¿Tiene nuestro Universo una causa y, si es así, cuál es? Basándose en los grandes avances científicos del siglo XX, Olivier Bonnassies y Michel-Yves Bolloré aportan una rica obra, Dios, la ciencia, las pruebas, de la que se desprende que es más razonable creer que la causa de todo es necesariamente trascendente y que los incrédulos son mucho menos racionales de lo que creen.
-¿Qué les impulsó a escribir este libro tan extenso? ¿Hubo algún desencadenante?
-Olivier Bonnassies: Cuando tenía 20 años, estaba en la École Polytechnique y no era creyente. Después, creé una empresa que iba bastante bien, pero pronto empecé a preguntarme para qué servía todo aquello. Me hice las grandes preguntas: ¿cuál es el sentido de la vida? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Pensé que no había respuestas a estas preguntas.
»Pero un día encontré un libro de Jean Daujat, un brillante normalien [ex alumno de la selectiva Escuela Normal Superior] titulado ¿Existe la verdad? y me sorprendió ver que había serias razones para creer en la existencia de Dios. Seguí estudiando el tema y salí convencido. Entonces me comprometí a cursar cuatro años de teología y, en los años siguientes, decidí dedicarme sólo a proyectos que tuvieran sentido. Así fue como conocí a Michel-Yves, que colaboró en dos de ellos.
»En 2013, hice una presentación sobre la existencia de Dios y las razones cristianas para creer en Él a una clase de filosofía de último curso de secundaria, donde estaban mis hijas. Me grabaron: el resultado fue un vídeo, Démonstration de l’existence de Dieu et raisons de croire chrétiennes [Demostración de la existencia de Dios y razones cristianas para creer], que tiene 1,7 millones de visitas en YouTube.
»Michel-Yves lo vio, e inmediatamente me envió un correo electrónico para decirme que era muy bueno, pero que podíamos hacerlo mucho mejor en este tema al que llevaba treinta años dándole vueltas. Así fue como iniciamos nuestra colaboración y nos pusimos a trabajar. Contamos con el apoyo de una veintena de especialistas para que este panorama tan variado de las pruebas de la existencia de Dios fuera perfectamente preciso y estuviera documentado. Me alegra ver que el asombro que sentí cuando tenía 20 años es compartido ahora por un gran número de lectores.
-¿Cuáles son los objetivos que se persiguen? ¿Recuperar la fe (y cuál)? ¿Combatir el materialismo, el cientificismo?
-Michel-Yves Bolloré: ¡No, claro que no! Nuestro libro sólo trata una cuestión: la de la existencia o no de un Dios creador. Dios creador, definido al menos como un ser trascendente a nuestro Universo, no temporal, no espacial y no material. Este libro es una investigación sobre una docena de áreas independientes, trata del mundo real, en todos sus aspectos, y se limita deliberadamente a ese tema.
»No busca saber quién es, si se ha revelado y cómo vivir con Él, sino sólo de evaluar la probabilidad de su existencia. Para ello, el libro se apoya exclusivamente en la racionalidad. Pone sobre la mesa toda una serie de pruebas procedentes de diferentes campos independientes, evaluando, para cada una de ellas, su fuerza. Al final de este viaje racional, cada lector juzgará y se formará su propia opinión.
»Por nuestra parte, como autores, no ocultamos que la conclusión es que el materialismo se ha convertido en una creencia irracional. Ahora existe un conjunto de pruebas convergentes, racionales, sólidas e independientes que permiten afirmar con casi total certeza que un Dios creador es absolutamente necesario para explicar el mundo.
-Hay muchos libros sobre el no siempre obvio matrimonio entre la fe y la razón. ¿Sentían que había una carencia?
-OB: En primer lugar, nuestro libro no trata de la fe, sino de la cuestión de la existencia de Dios, y sí, un libro como el nuestro no existía. Hay muchos libros que tratan este tema desde el punto de vista de la cosmología, otros desde el punto de vista de la filosofía, otros desde el punto de vista de la historia, pero no hay ninguno en el que se tengan en cuenta simultáneamente estos diversos campos del conocimiento, lo cual, sin embargo, es algo lógico y natural. Finalmente, como el libro que nos hubiera gustado leer no existía, ¡tuvimos que escribirlo! Queríamos que fuera preciso, exacto y accesible. En otras palabras, debe ser accesible a todos los que se plantean esta pregunta y, por tanto, a un público muy amplio. Esto significaba escribir un texto fácil de leer, utilizar analogías e imágenes y remitir las cuestiones más técnicas a las notas a pie de página.
»En su primera parte, contamos la apasionante historia del increíble giro de la ciencia en el siglo XX, con relatos de importantes descubrimientos científicos que han tenido grandes consecuencias metafísicas. Esta obra proporciona a todos los que deseen reflexionar sobre la cuestión de la existencia de Dios los conocimientos más recientes y precisos sobre este tema. Después de más de tres años de trabajo, ahora sabemos por qué no existía este libro: ¡es porque reunir todo este conocimiento en un volumen es un trabajo hercúleo!
-El libro ha sido un éxito, ¿cómo lo interpretan? ¿Necesidad de ciencia, la necesidad de sentido, la necesidad de debate?
-MYB: Sí, el libro ha vendido ya 180.000 ejemplares. Un vídeo de una de nuestras entrevistas en Beur FM ha sido visto más de un millón de veces en el mundo musulmán francés, fuimos portada de una revista israelí, dimos una conferencia en Créteil ante 1.100 entusiastas protestantes evangélicos y otra ante 500 masones. Ahora nos damos cuenta de que la cuestión de la existencia de Dios, en última instancia, afecta tanto más a las personas cuanto más crece la incredulidad.
»Más de la mitad de los franceses ya no creen en la existencia de Dios. Esta división, a menudo dolorosa, no es geográfica. Se extiende por las familias, se manifiesta en el ámbito profesional y en muchos otros sectores de la sociedad. La gente tiene ganas de saber más y de ilustrarse, pero los medios de comunicación, quizá por miedo a ser criticados, no se atreven a abordar el tema. Por lo tanto, la publicación de nuestro libro ha respondido innegablemente a una expectativa, da respuesta a una inquietud.
»Además, por diversas razones, mucha gente creía que la cuestión de la existencia de Dios no era demostrable y, por tanto, inútil, pero gracias a los recientes descubrimientos científicos, esto ya no es así en absoluto: esto es lo que hemos querido dar a conocer a un amplio público. Desde este punto de vista, vivimos tiempos extraordinarios. Por último, y esto es esencial, nuestro libro no habla de religión, salvo incidentalmente, y por eso puede interesar a todo el mundo.
-¿Qué reacciones -positivas o negativas- les han parecido dignas de mención, y por qué?
-OB: Hemos tenido muchas reacciones positivas por parte de destacados científicos, intelectuales y creyentes, una acogida interesada por parte de los medios de comunicación y la prensa, y sobre todo reacciones maravillosas de los lectores: las recibimos todos los días… También ha habido críticas sobre el fondo, pero no han sido muy fuertes. Propusimos sistemáticamente debates a los autores que criticaban nuestro planteamiento, pero la mayoría de ellos declinaron y los que aceptaron se encontraron con dificultades simplemente porque el caso de la existencia de Dios es muy fuerte en sí mismo.
»Nos hemos dado cuenta de que la palabra «prueba» se ha malinterpretado a menudo como si pretendiéramos ser capaces de proporcionar una demostración absoluta de la existencia de Dios. En realidad, si uno abre un diccionario, puede ver que, en el mundo real, una «prueba» no es una demostración matemática, sino un elemento material o intelectual que contribuye a acreditar o refutar una tesis.
»También se ha repetido con frecuencia la afirmación perfectamente gratuita de que la ciencia no puede decir nada sobre Dios. Pero esto es completamente inexacto: la ciencia no puede decir quién es Dios, pero puede pronunciarse perfectamente sobre la necesidad de su existencia. La existencia de Dios o su inexistencia son, de hecho, dos tesis opuestas que tienen implicaciones observables en el mundo real y que pueden discutirse hoy en día. Una es que si Dios no existe, el universo no puede haber tenido un comienzo absoluto. Esta implicación obvia fue durante mucho tiempo inútil, pero en el último medio siglo se ha convertido en una pregunta habitual para los científicos.
-Hay una cita atribuida al físico Heisenberg que básicamente dice que el primer sorbo del vaso de la ciencia natural puede convertirte en ateo, pero que en el fondo del vaso te espera Dios. ¿Es eso lo que han querido mostrar, especialmente con lo que han denominado «el gran giro»?
-OB: Sí, eso es un poco. Es como si viviéramos el conocido adagio de Francis Bacon: «Un poco de ciencia nos aleja de Dios, pero mucha nos devuelve a Él». Desde el Renacimiento hasta hoy, parece que este adagio es perfectamente cierto: un poco de ciencia nos alejó de Dios, pero ahora mucha ciencia nos está devolviendo…
-¿Qué avances científicos, qué objetos de conocimiento, le han parecido más llamativos, más decisivos, en este gran giro?
-MYB: La ciencia moderna ha descubierto dos cosas que nadie sospechaba hace apenas cien años: que hubo con toda seguridad un principio absoluto del tiempo, el espacio y la materia, y un ajuste increíblemente fino de los parámetros iniciales del Universo, así como de las leyes de la física y la biología.
»Estas dos conclusiones no se basan en razonamientos aislados y frágiles, sino en la convergencia de diferentes disciplinas independientes. La idea de que el tiempo infinito en el pasado es imposible es, por ejemplo, una conclusión de la racionalidad de las matemáticas, la termodinámica y la cosmología, con el muy sólido teorema de Borde-Guth-Vilenkin, siendo el Big Bang sólo una buena ilustración.
»Así, si el tiempo, el espacio y la materia, que están vinculados, tuvieron con toda seguridad un comienzo absoluto, entonces hay necesariamente, en el origen de este surgimiento, una causa que es por definición no material, no espacial, no temporal y, por tanto, trascendente a nuestro Universo.
-En cuanto al Big Bang, parece que el sacerdote Georges Lemaître trató de convencer al Papa de la época, Pío XII, de que era mejor no considerar que tal teoría tuviese algo que ver con el «fiat lux [hágase la luz]» del Génesis, que los objetos eran de distinta naturaleza y que, en definitiva, la ciencia y la religión no tenían nada que aportarse mutuamente. ¿Qué opinan?
-OB: Es un grave anacronismo utilizar la cautela que Georges Lemaître empleó en 1951 con Pío XII tras el gran discurso de éste, porque en aquella época su teoría del «átomo primitivo» no era más que una teoría entre otras, abrumadoramente rechazada por la comunidad científica de la época y archivada. No fue hasta 1965 cuando se confirmó de forma tan brillante como inesperada.
»Además, como Lemaître era sacerdote y miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias, Einstein y sus adversarios le acusaron de «física sacerdotal» y de impulsar un «concordismo» para atenerse al Génesis y a la idea de una creación ex nihilo [de la nada], tal como aparece en la Biblia. De todo ello tuvo que defenderse continuamente para no ser marginado científicamente. Pío XII murió en 1958, antes de la confirmación del Big Bang de 1965, poco después de la muerte de Lemaître. Nadie sabe qué le habría dicho Lemaître a Pío XII si ambos hubieran estado vivos después de esta extraordinaria confirmación.
-Después de haber puesto ante los ojos del lector el carácter verdaderamente asombroso y absolutamente inimaginable de la vida, de lo que existe, del «algo más que nada», ¿por qué no dejarlo así? ¿Por qué decir: «Por tanto, existe un Dios creador»?
-MYB: Nuestra investigación es en áreas separadas e independientes cuyas conclusiones convergentes llevan al lector a creer que la tesis más razonable es la de la existencia de Dios.
»En cuanto a la transición de lo inerte a lo vivo, el análisis de los conocimientos actuales socava la hipótesis del simple azar, y sólo puede resolverse suponiendo la existencia de otras sintonías finas, aún desconocidas hasta hoy.
»El «ajuste fino» del Universo y sus leyes es una verdad que nadie imaginaba hace sesenta años, pero que nadie discute hoy. Esto sólo tiene dos explicaciones posibles: la más natural y sencilla es concluir que existe un Dios creador, ya que Einstein dijo que «todos los que se dedican a la ciencia acabarán por descubrir que un espíritu, inmensamente superior al del hombre, se manifiesta en las leyes del Universo».
»Si se rechaza la idea de Dios y se busca una explicación alternativa, hay que creer necesariamente que estas configuraciones provienen del azar, lo que sólo tiene sentido si existe un número cuasi infinito de universos generados por una máquina bien regulada que tendría el poder de cambiar metódicamente los parámetros en un rango adecuado. Por lo tanto, para ser ateo hoy en día, hay que creer necesariamente en algunas cosas bastante rebuscadas… Por eso la palabra «incrédulo» ya no es apropiada, en el contexto actual del conocimiento científico.
»De hecho, hoy en día, el ateo debe creer muchas cosas increíbles. Tiene que creer que el universo es eterno y que nunca tuvo un principio, cuando todo parece indicar lo contrario. También debe creer que hay un número infinito de universos, ¡de los que no hay ni un solo rastro!
»A muchos incrédulos les gusta repetir que son como Santo Tomás, que sólo creen en lo que ven. No se dan cuenta de su propia incoherencia, ya que necesariamente creen en multiversos que nadie ha visto. Karl Popper, el gran filósofo de la ciencia del siglo XX, decía que para que una tesis sea científica, debe ser refutable. Según este criterio, está claro que la teoría del multiverso no puede ser una teoría científica.
-¿No es el misterio, en sentido estricto, más religioso que la demostración? ¿Qué valor puede tener una fe en un Dios cuya existencia está demostrada, y por tanto se nos impone? ¿Qué quedaría entonces de la libertad del hombre?
-OB: De nuevo, nuestro libro no trata de la fe, ni de la religión -que consiste en decir quién es Dios-, sino sólo de la cuestión limitada de la existencia de Dios desde el punto de vista del conocimiento por la razón. La fe es un enfoque muy diferente, ya que es un acto de adhesión de la voluntad. Este acto sí tiene una base de conocimiento, pero es de un orden completamente diferente. Por último, podemos añadir que el hecho de que la razón afirme que Dios existe es importante, pero insuficiente.
-¿No estamos asistiendo a la creación paradójica de un Dios materialista, que sería una especie de victoria de un materialismo que está a punto de rendirse, es decir, de reconocer su incapacidad para resolverlo todo?
-MYB: No, en absoluto. La conclusión de nuestro libro es que el materialismo es hoy una creencia irracional. Pero llegar a esta conclusión no es nada nuevo. Era ya la conclusión del libro de la Sabiduría en la Biblia (Sab 13,1-8), la de San Pablo (Rom 1,20) y la de Santo Tomás: «Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 36).
»A partir de esta base, surgen otras preguntas importantes: ¿Quién es Dios? ¿Se ha revelado? ¿Cómo podemos vivir con Él? Demostrar que hay pruebas de la existencia de Dios no significa la muerte de las religiones: al contrario, las fortalece. Esto no implica una victoria del materialismo.
-La frase es un poco provocadora, pero ¿no creen que decir algo así como «Dios empezó fijando el valor de la interacción fuerte, o la carga del electrón, y después habló a Abraham, a Moisés, y luego envió a su Hijo a la tierra» parece estar utilizando dos lenguajes (realmente demasiado) distintos? ¿O creen que estos lenguajes coinciden, que están destinados a fusionarse?
-OB: La Biblia presenta a Dios como el «Artesano» (Sab 13,1) que ha elaborado todo «con medida, número y peso» (Sab 11,20), como el hacedor del universo, el ingeniero que lo diseñó. Por supuesto, no es sólo eso, pero no hay nada degradante en decir que también es eso: evidentemente se puede mirar la misma realidad desde distintos ángulos. La Biblia insiste en que el Dios que creó el universo es absolutamente el mismo que se reveló a Abraham, Isaac y Jacob.