Nuestra Iglesia

Coronación de la imagen de la Virgen de Schoenstatt en el santuario mendocino

La misa fue presidida por el Arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo, quien destacó que la Madre siempre invita a perseverar en la fe, a alegrarse, por eso "hoy la celebramos".

El Arzobispo de Mendoza, Monseñor Marcelo Daniel Colombo, presidió la misa en el santuario de la localidad mendocina de Godoy Cruz, donde fue coronada la imagen de la Virgen de Schoenstatt como “Madre y Reina de la paz y la esperanza”.

En la homilía, el arzobispo mendocino predicó sobre la parábola de Jesús sobre una fiesta, a la que consideró “una recreación de una realidad más fuerte, que es la vida”, y exhortó a “no presumir, no mandarse la parte, no creerse más que nadie”. 

“En esta misa solemne, celebramos a la Virgen y le confiamos nuestras vidas. Quién mejor que Ella, que no buscó ningún lugar y que, al recibir el anuncio del ángel, respondió con humildad y generosamente, después de un primer momento natural de perplejidad. Se sabía pequeña para un don tan grande. Y, sin embargo, en la fiesta de la Encarnación, el Padre bueno le ofrecía el primer lugar”, destacó.

“Ese primer lugar de la Virgen, la llena de Gracia, no fue motivo para agrandarse ni sentirse superior. Lejos de buscar lugares de importancia ella no perdía de vista lo más importante: ser fiel al seguimiento de su Hijo”, agregó.

Coronación de la imagen de la Virgen de Schoenstatt en el santuario mendocino
Momento de la Coronación de la imagen de la Virgen de Schoenstatt en el santuario mendocino

Monseñor Colombo estimó que se puede decir que “el lugar de la Virgen es el lugar de ver a Jesús, de contemplarlo y saber exactamente qué paso dar detrás de Él. Así también nosotros, en el seguimiento de Jesús somos invitados a buscar ese lugar, el lugar de la contemplación para responder según su voluntad”.

“Preguntarnos y discernir nuestro lugar en la vida, nos urge no sólo en la juventud a la hora de nuestras inquietudes vocacionales, sino en la maduración de la fe para vivir conforme a la voluntad de Dios”, añadió, y completó: “El lugar de la Virgen nos inspira. Es precisamente el primero y el último. Porque quiso seguirlo a Jesús hasta el momento del dolor, de la cruz y del sufrimiento, de la entrega final. Y es en el altar de la cruz que Jesús le anuncia que sería nuestra Madre, cuando la Virgen recibe de Dios una invitación y un lugar”. 

“Ese lugar-misión es el de ser la Madre, la compañera de marcha de la humanidad en camino, el lugar de la testigo que siempre nos invita a perseverar en la fe. En ella nos alegramos. A ella hoy la celebramos. Y no hay primeros ni últimos lugares porque nuestro desafío es descubrir el lugar que el Señor ha querido que ocupáramos, cerquita de la Virgen y a mano para recibirlo a su Hijo muy amado que se hace Palabra y Pan de vida”, concluyó.

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