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«Dios quería hablarme, me acepté y dejé atrás el Orgullo»: la reconversión que oculta el lobby LGBT

El Mes del Orgullo en 2025 ve menos apoyo; 43% de empresas Fortune 1000 reducen su apoyo, reflejando un cambio en la opinión pública.

Según las últimas encuestas, el 43 % de las empresas de Fortune 1000 -el millar con mayor volumen de facturación- están reduciendo su apoyo al Mes del Orgullo en 2025, el 60% de los estadounidenses ahora prefieren que las corporaciones se mantengan neutrales al respecto y el apoyo público al matrimonio igualitario ha disminuido del 71 % en 2022 al 68 % en 2025. Una diferencia especialmente acentuada entre el perfil de votante republicano, donde la caída es aún más drástica: del 55 % a tan solo el 41 % en los últimos tres años.

Buena parte de ese cambio de tendencia se debe a escándalos, a la toma de conciencia del adoctrinamiento, a los abundantes relatos de vidas rotas en el lobby -especialmente el transgénero- o la reelección de Trump como presidente y el fin del completo apoyo público al lobby LGBT. Pero también a la mayor presión que ejercen iniciativas civiles y asociaciones para reflejar la realidad de un estilo de vida y postulados que parecen ver su esperanza de vida y recorrido limitados al corto plazo. Cada vez son más los que abandonan la vida homosexual, los que regresan a sus orígenes heterosexuales o los que reniegan del lobby e industria homosexual, aunque mantengan dicha tendencia.

Frente a la «ideología destructiva» del lobby LGBT

Una de estas organizaciones es Ruth Institute, fundada por la doctora Jennifer Roback Morse, que este 2025 ha desarrollado una influyente iniciativa dedicada a reflejar la realidad más allá de las cámaras del Orgullo LGBT.

La campaña, bautizada como “Dejando atrás el orgullo”, busca en palabras de Roback “desafiar a la ideología destructiva del lobby LGBT” y ayudar a multitud de hombres y mujeres a “dejar atrás el Orgullo”.

“Nuestra campaña amplifica los poderosos testimonios de hombres y mujeres que se han alejado del comportamiento e identidad homosexual. Lo más importante es que muchas personas que alguna vez se identificaron como gais, lesbianas o transgénero han abandonado esa identidad. En algunos casos, han reinterpretado por completo sus propios comportamientos, pensamientos, sentimientos y compromisos políticos pasados”, explica Jennifer Roback.

Mientras la industria del Orgullo asiste a las guerras intestinas de quienes lo abandonan o desenmascaran, también la ciudadanía comienza a cuestionar sus objetivos y tácticas, especialmente las implicaciones de sus postulados en lo relativo a la fe, la familia o la realidad biológica.

Perdiendo custodias por no «afirmar»

“A la gente le repugna ver a padres perder la custodia de sus hijos por no «afirmar» su «identidad de género», constata Roback.

Muchos de los integrantes de la nueva campaña del Instituto Ruth no se definen siquiera como “exgais”, pues no consideran que el término “gay” o incluso el de “atracción por personas del mismo sexo” pueda describirles o fuese una identidad. Es por ello que hablan de sí mismos como personas que han dejado atrás el Orgullo o que han abandonado su identidad LGBT.

Muchos de los consultados y participantes en las campañas del Instituto Ruth incluyen relatos de transformación, sanación y fe, pero también desafían la “ideología destructiva” que afirma que la orientación sexual o la identidad de género “son permanentes”, afirma Roback.

“Estos valientes hombres y mujeres han dejado atrás el Orgullo, no solo metafóricamente, sino literalmente. Se arriesgan al ridículo y la censura de quienes creían sus amigos”, agrega.

El patrón se repite

Uno de ellos es JF, que este mes de junio relató al portal de Ruth Institute una historia que considera “no tan infrecuente”.

Con solo cinco o seis años fue víctima de abusos por un familiar y más delante de nuevo por otros conocidos. Con ocho años su padre empezó a ponerle pornografía, a lo que siguieron más abusos, abandono y otros episodios que interfirieron por completo en su maduración normal.

El trauma del abuso sexual y del maltrato produjeron en JF adicción precoz al sexo. Era a finales de los años 60 y principios de los 70, “cuando tenía 11 años y justo después después de haber sido abusado sexualmente por un vecino durante un par de años. Entonces recuerdo pensar: debo ser gay”.

«Dios iba a hacer algo en mi vida»

Tenía 18 y había abrazado por completo lo que creía que era su “identidad” cuando, en su trabajo, se presentó como homosexual ante una mujer que entró al supermercado donde trabajaba.

“Ella respondió con gran amabilidad y, de forma apacible y gentil, me habló de la palabra de Dios”, relata.

Recuerda aquel momento como una primera semilla de fe y sanación, “una sensación inexplicable” que sucedió a otro momento significativo, semanas atrás, cuando confesó a una amiga un presentimiento: “Dios iba a hacer algo en mi vida, pero no sabía cómo”.

Al margen de su identidad, JF se casó con se exnovia, probablemente y según él por una presión social que podría haber influido en la decisión.

“Me casé con alguien que ni me atraía ni estaba enamorado”, confiesa. De hecho, atribuye su tendencia a los abusos sufridos en la infancia, de modo que, aunque estaba casado, “siempre que un hombre me prestaba atención me sentía inmediatamente atraído. Me enamoré repetidamente durante los tres años que estuve casado y su corazón [de su mujer] fue pisoteado sin que yo lo supiera, una y otra vez”.

También su mujer tenía cierta atracción por el mismo sexo. Tras tres años casados, ambos se separaron y prácticamente de inmediato ella se reconoció como lesbiana, mientras que JF volvía a abrazar formalmente su tendencia “gay abierta y orgullosa”.

Cambio de enfoque: «Me postré ante Dios»

Pero aunque comenzó una vida de empezar y dejar relaciones “sin ser fiel a nadie”, confiesa que “no encontraba lo que necesitaba”.

Todo cambió con un nuevo encuentro casual con una desconocida, que le dijo: “Vas a pensar que estoy loca, pero Dios está intentando captar tu atención y quiere hablarte como un padre”.

Aquellas palabras le tocaron especialmente debido a su pasado.

“Me ayudó a llegar a un punto en que me postré ante Dios y me comprometí a seguirlo sin importar lo que costase. Estaba listo para dejar atrás la vida rota, distorsionada, deprimida e infeliz que llevaba”, confiesa.

Desde aquel momento, admite que corregir su orientación no fue “de la noche a la mañana”, pero “todo cambió en 24 horas”.

“Pasar de gay a heterosexual no fue de la noche a la mañana, pero sí confiar en que Jesús me guiaría adonde Él quería”, menciona. “Me permitió aceptar que fui creado heterosexual y que luchaba con el pecado homosexual. Eso lo cambió todo porque pude dejarlo todo a los pies de la cruz y recibir Su vida en libertad absoluta”.

Hombre renovado, padre sanado

Desde hace más de dos décadas, JF evangeliza y acompaña desde la comunidad de First Stone Ministries a otros hombres que lidian con problemáticas asociadas a la “ruptura relacional y sexual”.

Junto a su iniciativa, JF continúa sanando los traumas del abuso y la pornografía, al tiempo que se presenta como un hombre renovado y padre sanado de una hija de 38 años.

“La restauración que he experimentado es tan profunda que mi pasado parece una pesadilla. Ahora sé quién soy: camino libre de adicciones, con la confianza de ser un hombre creado por Dios, redimido por Jesús y seguro de mi identidad como hombre heterosexual”, concluye.

Para el lobby, personas como JF «no existen»

JF es, según la fundadora de Ruth Institute, Jennifer Roback, una de esas personas que, según el lobby y clase política LGBT, “no existen”, pues “según la voz oficial LGBT, nadie puede cambiar su orientación sexual” y quienes así lo afirman, “se engañan a sí mismos y volverán a ser gays, o bien no lo eran”.

Un razonamiento que, según Ruth Institute y su fundadora “es una excusa para huir de la evidencia en lugar de confrontarla”.

“Si las grandes empresas estadounidenses pueden dejar atrás el Orgullo, también pueden hacerlo las personas que alguna vez fueron homosexuales. Personalmente, tengo el máximo respeto por quienes han decidido dejar atrás el Orgullo”, comenta Roback.

Para ella, casos como el descrito es uno más de las muchas “personas valientes y honestas” que han dejado atrás el Orgullo. Y con ello, “otras muchas cargas”. “Han dejado atrás la culpa, han hecho cosas de las que se arrepienten y avergüenzan. Han dejado atrás la vergüenza tóxica. Han hecho lo mejor que han podido en situaciones muy difíciles y confusas. Han dejado atrás las excusas. En resumen, tienen paz en sus vidas”.

Fuente: https://www.religionenlibertad.com/

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