
En este Día de la Madre, el corazón del pueblo creyente vuelve su mirada hacia la figura más pura y amorosa que la historia ha conocido: la Virgen María, madre de Jesús y modelo de todas las madres del mundo.
Su vida sencilla, su fe inquebrantable y su entrega sin medida representan el más alto ejemplo de amor, fortaleza y confianza en Dios.
María no fue ajena al dolor ni a la incertidumbre. Conoció el temor, la pérdida, la incomprensión… pero en cada paso confió. Su maternidad fue un acto constante de fe, de silencio sereno y de esperanza en medio de la adversidad.
Ella enseña que ser madre es mucho más que dar vida: es acompañar, sostener y amar aun cuando el alma se quiebra o el camino se vuelve oscuro.
En este día tan especial, recordamos que toda madre lleva en su corazón un reflejo del amor de María, y que su ejemplo invita a seguir confiando, incluso cuando las fuerzas parecen agotarse.
Cuando el dolor se hace presente, cuando no encontramos la solución o sentimos que ya no sabemos a quién acudir, ella está ahí, con los brazos abiertos, dispuesta a escuchar, consolar y guiar.
Que en este Día de la Madre, cada mujer encuentre en la Virgen María el refugio y la fuerza para seguir caminando con fe, ternura y esperanza.