Testimonios

La Física le llevó del ateísmo al evangelismo: una Misa prohibida y «una señal», a la plenitud de fe

La travesía de Tony duró más de 30 años y concluyó en la Iglesia gracias a su pastor evangélico

Corría el año 1988 en Londres cuando la de Tony Wilson era una mentalidad profundamente cientificista, imbuida por el ateísmo y marcada por el convencimiento de que la ciencia era en sí misma una enmienda a la totalidad del espíritu religioso.

Un planteamiento que comenzó a cuestionar al terminar sus estudios universitarios de Física, cuando “Dios usó la belleza de las matemáticas y a un buen amigo” para llevarle, finalmente, del ateísmo al cristianismo evangélico.

Emocionado por el descubrimiento, Wilson se trasladó junto con su esposa Lisa a los alrededores de una red de iglesias londinenses no denominacionales de la que rememora “su visión, sus grandes líderes y un fuerte sentido misional“.

Vivió aquellos años como “algo emocionante”, feliz de creer que la multitud de denominaciones protestantes “tenían más en común que lo que las dividía”, así como un gran -pero aparente- consenso en los “puntos clave”. La web Premier Christianity ha recogido su testimonio.

Tony Wilson.
Tony Wilson.

Una Arcadia feliz que comenzó a desmoronarse al considerar la relevancia de algunas “cuestiones secundarias” como la naturaleza de salvación y la forma en que Dios la concede a los hombres.

Las dudas no hicieron sino aumentar al ponerse cada vez más en cuestión “el sentido llano” de las Escrituras para todos los creyentes que defendía su iglesia evangélica.

“¿Por qué, en ese caso, los cristianos sinceros, fieles e inteligentes llegaban a conclusiones tan diferentes?”, se planteaba.

En búsqueda de respuestas… desde los orígenes

Aquella sencilla pregunta le llevó directamente a la cuestión de si la variedad de doctrinas era la voluntad de Dios o si, por el contrario, querría unir a todos los cristianos “bajo una única y fiable autoridad en la Iglesia Católica“. En ese caso, su búsqueda de respuestas, especialmente a la relativa a la autoridad que podría suponer la fe católica, “comenzó a convertirse en una urgencia” y podría implicar que “algunas denominaciones se estuviesen alejando de una doctrina milenaria“.

Comenzó así un proceso de años de duración, en el que Tony profundizó en la figura de San Pablo y sus Cartas a Timoteo, sobre la necesidad de conservar y transmitir con fidelidad la tradición apostólica, los criterios que deben regir la elección de los ministros de la comunidad o la necesidad de combatir a los que enseñan “doctrinas extrañas”.

“Si los líderes de la Iglesia que sucedieron inmediatamente después a los apóstoles tuvieron el beneficio de comprender los Evangelios y las epístolas o escuchar predicar a sus autores, ¿no deberíamos encontrar la interpretación más precisa de la Biblia acudiendo al mensaje que dejaron?”, se planteaba.

Así, la lectura de Timoteo y San Pablo dio paso al estudio de  otros discípulos de los apóstoles como Clemente de Roma (30-99 d.C.), Ignacio de Antioquía (35-108 d.C.) o Justino Mártir y Policarpo (69-155d.C.), en quienes descubrió apóstoles “uniformes en su interpretación, profundamente católicos en su teología y con un profundo respeto por la Eucaristía”.

“Su eclesiología era distinta de lo que yo creía que era la Iglesia primitiva, como si se tratase de una asamblea suelta de iglesias que desarrollaban su propia comprensión sobre cómo leer [e interpretar] las Escrituras. Al contrario, los obispos custodiaban una única ortodoxia“, explica.

En este sentido, quedó impactado por el trabajo de la Iglesia primitiva de mantener la unidad de fe, “convocando concilios cuando existía el peligro de que surgiesen dos teologías contrarias”, logrando unas conclusiones que no ofrecían lugar a dudas: “O eras parte de la Iglesia o de los herejes“.

Hombre leyendo.
Fueron necesarios 30 años, docenas de libros leídos y miles de párrafos estudiados del Catecismo para que Tony se abriese a la fe: una señal fue suficiente para abrazarla.

Finalmente fue San Ireneo, obispo de Lyon, quien resolvió el germen de sus dudas, pues “cuando se enfrentó cara a cara con los gnósticos, atribuyó la uniformidad de la interpretación de la Biblia a la sucesión apostólica en línea con el obispo de Roma”.

“Algo extraordinario” en una Misa prohibida

Ante la ausencia de “denominacionalismo” ofrecida por este discurso, Tony comenzó a darse cuenta de que Jesús “tenía la verdadera intención de delegar su autoridad en Pedro, que su ejercicio debía apoyarse en los otros apóstoles y sucesores” y que esta autoridad “existió a lo largo de los siglos”.

Frenético, Tony investigó los aspectos de la doctrina católica que como evangélico consideraba “peligrosos” y descubrió que, “uno por uno, parecían tener un mejor origen bíblico que muchas de las cosas en las que había creído previamente”.

Como evangélico, se dio cuenta de que su vida de fe había sido hasta ese momento principalmente intelectual, pero como físico, “algo más, lo corporal”, comenzó a llamarle.

“Ahora podía ver un llamado más poderoso a la salvación como una experiencia comunitaria“, explica, especialmente ante la posibilidad de “ser parte del cuerpo místico” de Cristo.

“Llegado un punto me armé de valor para ir a Misa. Parecía ilícito pero [al hacerlo] pronto quedé sorprendido, estaba ocurriendo algo extraordinario y quienes participaban estaban teniendo un encuentro íntimo con Dios”, relata.

Aquello le mostró que Dios “no quería encontrarnos solo en nuestra mente”, sino que también “creó un universo físico y eligió encarnarse para que pudiéramos experimentarlo corporalmente”.

Lo que Tony presenció en la Misa contradecía  lo que le decían años y años de estudio y, a estas alturas, “había desdeñado cualquier espiritualidad al margen del evangelismo convencional”, convencido de que “la liturgia y oraciones prefijadas eran para personas que no conocían a Jesús personalmente”.

Gente en Misa.
Tras una vida preparándose para abrazar la fe en su mente, Tony necesitó un solo segundo en Misa para abrazarla a nivel personal. 

Listo para dar el salto

Pero mientras continuaba a sus grupos de oración evangélicos, cada vez se sentía más “cansado” de unas reuniones comunitarias en las que “la oración perfecta parecía tratar de buscar la aprobación de los presentes”, mientras que en el día a día su oración privada eran rápidas y huecas, “sin dedicarle tiempo de calidad al Señor” y lejos de lo que creía, cada vez más, que debería suponer, un “hábito profundamente arraigado que permita que el Espíritu Santo nos forme y nos lleve a una intimidad cada vez más profunda en Dios”.

Tras docenas de libros y los casi 3.000 párrafos del Catecismo leídos, Tony “estaba listo para dar el salto” y pronunció una sencilla pero directa oración: “Señor, si quieres que pertenezca a la Iglesia católica, es lógico pedir una señal.

La respuesta no tardó en llegar y fue especialmente revelador cuando fue a hablar con un pastor de su Iglesia con el que no había mencionado su inquietud: “El siguiente domingo, se acercó y me dijo que tenía una imagen de Dios que seguramente era para mí. Se trataba de una planta abandonada que, tras ser trasplantada, floreció. El pastor me dijo: `Creo que Dios quiere volver a plantarte´”.

La respuesta no pudo ser más reveladora y la decisión de Tony no tardó en llegar: tras casi un año recibiendo formación en su parroquia, hizo su primera confesión el Sábado Santo de 2019.

“Desde entonces me he acercado constantemente a Dios a través de mi amistad profunda con Jesús. Valoro mis raíces evangélicas como un tesoro, pero para mí, la Iglesia católica tiene una plenitud que no he podido resistir y la planta que se trasplantó florece ahora en su nueva maceta”, concluye.

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