En un diálogo telefónico con LA NACION, el padre Carlos cuestionó la arenga de Díaz-Canel, en la que llamó “al pueblo a enfrentar al pueblo” y reavivó enfrentamientos. Describió que la gente está mostrando su hartazgo y que “los cubanos tienen un master en paciencia y en desenvolverse en condiciones de muchas limitaciones”. La saturación, agregó, refleja “una frustración por la falta de proyectos y de sueños”
-¿Cómo está hoy la situación en Cuba?
-Nosotros estamos a 350 kilómetros de La Habana y a 500 kilómetros de Santiago de Cuba, los lugares más tumultuosos y tormentosos. Pero en la diócesis de Santa Clara la reacción fue fuerte. Yo estoy hace siete años y percibo un hartazgo de la gente. Los cubanos tienen un master en paciencia, en soportar y en desenvolverse aún en condiciones muy difíciles y de muchas limitaciones. Cuba tiene todo para ser un país rico y es un país pobre.
-¿El hartazgo es por la crisis social y económica o por la falta de libertades?
-La gota que rebalsó el vaso fue la falta de medicamentos. La gente no aguantó más. La escasez se nota. En el ánimo se ve la frustración de los sueños. Es una terrible crisis de esperanza, de proyectos. Nada tiene sentido, no vale la pena el esfuerzo, no vale la pena estudiar, no vale la pena trabajar… el único anhelo de los cubanos es irse del país.
-¿Por qué las reacciones surgen ahora?
-En enero pasado, el gobierno planteó un plan de reordenamiento económico y fue un fracaso. Quintuplicó los sueldos, pero fue una mejora ficticia, porque los productos aumentaron 20 veces. La presión de la olla explotó. Son reacciones populares que en algún momento iban a darse.
-¿El gobierno muestra voluntad de llegar a acuerdos?
-Hasta acá, no. La única reacción del gobierno fue la declaración del presidente Díaz-Canel, invitando a la confrontación de revolucionarios contra no revolucionarios, de comunistas contra el pueblo…Lo último que Cuba necesita es un enfrentamiento y un enfrentamiento sangriento.
-¿La tensión se mantiene con el correr de los días?
-Se mantiene, a pesar de que los cubanos son pacíficos. La gente tiene mucho miedo.
-Los obispos cubanos advirtieron que les preocupa “el inmovilismo”. ¿Es un llamado a salir a la calle, a la resistencia?
-Cuando hablan de inmovilismo le reclaman al gobierno que tome medidas. En una carta pública, los obispos pidieron evitar la confrontación de cubanos contra cubanos. Hay que evitar acrecentar las llagas y las heridas.
-¿Surgen reclamos por el ejercicio de la libertad y el acceso a la economía de mercado?
-Se ve en los carteles y en el ánimo de la gente. El pedido de los obispos es libertad y justicia, que en definitiva es lo que todos queremos. En eso el gobierno tiene deudas muy grandes. Hubo actos de apoyo al gobierno para contrarrestar estas manifestaciones y fueron muy pequeños, con gente que fue obligada, con amenazas de pérdida de empleo o descuentos de sueldos.
-¿Había expectativas de mayor apertura tras la salida de Raúl Castro y su reemplazo por Díaz-Canel?
-Sí y el propio Díaz-Canel afirmaba que era una nueva etapa, siempre dentro de una continuidad. Era la expectativa de todos los cubanos. Además, el endurecimiento de Estados Unidos hacia Cuba produjo un gran desaliento y eso el gobierno lo remarca siempre.
-¿Cómo es el manejo de la pandemia en Cuba?
-Hasta hace un mes se controlaba bastante, pero en las últimas semanas despertó con fuerza el Covid-19. Gran parte de la vida de Cuba depende del turismo y en este momento el turismo está paralizado. Las familias están desesperadas por la falta de recursos.
-¿Hay muchos contagios?
-Se venía controlando con unos 1000 contagios diarios y cerca de 10 muertos por día, si bien cada vida vale. Hoy los casos llegan a 6500 cada 24 horas y hubo jornadas con 40 muertos. Es una alarma grande.
-¿La pandemia impacta en las escuelas?
-Sí, es un lamento total. Los chicos están muy controlados y no pueden salir de sus casas, están encerrados. Internet es muy pobre y han hecho intentos de clases por televisión, pero con resultados limitados.
-¿Tienen acceso a vacunas?
-La información oficial es que el número de inoculados es alto, con Soberana y Abdala, las dos vacunas en experimentación. Acá no entraron vacunas de otro lado.
-¿Cómo se desarrolla en este contexto la tarea de la Iglesia?
-No tenemos problemas graves, más que pedir permisos para una procesión, por ejemplo. Los obispos han sido siempre una voz valiente. Pero no tenemos una radio, una escuela, un canal de televisión para hacernos escuchar. Hacemos nuestro trabajo de misión, casa por casa, boca a boca. La visita de Juan Pablo II en 1998 fue un antes y un después, de la noche a la mañana. Su presencia, su palabra y su fortaleza mostraron que la Iglesia en Cuba no estaba muerta y sepultada.
-¿Se mantienen restricciones para la libertad de enseñanza?
-Eso no existe.
Fuente: La Nación