Ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus dominical, el Papa Francisco recordó cómo el Evangelio del día se refiere al momento en que Jesús anuncia a sus discípulos que sufrirá, será entregado a los hombres y asesinado, y resucitará tres días después de su muerte. Pero los discípulos no entienden sus palabras y están más preocupados por quién es el «más grande» entre ellos.
La grandeza en el servicio
En ese marco, explicó que es muy revelador el silencio de los discípulos cuando Jesús les pregunta de qué estaban hablando. Se encontraron con la boca cerrada «por la vergüenza», «como antes el orgullo había cerrado sus corazones», explicó el pontífice.
«Es en este momento cuando intervienen las palabras decisivas de Jesús, que renuevan nuestro modo de vida», aseguró el Papa, «si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Una frase que enseña que «el verdadero poder no está en el dominio de los más fuertes, sino en la atención a los más débiles. ¿Quieres ser grande? Hazte pequeño, ponte al servicio de todos».
Reconocer el rostro de Jesús en los más pequeños
El poder nos hace olvidar que «estamos vivos porque hemos sido acogidos», continuó el sucesor de Pedro. «Entonces nos convertimos en dominadores y no en sirvientes, y los primeros en sufrir son precisamente los últimos: los pequeños, los débiles, los pobres».
«Jesús renueva nuestro modo de vivir, y nos enseña que el verdadero poder no es el dominio del más fuerte, sino el cuidado de los más débiles», recalcó. Por eso llama a un niño para que se ponga en medio y le dice: «Quien reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe». Al respecto, el Papa observó que el niño no tiene poder, sino que tiene necesidades, depende de los demás, como las personas tienen necesidades y necesitan ayuda para vivir.
«Todos estamos vivos por el cuidado y el amor que hemos recibido», recordó el obispo de Roma, «pero la sed humana de poder puede hacernos olvidar esta verdad». Y lamentó: «¡Cuánta gente sufre y muere por luchas de poder! Son vidas que el mundo niega, como negó a Jesús, Sin embargo, el Evangelio sigue vivo y lleno de esperanza».
Como es habitual, Francisco terminó invitando a los presentes a preguntarse: «¿Puedo reconocer el rostro de Jesús en los pequeños? ¿Cuido a mi prójimo, sirviéndole generosamente? Y a la inversa, ¿agradezco a quienes me cuidan?»