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El Papa: si los jóvenes crecen en el amor de Cristo, el mundo puede cambiar.

El papa Francisco recibió esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los dirigentes de la Acción Católica de Francia, presentes en Roma para su tradicional peregrinación anual, para reflexionar en esta oportunidad sobre la llamada de “ser apóstoles hoy”.

El Santo Padre animó al movimiento a acercarse a las nuevas generaciones y “arraigados en la fe, acompañarlos en su crecimiento en búsqueda de sentido y verdad”.

En su discurso el pontífice se inspiró en el método del fundador de la Juventud Obrera Católica, el sacerdote belga y más tarde cardenal Joseph-Léon Cardijn, quien proponía a los jóvenes reflexionar sobre su vida, tratando de mejorarla con la acción y confrontándola con el Evangelio, para descubrir la presencia de Jesús en su historia, insistiendo en los tres verbos: “ver, juzgar y actuar” como programa de vida.

Mira tu propia historia viendo en ella la acción de Dios
Ver “consiste en detenerse a observar los acontecimientos que componen nuestra vida -explicó el Papa- lo que constituye nuestra historia, nuestras raíces familiares, culturales y cristianas”. 

Luego añadió que la Acción Católica nos enseña a analizar “el sentido de lo que somos y de lo que hemos vivido, y a percibir cómo Dios estaba presente en cada momento”. Pero, advirtió Francisco, es necesario observar de lejos para comprender “la sutileza y la delicadeza de la acción del Señor en nuestra vida”. “Dirigiendo la mirada a los hermanos, partir de una mirada a la situación, a veces preocupante en nuestro mundo”.

Déjate interpelar por la Palabra de Dios
La segunda etapa -el juzgar- es la del discernimiento, prosiguió el Papa: “Es el momento en que nos dejamos interpelar, interpelar”, aceptando “que la propia vida pasó el escrutinio de la Palabra de Dios”:

En el encuentro entre los acontecimientos del mundo y de nuestra vida, por un lado, y la Palabra de Dios, por otro, podemos discernir las llamadas que el Señor nos dirige.

Este discernimiento a la luz de la Palabra de Dios es también sinodalidad, la que los movimientos de Acción Católica han desarrollado, a lo largo del tiempo, “sobre todo en la vida de grupo”, observó Francisco, añadiendo que la sinodalidad “es un estilo a adoptar, en cuyo protagonista principal es el Espíritu Santo, que se expresa ante todo en la Palabra de Dios, leída, meditada y compartida juntos”.

Tomemos la imagen concreta de la cruz: tiene un brazo vertical y un brazo horizontal. El brazo horizontal es nuestra vida, nuestra historia, nuestra humanidad. El brazo vertical es el Señor que viene a visitarnos con su Palabra y su Espíritu, para dar sentido a lo que vivimos. Fijarme en la cruz de Jesús, como dice san Pablo, significa realmente aceptar poner mi vida bajo su mirada, aceptar este encuentro entre mi pobre humanidad y su divinidad transformadora.

De ahí la invitación del Papa a los grupos de Acción Católica a dejar “siempre un lugar importante para la Palabra de Dios”, para dar “espacio a la oración, a la interioridad, a la adoración”.

Actuar dejando espacio a la iniciativa de Dios
En cuanto a la tercera etapa, la de actuar, Francisco afirma luego que es el Evangelio el que enseña que “la acción, debe tener siempre la iniciativa de Dios”

“El actuar es del Señor, dijo, es Él quien tiene el derecho exclusivo, andando ‘disfrazado’ en la historia que vivimos. Nuestro papel consiste, por tanto, en apoyar y fomentar la acción de Dios en los corazones, adaptándonos a la realidad en constante evolución”.

Finalmente, el pensamiento del Papa se dirige a los jóvenes y a los que, especialmente en Europa, frecuentan movimientos cristianos que, observa, en comparación con el pasado “son más escépticos de las instituciones, buscan relaciones menos exigentes y más efímeras”, “son más sensibles a la afectividad, y por tanto más vulnerables, más frágiles que las generaciones anteriores”.

Y le da un mandato a la Acción Católica: “Es su misión, como Acción Católica, llegar a ellos tal como son, hacerlos crecer en el amor a Cristo y al prójimo, y llevarlos a un mayor compromiso concreto, para que sean protagonistas de su vida y de la vida de la Iglesia, para que el mundo pueda cambiar”.

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