
A un año de su designación como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Marcelo Colombo recibe a L’Osservatore Romano/Vatican News en un momento crucial para la Iglesia del país. La muerte del Papa Francisco —primer Pontífice argentino y latinoamericano— ha dejado una huella indeleble, mientras el nuevo Papa León XIV propone a la Iglesia universal una etapa de escucha, misión y servicio renovado. Desde su mirada pastoral y su experiencia al frente del episcopado, monseñor Colombo reflexiona sobre los desafíos de la Iglesia argentina y el papel de la fe en un mundo marcado por la violencia, la fragmentación y la búsqueda de sentido.
A un año de su elección como presidente de la CEA, ¿cómo describiría el perfil de la Iglesia argentina en 2025, tras el pontificado de Francisco?
A lo largo de este año hemos trabajado intensamente para profundizar la identidad misionera de la Iglesia y fortalecer sus estructuras y servicios. Nos anima el espíritu del Sínodo de la Sinodalidad, especialmente el documento final, que nos impulsa a ser una Iglesia servidora de los sectores más pobres y vulnerables, disponible siempre para testimoniar el Evangelio allí donde la dignidad humana se ve amenazada.
Encuentro con el Papa León XIV: una mirada universal y fraterna
Usted se reunió recientemente con el Papa León XIV. ¿Cómo fue el encuentro? ¿Y qué piensa cuando la prensa le compara con sus predecesores —Francisco, Benedicto XVI o Juan Pablo II—?
Fue un encuentro muy cordial y cercano, un verdadero intercambio sobre la vida de la Iglesia en la Argentina. Pude compartirle cómo estamos y transmitirle el saludo de los obispos del país. Cada Papa tiene su personalidad y su modo de responder a los contextos en los que ejerce su misión. En el Papa León destaco su profunda experiencia misionera, que le abrió el corazón a culturas distintas y le impulsó a anunciar a Jesucristo a todos. Su trayectoria como superior general de los Agustinos le ha dado, además, una mirada universal y una gran sensibilidad para servir desde el ministerio de gobierno a hermanos de diversas procedencias.
El Jubileo de la Esperanza: fe activa en tiempos de violencia
En un contexto global de violencia y guerras, ¿no corre el riesgo el Jubileo de la Esperanza de ser interpretado como un gesto ingenuo?
Sería ingenuo si se tratara de mirar la realidad desde fuera, sin compromiso. Pero el Jubileo propuesto por el Papa León nos invita justamente a lo contrario: a poner signos concretos de esperanza en un mundo fragmentado, violento y deshumanizado. La Iglesia, experta en humanidad, no teme hacerlo porque está presente en los pueblos, en sus alegrías y en sus heridas. No es optimismo vacío, es fe activa.
Educación y diálogo frente a la polarización
El Papa León XIV ha insistido en que la educación católica debe ser un espacio de encuentro y diálogo. ¿Cómo puede afrontarse, desde ahí, la polarización que caracteriza a nuestro tiempo?
La universidad es un ámbito privilegiado para el diálogo. Jóvenes estudiantes y docentes pueden protagonizar, con entusiasmo, los intercambios que la realidad plantea. Se trata de generar espacios donde hablar apasionadamente de todo, sin excluir a nadie. En el ámbito católico, los universitarios no deberían temer expresarse con libertad y convicción: tenemos una rica doctrina social que nos ayuda a comprender y transformar la realidad desde el Evangelio. La Red de Universidades por el cuidado de la casa común, surgida en Argentina tras Laudato si’, es un hermoso ejemplo de ese diálogo fecundo entre instituciones estatales, privadas y confesionales.
Formar pastores según el corazón de Cristo
¿Cómo está respondiendo la Iglesia argentina al descenso de vocaciones y a la reorganización de sus seminarios?
La prioridad es siempre la formación de formadores. Las Ratio universal y argentina, junto con las luces del Sínodo de la Sinodalidad, ayudan a asegurar que los seminarios sean verdaderos espacios de discernimiento y comunión. No se trata solo de números, sino de formar pastores según el corazón de Cristo, comprometidos con la vida de su pueblo y el servicio del Evangelio.
En los debates eclesiales y en la prensa, se habla de sectores conservadores, liberales o progresistas. ¿Qué sentido tienen esas categorías dentro de la Iglesia?
Son categorías tomadas de la sociología política, a menudo incapaces de expresar la hondura del compromiso evangelizador. En la Iglesia, lo esencial es la fidelidad al Evangelio, la comunión con el Papa y los obispos, y la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Todo lo demás es accesorio si se pierde esa referencia.
Misión, sinodalidad y regiones: tres ejes para el futuro
¿Cuáles son, a su juicio, los principales desafíos del episcopado argentino en este trienio?
Tres palabras resumen nuestro plan pastoral: misión, sinodalidad y regiones. La Iglesia existe para evangelizar; esa debe ser la raíz de toda estructura y servicio. La sinodalidad no es una moda, sino un estilo de vida eclesial que implica caminar juntos y discernir comunitariamente. Y las regiones —ocho en toda la Argentina— son expresión de nuestra diversidad y riqueza pastoral: fortalecer su diálogo y su servicio es esencial para que la Iglesia argentina siga siendo signo de comunión en medio de la fragmentación social.
¿Y qué mensaje desea dejar a los fieles en este tiempo de transición?
Que no perdamos la esperanza. La Iglesia argentina, con su historia de cercanía y compromiso, quiere seguir siendo testigo del Evangelio en medio del pueblo. Allí donde haya dolor, exclusión o desesperanza, que nuestra palabra y nuestro gesto sean un signo de la ternura de Dios.





