Nuestra Iglesia

Papa: “Si sabes muchas cosas y tienes el corazón cerrado, no eres sabio”

Este Evangelio, enseñó el Santo Padre, está dividido en tres partes: primero Jesús alza un himno de bendición y de agradecimiento al Padre, porque ha revelado a los pobres y a los sencillos el misterio del Reino de los cielos; después desvela la relación íntima y singular que hay entre Él y el Padre; y finalmente invita a acudir a Él y a seguirlo para encontrar alivio.

Hablando de la primera parte, en que Jesús alaba al Padre porque ha ocultado los secretos de su Reino, su Verdad, a los “sabios e inteligentes”, Francisco explicó que los llama de este modo, “con un velo de ironía” porque “presumen” que son sabios, inteligentes, y, por lo tanto, muchas veces “tienen el corazón cerrado”.

“La verdadera sabiduría también viene del corazón; no es sólo entender las ideas: la verdadera sabiduría también entra en el corazón. Si sabes muchas cosas y tienes el corazón cerrado, no eres sabio”.

 

“Jesús dice, en cambio, que los misterios de su Padre han sido revelados a los “pequeños”, es decir, a los que se abren con confianza a su Palabra de salvación, sienten la necesidad de Él y esperan todo de Él”.

Jesús, como el Padre, tiene preferencia por los pequeños

En esa unicidad del Padre y del Hijo, como el Padre tiene una preferencia por los pequeños, también Jesús, manso y humilde de corazón, se dirige a los “cansados y oprimidos”, y se pone en medio de ellos. Él no es un “un modelo para los resignados ni simplemente una víctima”, indicó el Pontífice, sino que es “el Hombre que vive de corazón” esta condición, en plena trasparencia al amor del Padre, es decir, “al Espíritu Santo”.

Él es el modelo de los «pobres de espíritu» y de todos los otros “bienaventurados” del Evangelio, que cumplen la voluntad de Dios y testimonian su Reino.

Jesús habla “hoy” a todos los hombres de buena voluntad

Por último, el Santo Padre habló del “descanso” que Cristo ofrece a los cansados y oprimidos: este “no es un alivio solamente psicológico o una limosna donada, sino la alegría de los pobres de ser evangelizados y constructores de la nueva humanidad”. Esto es, dijo el Papa, “el alivio y la alegría única que nos da Jesús, su propia alegría”.

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