Espiritualidad

Munilla describe 10 rasgos de quienes siguen a Jesús: «El cristiano vive en una conversión continua»

El obispo español explica lo que caracteriza al cristiano en camino

¿Qué características debe atesorar un auténtico converso? Es lo que se pregunta José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante, en una charla que dio recientemente en Costa Rica, y a lo que contesta con un interesante decálogo, que podría hacer las veces de prueba del algodón para los que han vuelto su mirada hacia Jesús.

“La conversión no es algo que aconteció un día en nuestra vida, vivimos en permanente estado de conversión, somos siempre discípulos suyos”, comenta monseñor.

El prelado destaca, durante su ponencia, la importancia, precisamente, de la conversión en un periodo tan determinante de la historia como este. “En este momento tan especial en el que vivimos, en el que la Iglesia nos llama a una nueva evangelización, ¿de qué manera me presento delante del mundo? Tenemos que tener esta coherencia interior, y la esperanza de que Dios completará por su gracia el don de nuestra conversión”, señala.

Monseñor José Ignacio Munilla enumera diez de los principales rasgos que caracterizan a un converso a Jesús:

1. Sin miedo a la verdad

“Un converso está comprometido siempre con la verdad, no le tiene miedo. Nosotros no poseemos la verdad, es ella la que nos posee. Cuando decimos: ‘la verdad nos hará libres’, no tenemos que tenerle miedo”, comenta Munilla.

Para el prelado, es muy importante escuchar siempre a la verdad. “No temamos a lo que Dios nos diga, a que la verdad nos denuncie. Si en un momento determinado viene la luz a nuestra vida, y se muestra que tenemos muchas oscuridades, que venga y lo deje todo patente”, explica.

El obispo advierte de que el cristiano no está para salvaguardar su prestigio. “No estamos aquí para guardar nuestro buen nombre. Si tenemos crisis o hacemos el ridículo, ¡bendito ridículo!, lo importante es la verdad. A veces tenemos el riesgo de llevar una doble vida, porque, en el fondo, sabemos que hay aspectos de nuestra vida que no son conformes a nuestros ideales. Si nos defendemos de la verdad nunca seremos santos“, apunta Munilla.

Rezando  

El prelado señala que uno de los principales rasgos del converso es su intimidad con Dios. 

2. Saberse débil

“Sabemos que estamos llenos de debilidades, que llevamos un tesoro en vasijas de barro. La fidelidad a Dios es algo que supera nuestras fuerzas. Hay que dejarnos acompañar, para poder alcanzar el don de la fidelidad, porque Dios no ha querido que fuéramos autosuficientes”, comenta el prelado. Munilla confiesa una de las frases que más le han impresionado del Papa Francisco: “¿Qué es la fidelidad? Es la debilidad bien acompañada“.

En este sentido, para el obispo, es muy importante sentirse parte de una comunidad. “La fidelidad no es que yo sea un supermán, y que lo pueda todo. Debemos dar un buen consejo a quien lo necesita, corregir al que se equivoca, tener siempre un acompañamiento espiritual. Dios va poniendo en el camino de tu vida a personas que te ayudan. Él dice: ‘Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’, y lo cumple”, comenta.

3. Cuidar la intimidad con el Señor

En este punto, Munilla señala la importancia de llevar lo que uno cree a la práctica. “Tenemos el riesgo de que todo lo que hablamos de Jesús sea una bella teoría, una explicación muy coherente de un itinerario que no llega a ser una experiencia personal. Eso nos va a servir de poco. Tenemos que cuidar nuestra vida interior. El cristianismo es una amistad: ‘A vosotros ya no os llamo siervos, os llamo amigos’, ¿Jesús es mi íntimo amigo?”, se pregunta el obispo.

El prelado anima, también, a saber dónde está el verdadero interés de cada persona. “Si mi descanso no es Cristo hay algo en mi vida que está por completar. Puede que, entonces, todo sea una bella teoría que no ha sido probada”, explica. Y, advierte, de que esta no es una tarea fácil. “La vida de oración no es algo que se realice sin resistencias interiores. El que no esté dispuesto a pasarlo mal en los momentos de aridez, no va aprender a hacer del Señor su intimidad. Va a supeditar la relación con el Señor a si le apetece o no le apetece”, relata.

4. La esperanza como tono de vida

“La esperanza tiene que ser el rasgo que nos caracterice. Vivir en confianza, alegres, sabiendo que nos acompaña siempre el Señor”, apunta el obispo. Para ello, la clave es dominar la voluntad.

La mortificación que más agrada al Señor es la de nuestros estados de ánimo, es la más auténtica. Si le ofrezco todo tipo de mortificaciones exteriores que no van acompañadas de las de nuestro estado de ánimo, ¿a dónde voy?”, advierte.

Para Munilla, una de las mortificaciones más importantes es la de los estados de ánimo.

5. El celo por Dios

En este sentido, Munilla señala la importancia de estar en sintonía con Jesús. “Mi corazón está hecho para amar. Tiene que sufrir por lo que le hace sufrir al corazón de Cristo y gozar con lo que le hace gozar al corazón de Cristo, si no, es que mi corazón está enfermo. El hecho de que gocemos con las conversiones de la gente es buena señal. Cuando no se tiene celo del amor de Dios, se suelen tener celos, envidias…”, comenta Munilla.

6. Austeros para ser fuertes

Para el prelado, otro rasgo importante del converso es la austeridad. “Nos ha tocado vivir en un tiempo de mucha abundancia y somos muy blanditos. Nunca hemos tenido que prescindir de algo, y eso nos hace manipulables completamente. No tenemos capacidad de soportar la adversidad, por eso es básico que nos ejercitemos en la austeridad. Si yo puedo vivir con menos, voy a disfrutar de hacerlo, y lo voy a traducir en obras de caridad”, aconseja.

7. Forjar una fraternidad

Uno de los principales aspectos que vive el converso es la fraternidad. “Estamos llamados a vivir en una escuela apostólica en la que tengamos siempre un estímulo los uno en los otros, que los fuertes lleven el peso de los débiles”, comenta.

Por ello, el obispo señala los riesgos de vivir en soledad. “La vida en solitario genera hábitos de comodidad y nos hace raritos. Una de las cosas buenas de caminar en comunidad es que tus tonterías se purifiquen. Debemos cultivar el concepto cristiano de amistad. La amistad cristiana es la que tira de ti para arriba, la que te hace crecer, la que saca lo mejor de ti”, relata.

“La amistad cristiana es la que tira de ti para arriba”, defiende el obispo Munilla.

8. Amar a la Iglesia

Para Munilla, las dificultades por las que atraviese la Iglesia no pueden provocar desafección entre sus miembros. “Cuidado con que las situaciones difíciles nos hagan perder la confianza en la Iglesia. Siempre es bueno ver la historia de la Iglesia, para saber que ha habido momentos durísimos, mucho más duros que los de ahora”, explica el obispo.

Y, apunta, que la Iglesia siempre sale adelante. “La iglesia ha recibido el don de Dios de salir de estas situaciones porque es discípula de aquel que salió del sepulcro y resucitó. No nos dejemos arrastrar ni alimentemos la turbación”, comenta.

9. La voz de Dios en los pequeños y desheredados

“La voz de Dios en los más humildes rompe nuestra sordera. Los pobres y los pequeños nos evangelizan. Esta es una de las formas que tiene Dios de convertirnos. Una de las cosas que más bien me han hecho es visitar a los misioneros en África. Te conmueve muchísimo la alegría de los pobres, su gozo es inagotableDejarnos interpelar por ellos tiene que formar parte de nuestra espiritualidad”, apunta Munilla.

El papel de los más pequeños también es muy importante. “La inocencia de los niños toca nuestra conversión, por eso es tan grave que nos cerremos a la natalidad. Estamos cerrándonos a la llamada a la conversión, cada niño que nace es una proclamación de que Dios, todavía, sigue teniendo esperanza en el hombre”, explica.

El obispo Munilla apunta que “la voz de Dios en los más humildes rompe nuestra sordera”.

10. Una castidad esponsal

“Todos estamos llamados a vivir la esponsalidad de nuestro corazón, en la vida religiosa, casado, como sacerdote, soltero… Mi corazón no es un corazón de ‘solterón’. Nuestro corazón tiene dueño, que es Jesús. El que no sabe amar va mendigando afectividad. Muchas veces no sabemos vivir sin estar apegados a una relación, que suelen ser muy destructivas”, comenta Munilla.

Y, concluye: “Hay que vivir la virtud de la castidad como una integración de la sexualidad en la vocación que Dios nos da a cada uno, y no vivirla como un tubo de escape. Es tan fácil ir cediendo al espíritu del mundo”.

Fuente
https://www.religionenlibertad.com/
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