Vaticano

Francisco, a los jóvenes: ‘No traicionen sus propios ideales para ser estrellas de un día’

En la solemnidad de Cristo Rey, también Jornada Mundial de la Juventud, el Papa invitó a mirar a Jesús y rechazar las manipulaciones que sólo llevan a la renuncia de la libertad y el amor verdaderos.

«No es verdad que la historia la hacen los violentos y los prepotentes. Muchos males que nos afligen son obra del hombre, engaño del Maligno, pero todo será sometido, al final, al juicio de Cristo, Rey justo y misericordioso. Él nos deja libres, pero no nos deja solos».

 

Esas palabras del Papa Francisco, dichas en la Basílica de San Pedro casi al final de su homilía durante la misa por la solemnidad de Cristo Rey, este domingo 23 de noviembre, dejan el sabor y la conciencia de la esperanza, de ese Dios que nos levanta cuando caemos y nunca deja de amarnos, «para que podamos continuar el camino con alegría».

 

Miles de fieles y peregrinos, muchos de ellos jóvenes, participaron de la Eucaristía, al celebrarse también este domingo la Jornada Mundial de la Juventud en cada diócesis del mundo. Y es precisamente a Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo al que debemos dirigir la mirada, al Señor, principio y fin de todas las cosas.

 

«Una contemplación que eleva y entusiasma», aseguró el Papa, a pesar de las inquietudes que puedan provocar las guerras, la violencia, los desastres ecológicos, la precariedad laboral, la incertidumbre económica, las divisiones y las desigualdades que polarizan a la sociedad.

 

Para superar las inquietudes que las vicisitudes de nuestro mundo pueden provocar, especialmente en los jóvenes, el Papa invitó a reflexionar, a la luz de la Palabra de Dios, sobre tres aspectos que nos desafían en nuestro camino: las acusaciones, la necesidad de consensos y la verdad.

 

Sobre las acusaciones, Francisco ilustró a un Jesús en el banquillo de los acusados, como propone el Evangelio de hoy, ante Poncio Pilatos -símbolo del poder-, quien, a pesar de reconocer su ascendencia sobre la gente, que lo seguía como a un maestro, como al Mesías, lo procesa y condena a muerte.

 

«Y Él, que siempre predicó la justicia, la misericordia y el perdón, no tiene miedo, no se deja atemorizar, ni tampoco se rebela; sino que permanece fiel a la verdad que ha anunciado, hasta llegar al sacrificio de su propia vida».

Con esas palabras, el Santo Padre se dirigió a los jóvenes, para advertirles que podrían «ser puestos bajo acusación por el hecho de seguir a Jesús». Puede que los consideren «fracasados porque se mantienen fieles al Evangelio y a sus valores», porque no se amoldan, no actúan como todos los demás, agregó.

 

«No tengan miedo de las «condenas, no se preocupen; antes o después, las críticas y las acusaciones falsas caen y los valores superficiales que las sostienen se revelan por lo que son: ilusiones. No se dejen embriagar por las ilusiones, sean concretos», manifestó.

No se maquillen el alma y el corazón
Para hablar de la necesidad de consensos, su segundo punto, Francisco recordó que Jesús no actúa para asegurarse el éxito, para ganarse a los poderosos o para obtener apoyo, porque rechaza toda lógica de poder: «¡Es libre de todo esto!». De allí, su invitación a no dejarse llevar por el afán de la fama, el reconocimiento, la aprobación, tan difundido hoy en día, pues se vive en la angustia y se termina por «abrirse paso a codazos», a competir, fingir, hacer concesiones y traicionar los propios ideales por un poco de visibilidad.

«No se dejen engañar por quienes, engatusándolos con vanas promesas, en realidad quieren manipularlos, condicionarlos, usarlos para sus propios intereses. No se conformen con ser ‘estrellas por un día’, estrellas en las redes sociales o en cualquier otro contexto», advirtió.

Tras contar la anécdota de una joven que pensaba ser más bella con el maquillaje, Francisco exhortó a los jóvenes a no maquillarse también el alma y el corazón; los invitó a ser sinceros y transparentes, porque «el cielo -dijo- en el que están llamados a brillar es más grande: es el cielo de Dios, donde el amor infinito del Padre se refleja en nuestras innumerables y pequeñas luces».

Al insistir que Dios los ama tal como son y que ante el Señor sus sueños valen más que el éxito y la fama, el pontífice pasó al tercer punto: la verdad. Y es que «Cristo vino al mundo para dar testimonio de la verdad», y lo hizo enseñándonos a amar a Dios y a los hermanos, porque es sólo en el amor donde encuentra luz y sentido nuestra existencia.

De no ser así, explicó el Santo Padre, «serán prisioneros de una gran mentira, la del ‘yo’ autosuficiente, raíz de toda injusticia y de toda infelicidad. El ‘yo’ que se dirige a sí mismo -continuó- el ‘yo’ conmigo, siempre ‘yo’, que no tiene la capacidad de mirar a los demás, de hablar con los demás», expresó, en un llamado entonces a cuidarse de esa enfermedad del «yo» y buscar la Verdad, que es Cristo.

«Cristo, que es el camino, la verdad y la vida, despojándose de todo y muriendo desnudo en la cruz por nuestra salvación, nos enseña que sólo en el amor podemos también nosotros vivir, crecer y florecer en nuestra plena dignidad», concluyó.

JMJ Seúl 2027
La JMJ, el encuentro de jóvenes de todo el mundo iniciado en 1984 por Juan Pablo II, en esta edición de la fiesta de Cristo Rey es «diocesana», es decir, que se celebra en cada Iglesia local.

Por eso, al final de la misa, una delegación portuguesa entregó a un grupo de jóvenes coreanos los símbolos de la JMJ, la Cruz de los Jóvenes y un ícono mariano, inaugurando de ese modo el peregrinaje que concluirá con la celebración de ese acontecimiento en Seúl.

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