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“Si queremos que el mundo cambie, primero debe cambiar nuestro corazón”

Reflexionando sobre el Evangelio de ayer, Solemnidad de la Anunciación del Señor, el Santo Padre invitó a los fieles a hacer nuestras las palabras del ángel Gabriel tras su encuentro con la Virgen María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28); sobre todo cuando nos acercamos a recibir el sacramento de la Reconciliación:Confesarse es dar al Padre la alegría de levantarse de nuevo”, afirmó.

“Pongamos en primer plano la perspectiva de Dios: volveremos a apegarnos a la Confesión. La necesitamos, porque todo renacimiento interior, todo giro espiritual comienza desde aquí, desde el perdón de Dios.No descuidemos la Reconciliación, pero redescubrámosla como Sacramento de la alegría”, agregó el Papa.

“No temas”

Refiriéndose a la segunda vez el Ángel le habla a María. A ella, turbado por el saludo recibido, le dice: “No temas”, el Papa Francisco explicó que “Dios nos envía un mensaje claro y consolador: cada vez que la vida se abre a Dios, el miedo ya no puede tenernos como rehenes”.

“Tú, hermana, hermano, si tus pecados te asustan, si tu pasado te preocupa, si tus heridas no cicatrizan, si las continuas caídas te desmoralizan y pareces haber perdido la esperanza, por favor no temas. Dios conoce tus debilidades y es mayor que tus errores. Dios es más grande que nuestros pecados: ¡Él es mucho más grande! Una cosa os pide: vuestras debilidades, vuestras miserias, no las guardéis dentro de vosotros; Llévenselas a Él, déjenlas en Él, y de motivos de desolación se convertirán en oportunidades de resurrección. ¡No temas!”

“En estos días siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destrozan las casas de muchos de nuestros hermanos y hermanas ucranianos desarmados. La guerra brutal, que ha golpeado a muchos y hace sufrir a todos, causa miedo y consternación en cada uno. Sentimos una sensación de impotencia e insuficiencia en el interior. Necesitamos que nos digan “no temáis”. Pero no basta la tranquilidad humana, se necesita la presencia de Dios, la certeza del perdón divino, el único que anula el mal, desactiva el rencor, devuelve la paz al corazón. Volvamos a Dios, volvamos a su perdón”, dijo el Santo Padre.

 

Necesitamos la fuerza sabia y mansa de Dios, que es el Espíritu Santo

Por tercera vez el Ángel vuelve a hablar. Ahora le dice a Nuestra Señora: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc1.35). “El Señor está contigo”; “No temas”; y la tercera palabra es “el Espíritu Santo vendrá sobre vosotros”. Francisco explicó que así interviene Dios en la historia: dando su propio Espíritu. ”Porque en lo que importa nuestra fuerza no es suficiente. Nosotros solos somos incapaces de resolver las contradicciones de la historia o incluso las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y mansa de Dios, que es el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu de amor, que disuelve el odio, apaga el resentimiento, apaga la codicia, nos despierta de la indiferencia. Ese Espíritu que nos da armonía, porque Él es armonía. Necesitamos el amor de Dios porque nuestro amor es precario e insuficiente”.

“Al Señor le pedimos tantas cosas, pero muchas veces nos olvidamos de pedirle lo más importante y lo que Él quiere darnos: el Espíritu Santo, es decir, la fuerza para amar. Sin amor, de hecho, ¿qué ofreceremos al mundo?”, expresó el Santo Padre.

“Si queremos que el mundo cambie, primero debe cambiar nuestro corazón. Para ello, hoy dejémonos llevar por la mano de Nuestra Señora. Miremos su Inmaculado Corazón, donde reposó Dios, el único Corazón de una criatura humana sin sombras. Ella es “llena de gracia” (v. 28), y por tanto vacía de pecado: en ella no hay rastro de mal y por eso con ella Dios pudo comenzar una nueva historia de salvación y de paz. Allí, la historia dio un giro. Dios cambió la historia llamando al Corazón de María”.

Consagración de Rusia y Ucrania al Corazón de María

“Hoy también nosotros, renovados por el perdón, llamamos a ese Corazón, el de nuestra Virgen Maria. En unión con los Obispos y los fieles del mundo, deseo solemnemente llevar al Inmaculado Corazón de María todo lo que estamos viviendo: renovarle la consagración de la Iglesia y de toda la humanidad y consagrarle, en un manera particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre”, expresó el Papa Francisco. 

“No es una fórmula mágica, no, no es eso; pero es un acto espiritual. Es el gesto de la entrega plena de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel y de esta guerra sin sentido que amenaza al mundo, recurren a la Madre. Como los niños, cuando se asustan, acuden a su madre a llorar, a buscar protección. Acudimos a la Madre, echando miedo y dolor en su Corazón, entregándonos a ella”, agregó.

“De labios de María salió la frase más hermosa que el Ángel pudo devolver a Dios: “Hágase en mí según tu palabra” (v. 38). La de Nuestra Señora no es una aceptación pasiva o resignada, sino el deseo vivo de adherirse a Dios, que tiene “planes de paz y no de infortunio” ( Jr 29,11). Es la participación más cercana a su plan de paz mundial”, señaló el Papa y agregó: “Nos consagramos a María para entrar en este plan, para ponernos a disposición plena de los planes de Dios.La Madre de Dios, después de haberle dicho sí, emprendió un largo camino cuesta arriba hacia una región montañosa para visitar a su prima embarazada ( cf.1.39). Ella se fue a toda prisa. Me gusta pensar en Nuestra Señora que tiene prisa, siempre así, Nuestra Señora que se apresura a ayudarnos, a mantenernos a salvo. Llevad hoy nuestro camino de la mano: conducidlo por los caminos empinados y fatigosos de la fraternidad y del diálogo, conducidlo por el camino de la paz”.

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