
La Iglesia del sur mendocino celebró la consagración de Maximiliano Martínez como nuevo sacerdote para la Diócesis y para la Iglesia toda. Monseñor le recordó a Maximiliano que su sacerdocio es una respuesta agradecida al amor de Dios, no una obligación, y lo animó a vivir una entrega fiel, humilde y cercana al pueblo, siendo servidor como Jesús, con un corazón configurado al del Buen Pastor y siempre abierto a la misericordia del Espíritu. Al finalizar la ceremonia, Monseñor anunció el destino de Maximiliano que será la Parroquia María Auxiliadora de San Rafael.
La ceremonia se pudo vivir en vivo y en directo por el canal de Productora San Gabriel.
Compartimos con ustedes la homilía de Monseñor completa.
Celebramos una promesa cumplida
Hermanos, hoy como comunidad diocesana, peregrinando en este año jubilar en que cantamos la esperanza que no defrauda, nos reunimos con corazón agradecido para celebrar la promesa cumplida del Señor: darnos un pastor nuevo.
Maximiliano, este don que es tu vida y el servicio al pueblo de Dios se convierte en una invitación a responder con fidelidad y docilidad al Espíritu, para ser sacerdote según el corazón del Buen Pastor, en los sentimientos de Cristo Jesús.

Es la alegría de una comunidad que supo cuidarte en la oración, en el acompañamiento y en el sostenimiento a lo largo de los años. Fuiste llamado en medio de ella y a ella sos enviado como sacerdote ungido para servir en la caridad.
En las palabras del salmo que elegiste como lema sacerdotal, “Cantaré eternamente la misericordia del Señor”, abrazás el deseo de vivir tu entrega anunciando la fidelidad que Dios te ha revelado a lo largo de toda tu vida y que se manifiesta hoy con el don de tu ministerio.
Como he señalado en distintas oportunidades, la fidelidad no es una obligación, sino la respuesta de un corazón agradecido que ha conocido el amor verdadero. Querés cantar el amor que te abrazó, y hacerlo eternamente. Que tu fidelidad sostenga siempre la alegría que hoy celebramos como pueblo de Dios.
Lo que sucede hoy es un «sí» que se renueva y celebra cada día de tu vida. Siempre sacerdote, vivir y morir como sacerdote ungido.

Ungido para la misión
El profeta Isaías se reconoce ungido para la misión. Son las palabras que Jesús asume en la sinagoga de Nazaret, haciendo realidad la presencia del Reino. Hoy vos, Maximiliano, serás ungido como elegido de Dios para la misión. Tus manos abiertas para recibir el Santo Crisma se convierten en vida ofrecida, para dejarte transformar y ser enviado.
Sos ungido para predicar la Buena Noticia, el amor del Padre, el amor incondicional de Aquel que nos amó hasta el extremo, el amor que reina en nuestro corazón por el don del Espíritu.
El servicio de la predicación nace de la escucha íntima de la Palabra; así, las palabras nacidas del silencio orante y fecundo serán palabras llenas de sentido, que el pueblo de Dios en su sabiduría sabrá agradecer y distinguir de aquellas vacías que denotan superficialidad.

La cercanía del pastor
Sos ungido para ser instrumento del amor del Buen Pastor, con la sensibilidad de quien abraza con la mirada de Dios a los pobres, a los que sufren con el corazón destrozado. Para consolar, hay que hacerse presente.
La presencia sacerdotal en la vida de los hermanos es la elocuente y delicada expresión de la caridad pastoral, que revela el corazón del Buen Pastor. Que las lágrimas de tus hermanos, sus gritos callados, sus impotencias que agotan la esperanza, y el dolor de una pobreza que desgarra el corazón, sean no solo lugares de consuelo, sino también donde descubras la presencia de Cristo en esos misterios de vida.
El Señor se te revela en aquellos a quienes te envía. Pablo nos recuerda que el tesoro que se nos confía lo llevamos en la fragilidad de nuestras vidas. Eso nos permite acercarnos a los hermanos como testigos de la misericordia con la que el Señor nos abrazó, sanó y perdonó.
No olvides nunca que, si bien nuestro barro ha sido configurado por la gracia, seguimos siendo barro. Tu confianza en la misericordia de Dios, sabiéndote pecador y perdonado, te ayudará a acercarte a tus hermanos con la Buena Noticia de que Dios no deja de buscarnos ni de perdonarnos.
Que como ministro de la reconciliación, hagas presente el abrazo del Padre, que está esperando la vuelta del hijo al que nunca dejó de amar.

Servidor, no funcionario
El apóstol tiene la conciencia de no ser más que servidor en la comunidad. Así sos enviado, Maxi: haciendo de tu vida y ministerio un prolongado lavatorio de pies al modo de Jesús, quien anunciaba su vida entregada en la cruz por amor.
Así podrás vivir una paternidad con corazón disponible, lejos de todo clericalismo que desfigura el sacerdocio y también hiere al pueblo de Dios. Sos enviado como servidor, al modo de Aquel que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por una multitud.
El testamento espiritual de Jesús, proclamado hoy en el Evangelio según San Juan, nos revela su intimidad y nos invita a participar de ella como amigos. Nos conduce al amor del Padre que está en Él.
Ese mandamiento de amarnos unos a otros con su mismo amor, si bien es para todos los discípulos, cobra un sentido particular para quienes compartimos el presbiterado, celebrando nuestra fraternidad sacerdotal que es apostólica, porque se convierte en anuncio del Resucitado, unidos en la caridad y en la misión.

El camino recién comienza
Maxi, nuestro presbiterio —siempre desafiado a vivir la fraternidad en medio de sus luchas— hoy te recibe con un abrazo. Vos traés la frescura del inicio de tu ministerio, y nosotros compartimos la experiencia de vida y de pastoreo, sintiendo hoy la gracia de renovarlo junto a tu “sí” a Dios.
Tu corazón ha sido moldeado en el torno del alfarero. Las manos de Dios y las de su pueblo fueron configurando tu corazón al del Buen Pastor. Pero no está todo dicho: tu vida entera, hasta la Pascua definitiva, es arcilla que sigue siendo moldeada en un camino de formación permanente, que en el fondo es una conversión permanente.

La Eucaristía como centro
Es imposible desplegar toda la belleza del ministerio sacerdotal. Te toca expresarla con tu entrega fiel, que será síntesis al entregarte con Jesús en la Eucaristía.
Hoy, con corazón emocionado y desbordado, pronunciarás por primera vez las palabras de la consagración. Que allí lleves el olor a oveja, la vida de los que se te confían, las alegrías y los dolores de los hombres, el testimonio de su fe y de su esperanza. Que desde la Eucaristía lleves a todos tu vida con aroma de Dios, fruto de tu intimidad con Él, fundamento de nuestro ministerio.
Con María, siempre
Querido Maxi, que sepas tener siempre el corazón abierto para recibir a quien nos fue dada como madre al pie de la cruz. No dejes de descansar en su mirada, intercediendo por aquellos que el Señor te confía. Es madre, y siempre estará a tu lado.
Hoy es un día de gracia para nuestra Iglesia diocesana, un gozo para nuestro presbiterio con un nuevo hermano. Hoy cantamos el amor fiel de Dios en nuestra comunidad. Que este canto sea escuchado por muchos jóvenes, que también quieran abrazar ese llamado, uniendo corazón y vida para entregarse por los demás.
Como decía ayer en la celebración de los ministerios: no dudo, no dudo que Dios sigue llamando. Queridos hermanos, recibamos esas llamadas, cuidémoslas y acompañémoslas. Son regalos de Dios para todo su pueblo.
Querido Maxi, querido hijo y querido hermano: sé dócil a la misericordia del Espíritu Santo, para que, como buen pastor, cantes eternamente la misericordia de Dios.
