Nuestra Iglesia

6 de julio: Santa María Goretti, “pequeña y dulce mártir de la pureza”

Marietta (María) Goretti Carlini nació en 1890, en Corinaldo, provincia de Ancona (Italia). Fue hija de Luigi Goretti y Assunta Carlini, siendo la tercera de los siete hijos de la pareja. Sus padres la bautizaron al día siguiente de su nacimiento y, según la costumbre, la consagraron a la Virgen María.

Los Goretti eran pobres, sin bienes terrenales significativos, pero ricos en la fe y en el deseo de que sus hijos vivieran cristianamente. La familia solía reunirse a diario para la oración en común y especialmente para el rezo del Santo Rosario. Y, como es natural, sin excepción alguna acudían todos los domingos a Misa.

Un día, María se encontraba sola en casa ayudando en los quehaceres domésticos. Su padre había fallecido un tiempo atrás y su madre, como era habitual, había salido al campo a trabajar. Entonces, un jovenzuelo llamado Alessandro Serenelli, hijo de un conocido de su padre, aprovechó para ingresar furtivamente en la casa. Alessandro, presa de sus bajos deseos, intentó abusar de María, pero dada su férrea resistencia, el agresor decidió matarla y la apuñaló sin compasión.

La herencia más grande

María fue llevada al hospital, pero los médicos no pudieron hacer mucho. La pequeña permanecería unas horas más en agonía, en las que pudo recibir la Santa Comunión y la Unción de los enfermos. Luego, solo momentos antes de morir, expresó su última voluntad: perdonaba de corazón al hombre que la atacó y que le estaba quitando la vida. Dejaba ese perdón, sin quizás saberlo, como el más grande testamento de misericordia para la cristiandad. Era el 6 de julio de 1902.

Cuando Alessandro Serenelli purgó su crimen y salió de la cárcel, fue a buscar arrepentido a la madre de María, quien también lo perdonó.

Mensaje a la juventud de hoy y siempre

San Juan Pablo II en el año 2003 dijo de la pequeña María, “Marietta, como era llamada familiarmente, recuerda a la juventud del tercer milenio que la auténtica felicidad exige valentía y espíritu de sacrificio, rechazo de todo compromiso con el mal y disponibilidad para pagar con el propio sacrificio, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus mandamientos”.

“Hoy se exalta con frecuencia el placer, el egoísmo, o incluso la inmoralidad, en nombre de falsos ideales de libertad y felicidad. Es necesario reafirmar con claridad que la pureza del corazón y del cuerpo debe ser defendida, pues la castidad “custodia” el amor auténtico”, añadió el Papa en aquella ocasión.

 

Fuente: Aciprensa

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