Sociedad

La devoción del Gral. San Martín por la Santísima Virgen

En el día que recordamos el Paso a la inmortalidad del General José de San Martín, es bueno recordar su devoción a la Virgen del Carmen

Pocos días antes de iniciar el cruce de los Andes proclamó a la Virgen del Carmen patrona del ejército; ceremonia que describieron Gerónimo Espejo y Damián Hudson. 

A las 10 junto a la iglesia de San Francisco se formó la procesión. Marchaban San Martín, de gran uniforme, con su brillante Estado Mayor y lo más granado de la sociedad mendocina. 

“Hubo misa solemne, panegírico y tedeum. Al asomar la bandera junto con la Virgen, el general San Martín le puso su bastón de mando en la mano derecha”, describieron los historiadores mendocinos.

Ratificó su devoción el 12 de agosto de 1818. “La decidida protección que ha presentado al ejército su patrona y generala, nuestra Madre y Señora del Carmen, son demasiado visibles. Un cristiano reconocimiento me estimula a presentar a dicha Señora el adjunto bastón como propiedad suya, y como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho ejército”.

Prácticas religiosas y militares

En el motín de Cádiz de 1808, siendo edecán del linchado general Solano, buscó asilo en una ermita de la Virgen. La turba, enfurecida, perdonó su vida, al ampararse en la Madre de Dios.

En el Regimiento de Granaderos a Caballo creado en 1812 por San Martín, dictó los reglamentos internos y estuvo en los detalles de su organización, incluyendo diaria y semanalmente las prácticas del buen cristiano: “Rezo de oraciones por la mañana luego de tocar diana y el Rosario todas las noches. Domingos y días festivos Santo Oficio de la misa por el capellán del Regimiento en la Parroquia del Socorro”.

En Mendoza, en el Ejército de los Andes, se oficiaba la misa en el campamento con un altar portátil que el propio San Martín solicitó a Buenos Aires en 1815. Frente al altar, el General y su Estado Mayor asistían al oficio y a la plática del Capellán Güiraldes.

“Todas estas prácticas religiosas se han observado siempre en el regimiento, aún mismo en campaña. Cuando no había una iglesia o casa adecuada, se improvisaba un altar en el campo, colocándolo en alto para que todos pudiesen ver al oficiante”. – Memorias del Cnel. Carlos A. Pueyrredón.

En carta que Belgrano le envió a Tucumán le aconsejaba: “La guerra no debe usted hacerla solo con las armas, sino afianzándose siempre, en las virtudes naturales cristianas y religiosas en la fe católica que profesamos, implorando a Nuestra Señora de la Merced nombrándola generala”.

 

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