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«Ninguna expresión que promueva la exclusión, la desigualdad o el desprecio hacia quienes piensan, sienten o viven de manera diferente construyen el futuro que anhelamos», afirmó en un comunicado la Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes, fechado el 4 de febrero.
Los miembros de la Comisión Episcopal señalan que, «en tiempos donde la palabra pública tiene el poder de edificar o dividir, queremos reafirmar nuestro compromiso con un mundo en el que cada persona sea valorada en su dignidad y en su derecho a ser quien es».
Asimismo, reiteran su creencia «en la fuerza del diálogo, en la riqueza de la diversidad y en la importancia de un liderazgo que inspire unidad, solidaridad y comunión, en lugar de fragmentación».
De ahí que expresan «preocupación» ante mensajes que «refuercen la xenofobia, el racismo o el rechazo a las personas que se identifican con otras orientaciones, identidades, expresiones y características sexuales y de género».
Al mismo tiempo, aseguran su cercanía y acompañamiento «a cada persona que ha dejado su país de origen, que llega a nuestro territorio o al de otros países buscando vivir dignamente. Cada una de ellas lleva consigo una historia, un anhelo, una esperanza, y merece ser recibida con dignidad y respeto».
La Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes está integrada por la Pastoral Migratoria y las capellanías del Turismo, del Mar, Aeroportuaria, de los Circos, de los Gitanos, de la Carretera, de los Estudiantes Extranjeros y de la Trata y Tráfico de Personas.
Texto del comunicado
«En tiempos donde la palabra pública tiene el poder de edificar o dividir, queremos reafirmar nuestro compromiso con un mundo en el que cada persona sea valorada en su dignidad y en su derecho a ser quien es.
Ninguna expresión que promueva la exclusión, la desigualdad o el desprecio hacia quienes piensan, sienten o viven de manera diferente construyen el futuro que anhelamos.
Creemos en la fuerza del diálogo, en la riqueza de la diversidad y en la importancia de un liderazgo que inspire unidad, solidaridad y comunión en lugar de fragmentación.
El amor de Dios no es selectivo ni excluyente. Nos abraza a todos, sin distinciones, y nos llama a reconocer en cada ser humano un hermano, una hermana, alguien digno de respeto y cuidado. Cuando el discurso público niega esta verdad fundamental, es deber de cada persona de fe y de buena voluntad insistir en otro camino: el de la empatía, la justicia y el amor.
Por ello, expresamos nuestra preocupación ante mensajes que refuercen la xenofobia, el racismo o el rechazo a las personas que se identifican con otras orientaciones, identidades, expresiones y características sexuales y de género.
También reafirmamos nuestra cercanía y acompañamiento a cada persona que ha dejado su país de origen, que llega a nuestro territorio o al de otros países buscando vivir dignamente. Cada una de ellas lleva consigo una historia, un anhelo, una esperanza, y merece ser recibida con dignidad y respeto.
El mundo de la migración nos ofrece la oportunidad de ver al hermano que piensa, siente, vive y actúa diferente, pero que al mismo tiempo es un igual en dignidad y derechos como persona. En los migrantes podemos ver el rostro de Dios, y somos llamados por Él a amar a todas las personas en todas las diversidades. Mirando a los migrantes, podemos ver todas las pluralidades con las cuales podemos vivir, compartir y crecer.
A quienes creen en la construcción de un mundo más humano y fraterno, les animamos: no dejemos de responder con amor, no dejemos de tender puentes donde se descalifica porque el otro piensa o sea distinto.
Insistamos en construir desde el amor y la amistad social, porque solo así podemos avanzar hacia un futuro donde nadie sea descartado«.