Escuchar, discernir la voz de Dios, liberarse de todo lo que impide «crear armonía en la diversidad», abrir el corazón y la mente y «hacerse pequeños» para acoger al otro, «con humildad»: estas actitudes son necesarias para afrontar la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad. El Papa las describió en la misa de apertura de la asamblea celebrada esta mañana en la Plaza de San Pedro, recordando a los 20.000 fieles presentes en la celebración -al final de la cual había 25.000- que el Sínodo «es un camino». Iniciado hace tres años, Francisco pidió retomar este itinerario ahora «con la mirada dirigida al mundo», a «esta hora dramática de nuestra historia», mientras la guerra y la violencia «siguen devastando pueblos y naciones enteras», porque en este contexto la comunidad cristiana, que «está siempre al servicio de la humanidad», está llamada a anunciar el Evangelio. Y para invocar el don de la paz, el Papa anunció que el próximo domingo se recogerá en oración en la Basílica de Santa María la Mayor para rezar el Rosario y dirigir «una sentida súplica a la Virgen María», e invitó a los miembros del Sínodo a unirse a él. También convocó para el 7 de octubre una jornada de oración y ayuno por la paz en el mundo.
Escuchar en comunión
Entrando en el corazón de los trabajos sinodales, el Papa recordó a los 20.000 fieles participantes que el Sínodo «es un camino, en el que el Señor pone» en manos de los participantes «la historia, los sueños y las esperanzas» de millones «de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo», para intentar «comprender qué camino seguir para llegar a donde Él quiere llevarnos». Y explicó que para discernir la voluntad de Dios es necesario acercarse «con respeto y atención, en la oración y a la luz» de las Escrituras, «a todas las aportaciones recogidas en estos tres años de intenso trabajo, de intercambio, de confrontación y de paciente esfuerzo de purificación de la mente y del corazón». En la práctica, precisó Francisco, «con la ayuda del Espíritu Santo», se trata de «escuchar y comprender» ideas, expectativas y propuestas «para discernir juntos la voz de Dios que habla a la Iglesia», recordando que el Sínodo «no es una asamblea parlamentaria, sino un lugar de escucha en comunión».