su compromiso, sus desposorios, de la fecha en la que José llevó a María a su casa.

Sigamos mirando a esta sagrada pareja.

No hay enamorado más enamorado que san José. Pensémoslo: cuando un novio mira a su novia, ¿cuántas veces habrá pensado «¡es perfecta!»? Y eso que, admitámoslo, nadie aquí en la tierra es perfecto. Sin embargo, san José podía decir esto sin exagerar un ápice.

Imaginemos por un minuto el momento en que José la habría mirado por primera vez, diciendo «¡con Ella quiero pasar el resto de mi vida!». Y ese amor no menguaría, sino que se fortalecería cuando María le propusiera una manera distinta, casta, inmaculada, de vivir esa relación; cuando Ella le comunicaría su promesa de permanecer enteramente entregada a Dios, Virgen.

Sí, ambos se querían. Mucho. Entonces, no me parece de locos pensar que él estaría deseoso de poder sacarle una sonrisa. De seguro era su propósito de cada día, ver esa sonrisa que embelesó a tantos santos que tuvieron el privilegio de ver a la Virgen.

De seguro en el Cielo hoy sí celebran el Día de san Valentín… así que podemos escuchar las recomendaciones del bueno de José, que nos confiesa cuáles fueron los regalos preferidos de su Esposa.

1. Un paseo al lugar preferido de Ella

Lo lindo de este regalo no es la vista de un lugar maravilloso. Aunque a la Virgen le gustaría contemplar la belleza de todo lo creado por el Altísimo, alabarle y agradecerle por tantas cosas lindas que Él crea para que nos deleitemos en ellas.

Pienso que lo mejor de este plan – y el motivo por el cual san José nos lo recomendaría – es que, en primer lugar, es una forma de dar el gusto al otro con algo sencillo. San José se henchiría de gozo al ver a su esposa contenta y Ella apreciaría el esfuerzo de él.

Es como si san José hoy nos dijera «¡vale la pena esforzarse o renunciar a uno mismo para complacer a quien más amamos!».

Además, es un tiempo a solas. Sin los clientes de la carpintería… o de cualquier trabajo que nos ocupa aproximadamente ocho horas al día. Un paréntesis entre las ocupaciones del día a día, para mirar solo a esa persona especial.

Y, por supuesto, es un tiempo compartido en una actividad que se sale de lo ordinario. Son esas las cosas que se recuerdan en los momentos felices… y en los difíciles. Los que renuevan la alegría de ese primer instante en que se vivieron y los que fortalecen en los momentos que nos derrumban un poco.

Aquí, es como si la Virgen dijera a Jesús: «Recuerdo cuando José me invitaba a pasear por aquel lugar que, increíblemente, aún florecía cuando no era su tiempo», «¿sabes? Él siempre me tomaba de la mano cuando caminábamos despacio», «ahora que él no está, qué lindo es recordar el tiempo que nos acompañó… siempre tan silencioso».

Y es como si algún día dijéramos a nuestros hijos: «Recuerdo cuando tu papá me llevaba al cine a ver los estrenos que tanto esperaba», «qué lindo momento vivíamos cuando paseábamos por aquel parque tan colorido», «¿sabes? Cada 14 de febrero, en lugar de regalos extravagantes por san Valentín, él siempre escogía aquel caminito que nadie más atravesaba, para redescubrir lo que lo hacía tan lindo y contarme cómo lo descubrió por casualidad».

2. Una cena sencilla y romántica (y él cocinaría)

No creo que en la casita de Nazareth hubiera mucha elegancia, pero de seguro José pondría algún detallito bonito en la mesa y prepararía a María algo rico. Como Ella se ocupaba de la casa todo el día… claro, era una oportunidad de servirle a la que tanto amaba servir a otros.

«Nunca te arrepentirás de servir a quien quieres», nos recomienda José. Y nos lo ha mostrado con su ejemplo, tanto atravesando ciudades y países a pie… como preparando una sencilla cena. A veces no se trata de hacer cosas difíciles o grandes – «¿Es que no ves que trabajo todo el día para mantener a la familia?» – sino las pequeñas – «Revisa tu almohada, te dejé un regalito» -.

Y, por supuesto, es un tiempo para dialogar. Para conocerse mejor, para entenderse mejor, para quererse mejor.

3. ¿Regalos de san Valentín costosos? Mejor prueba con una carta de amor

Sí, sí, sí… suena cursi. ¿Quién escribe cartas de amor hoy día? Tal vez enviar un sticker tierno por WhatsApp, pero… ¿cartas? Además, posiblemente te preguntes: «¿Esto es lo mejor que puedo pensar al buscar los regalos de san Valentín que mi novia o esposa se merece? (Tal vez ni le guste esta idea, tal vez piense que no se me ocurrió nada mejor, que me puse perezoso e hice algo improvisado a última hora)».

Pero, justamente por eso, es un detalle sorpresa. Uno que implica tiempo – pensar lo que se quiere decir, procurar una letra legible (para algunos solo esto será la mayor hazaña), rehacerla por completo si se cometió un error o un borrón – y que sale de lo más profundo del corazón.

Es un gesto de ese corazón que se abre y se muestra vulnerable. Que pierde esa «vergüencita» de hacer algo tan cursi.

Pero si hoy san José se presentara ante la Virgen sin regalos de san Valentín costosos, pero con un pedacito de papel cuidadosamente doblado, contándole que cuando la vio por primera vez pensó «¡con Ella quiero pasar el resto de mi vida!» … de seguro María lloraría de emoción. Luego guardaría con delicadeza cada cartita, en un lugar especial.

Y, con los años, cuando José ya no acompañara a Jesús y María, ambos se sentarían a cenar, Ella miraría la silla vacía de su esposo y le diría a su Hijo «¡era tan bueno!».

Y, en su interior y sin articular palabra, pensaría «¡lo extraño tanto!».

Fuente
https://catholic-link.com/
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