Nuestra Iglesia

El Papa: Construir sociedades abiertas que aíslen fundamentalismos peligrosos

En la mezquita más grande de Asia, Francisco recuerda que los lugares de culto, son espacios de diálogo, respeto y convivencia; que mirando en profundidad, en lo más íntimo, el deseo de plenitud en camino hacia Dios nos hace hermanos, más allá de las diferencias; y que los valores comunes a todas las tradiciones religiosas ayudan a la sociedad a erradicar la cultura de la violencia y de la indiferencia, como reza en la Declaración conjunta de Istiqlal firmada junto al Gran Imán de Indonesia

“Promover la armonía religiosa para el bien de la humanidad” es lo que inspira la Declaración conjunta firmada por el Papa Francisco y el Gran Imán de Indonesia, Nasaruddin Umar, esta mañana, bajo una gran carpa que, en este segundo día del 45 Viaje Apostólico a Asia y Oceanía, ve el dialogo interreligioso como protagonista, en el país musulmán más poblado del mundo y en el que no faltan la intolerancia y el fundamentalismo religioso, como en tantas otras partes del mundo, contradiciendo “los valores comunes a todas las tradiciones religiosas” que ayudan a la sociedad a “erradicar la cultura de la violencia y de la indiferencia”.

Un túnel de luz y concordia

“El túnel de la amistad”, un pasaje subterráneo que une la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción con la Mezquita de Istiqla, una frente a otra también en la superficie, fue el primer lugar de encuentro entre el Pontífice y el Gran Imán, antes de llegar a la gran carpa donde ambos firmaron la Declaración conjunta de Istiqlal.  Y es en ese túnel, donde Francisco, en una breve alocución, alude al miedo que naturalmente puede provocar un túnel y que sin embargo allí representa amistad, concordia y apoyo mutuo que los conduce hacia la luz plena.

“Nosotros creyentes, que pertenecemos a diferentes religiones, tenemos el rol de ayudar a todos a atravesar el túnel con la mirada dirigida hacia la luz, para reconocer al hermano con quien compartir la vida y sostenerse mutuamente”, dijo el Pontífice, advirtiendo que a las numerosas señales de amenaza y a los tiempos oscuros, debemos contraponer el signo de la fraternidad.

Desde el Corán y de la Biblia, espacios de diálogo

El canto de un pasaje del Corán por parte de una joven y la lectura del Evangelio según San Lucas 10, 25-37 hecha por un sacerdote, abrieron el encuentro interreligioso, bajo la gran carpa colocada en el exterior de la Mezquita. Tras las palabras de bienvenida del Gran Imán y la lectura y firma de la “Declaración Conjunta de Istiqlal 2024”, el Papa abordó su reflexión recordando que esa Mezquita fue diseñada por el arquitecto Friedrich Silaban, un cristiano, a demostrar que, en la historia de Indonesia y su cultura, los lugares de culto “son espacios de diálogo, de respeto recíproco, de convivencia armoniosa entre las religiones y las diferentes sensibilidades espirituales”. Tal como lo es como lo es el Túnel de la amistad, que comunica la Mezquita con la Catedral, un pasaje que permite un encuentro, un diálogo, una posibilidad real de encontrarnos, sin dejarse llevar por senderos de rigidez y fundamentalismos.

Los animo a continuar por este camino: que todos, todos juntos, cultivando cada uno la propia espiritualidad y practicando la propia religión, podamos caminar en la búsqueda de Dios y contribuir a construir sociedades abiertas, cimentadas en el respeto recíproco y en el amor mutuo, capaces de aislar las rigideces, los fundamentalismos y los extremismos, que son siempre peligrosos y nunca justificables.

Dos consignas para impulsar la unidad

Y justamente, es el túnel subterráneo, de donde nacen las dos consignas que el Santo Padre ofrece para impulsar el camino de la unidad y de la armonía que ya han iniciado con la Declaración. En primer lugar, es “siempre ver la profundidad”, es decir, no quedarse en la superficie, como la mezquita y la catedral, bien delimitadas y frecuentadas por sus respectivos feligreses, sino el túnel que hay bajo tierra donde “esas mismas personas diferentes se encuentran y pueden acceder al mundo religioso de los otros”.

Los aspectos visibles de las religiones ―los ritos, las prácticas, etc.― son un patrimonio tradicional que hay que proteger y respetar; pero lo que está “debajo”, lo que corre bajo tierra, como el “túnel de la amistad”, podríamos decir la raíz común de todas las sensibilidades religiosas es una sola: la búsqueda del encuentro con lo divino, la sed de infinito que el Altísimo ha puesto en nuestro corazón”

Y la segunda invitación de Francisco es a cuidar las relaciones. Tal como el túnel conecta y enlaza dos lugares diferentes, no se trata de “buscar, a toda costa, puntos en común entre las diferentes doctrinas y confesiones religiosas, sino de crear una conexión entre nuestras diferencias y cultivar lazos de amistad, de reciprocidad.

“Son vínculos que nos permiten trabajar juntos, caminar unidos en la consecución de algún objetivo, en la defensa de la dignidad del hombre, en la lucha contra la pobreza, en la promoción de la paz. La unidad nace de los vínculos personales de amistad, del respeto recíproco, de la defensa mutua de los espacios y las ideas ajenas. Ojalá que puedan siempre cuidar de ello”.

Que las diferencias no sean motivo de conflicto

“Promover la armonía religiosa para el bien de la humanidad”, el título de la Declaración conjunta, sirve al Pontífice para reiterar la necesidad de asumir con responsabilidad las grandes, y algunas veces, dramáticas crisis que amenazan el futuro de la humanidad, particularmente las guerras y conflictos, desafortunadamente alimentados también por las instrumentalizaciones religiosas; pero también la crisis medioambiental, que se ha convertido en un obstáculo para el crecimiento y la convivencia de los pueblos. Ante este escenario, Francisco los animó a reforzar los valores comunes a todas las tradiciones religiosas, ayudando a la sociedad a «erradicar la cultura de la violencia y de la indiferencia»

La mina de oro de la unidad en la diversidad

El Santo Padre se despidió agradeciendo el camino común emprendido y exhortándolos a custodiar el mosaico de culturas, etnias y tradiciones religiosas; “una riquísima diversidad que se refleja también en la variedad del ecosistema y del ambiente circundante”.

“Y si es cierto que poseen la mina de oro más grande del mundo, sepan que el tesoro más valioso es la voluntad de que las diferencias no sean motivo de conflicto, sino que se encuentren armónicamente en la concordia y el respeto recíproco. No pierdan este don”, concluyó Francisco.

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