Sociedad

Quién fue el empresario argentino que el Papa Francisco ha declarado Venerable

El Siervo de Dios Henry Ernesto Shaw nació en París (Francia) el 26 de febrero de 1921 en una familia aristocrática argentina. Al regresar a su tierra natal, a los cuatro años perdió a su madre y su padre encomendó la educación y formación de sus dos hijos primero a un sacerdote sacramental y luego al Colegio La Salle de Buenos Aires.

A los 16 años, el Siervo de Dios ingresó a la Marina y, el 23 de octubre de 1943, se casó con Cecilia Bunge, con quien tuvo nueve hijos. Aunque era una familia económicamente acomodada, todos vivían en un ambiente de austeridad y sobriedad.

En 1945, siendo un joven oficial naval, se fue a los Estados Unidos de América y allí sintió que Dios lo estaba llamando a evangelizar el mundo de los industriales al que pertenecía su familia. Con energía e iniciativa, apoyó a los trabajadores afirmando para juzgar a un obrero primero hay que amarlo . El tío materno de su esposa lo invitó a trabajar en la empresa familiar Cristalerias Rigolleau, de la que luego se convirtió en CEO. En tanto, formó parte de la Acción Católica y del Movimiento Familia Cristiano y, bajo el impulso del episcopado argentino, organizó, junto con otros empresarios, ayudas a Europa en la posguerra.

En 1952 fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa y promovió la Unión Internacional de Asociaciones Patronales Católicas y el Movimiento Empresarial Mundial Cristiano.

En 1957 le diagnosticaron un tumor maligno. A pesar de esto continuó en sus actividades, participando en conferencias, preparando conferencias, escribiendo artículos y un diario personal. También participó en la primera Junta Directiva de la Pontificia Universidad Católica Argentina y en la fundación del “Serra Club “.

En 1961 fue designado presidente de los Hombres de Acción Católica y participó en el Congreso Mundial de la Unión Internacional de Asociaciones Patronales en Chile y, ante el deterioro de su salud, se embarcó en un viaje a Fátima y Lourdes. A pesar de la precaria condición física, el Siervo de Dios mantuvo sus funciones de director y gerente y, en marzo de 1962, escribió una de sus preciosas obras: “… Y dominad la Tierra”.

Murió el 27 de agosto de 1962 en Buenos Aires (Argentina), a la edad de 41 años.

 

 

Heroicidad de las virtudes

La vida de fe del Siervo de Dios se caracterizó por la oración intensa y asidua, la participación en la Santa Misa, la vida sacramental regular, la profunda devoción eucarística y mariana, la adhesión absoluta al Magisterio, especialmente en el ámbito de la doctrina social. Tenía un celo extraordinario en la defensa y difusión de la fe católica, cuidando de ser capaz de orientar y apoyar concretamente la vida y las opciones de los creyentes, en su entorno familiar y laboral. Por eso, el compromiso del Siervo de Dios en la pastoral de la familia y en la pastoral del trabajo fue continuo e intenso, aun cuando la enfermedad comenzaba a limitar sus fuerzas. También fue notable su dedicación a la difusión de la fe a través de la buena prensa, con la “Casa del Libro”, que fundó y apoyó con un esfuerzo económico considerable y sin ánimo de lucro.

La heroica esperanza del Siervo de Dios resplandeció en cada momento de su vida. Se entregó plenamente, con el corazón abandonado, a la Divina Providencia, infundiendo en los demás su firme confianza en la ayuda divina, especialmente en situaciones de dificultad y tensión en la vida social y política de su país, así como durante su última enfermedad.

La virtud de la caridad hacia Dios y hacia el prójimo fue practicada constantemente y en grado poco común por el Siervo de Dios. Vivía en la presencia del Señor, hablaba a menudo de Jesucristo, lo amaba con todo su corazón y deseaba realizar su Reino y cumplir su voluntad. Con su vecino fue extraordinariamente generoso. Fue amado y estimado por todos los que lo conocieron y frecuentaron: familiares, colegas, trabajadores y empleados a su cargo, eclesiásticos y fieles laicos con quienes colaboraba en las obras de apostolado, en particular los hombres de Acción Católica. Fue muy caritativo con los pobres y con las familias que atravesaban momentos de dificultades materiales o morales, practicando las Obras de Misericordia de manera constante, voluntaria y heroica.

 

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