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León XIV lo confirma: nombrará a San John Henry Newman Doctor de la Iglesia

León XIV, el Papa de lengua inglesa, será quien proclame entre los Doctores de la Iglesia a San John Henry Newman (1801-1890), un clérigo anglicano, intelectual en Oxford, cuyo estudio de la Historia de la Iglesia le acabó llevando al catolicismo en una época en que hacerse católico en Inglaterra significaba formar parte de una minoría mirada con desdén.

La Iglesia Católica tiene miles de santos, pero solo 36 hombres y mujeres tienen el título de Doctor de la Iglesia. El Papa Francisco proclamó sólo a uno: el místico armenio San Gregorio de Narek, hace diez años, en 2015. Benedicto XVI proclamó sólo a dos: el sacerdote español San Juan de Ávila en 2012 y su compatriota, la abadesa alemana Santa Hildegarda de Bingen, en 2012.

Una nota de prensa vaticana detalla que el Papa ha comunicado al cardenal Marcello Semeraro, del dicasterio de Causa de los Santos, que los cardenales y obispos de este dicasterio, reunidos en plenaria, se han mostrado a favor de dar ese título a Newman.

Newman fue beatificado en 2010 en Birmingham (Inglaterra) por Benedicto XVI, quien lo admiraba y citaba a menudo. El Papa Francisco lo canonizó en 2019 en Roma, al confirmarse un segundo milagro atribuido a su intercesión. 

Newman fue nombrado cardenal en 1879, a la edad de 78 años, por León XIII, y aún viviría 11 años más. Tiene una gran fuerza simbólica que sea declarado Doctor por un León XIV, de cultura anglohablante.

Newman, de erudito anglicano a anciano cardenal católico

J.H.Newman nació en 1801. Era un niño durante las guerras napoleónicas y tenía 28 años cuando la ley inglesa dejó de prohibir a los católicos tener una profesión liberal o ser parlamentarios. En su juventud, en Inglaterra, los católicos eran vistos como inmigrantes irlandeses, pobres e incultos, o viajeros de «retrasados» países mediterráneos.

Newman era un prestigioso clérigo e intelectual anglicano cuando en 1845, con 44 años, lo dejó todo y se hizo católico. Su ejemplo cundió: en pocos años, unos 300 ingleses más, incluyendo varios de alto nivel social y cultural, adoptaron el catolicismo. Muchos lo hicieron a través del Oratorio de Birmingham que creó, inspirado en el de San Felipe Neri. El joven J.R.R.Tolkien, autor de El Señor de los Anillos, es uno de los jóvenes ingleses que se formó en ese entorno de oratorianos discípulos de Newman. 

En los siguientes 120 años, miles de anglicanos y protestantes se acercarían al catolicismo leyendo sus obras y argumentaciones. Aún hoy, muchas personas devotas de origen anglicano o protestante leen a Newman para reconciliar la fe, la teología y la historia… y muchos se hacen católicos.

Incluso muchas personas que no son cristianas utilizan un argumento que Newman repetía: cuando muchos testigos y muchos indicios distintos apuntan en la misma dirección, aunque cada uno por separado no sea incontestable, su suma y acumulación generan una convicción lícita. En su caso, todos esos indicios apuntaban a la Iglesia Católica.

Es famoso el lema de Newman: «Cor ad cor loquitur», hablar de corazón a corazón. Lo tomó de una frase del obispo francés San Francisco de Sales. Tanto Newman como Francisco de Sales (patrono de escritores y periodistas) dedicaron incontables horas a escribir cartas muy personales a amigos y conocidos. Francisco de Sales decía: el corazón habla al corazón, la lengua solo a las orejas. Newman también pide al predicador llegar al corazón. 

Respondiendo a un acusador, un libro que tocó muchas vidas

En los años 60 del siglo XIX, el famoso novelista y polemista inglés Charles Kingsley acusó en la prensa a Newman de falsedad y duplicidad por haberse hecho católico. Newman se volcó en responder argumentadamente: así escribió Apologia pro vita sua, toda una autobiografía intelectual que repasa su pensamiento durante 30 años y muestra que ser coherente con ese pensamiento le llevó al catolicismo. Es un libro que han bebido con fruición miles de conversos desde entonces.

El proceso de conversión duró, efectivamente, tres décadas, de reflexión, oración y estudio. Ante todo, sus estudios patrísticos y su trabajo como historiador le llevaron a la convicción de que la «Iglesia primitiva», la que Cristo fundó, la de los Padres de la Iglesia y los Apóstoles, era la Iglesia Católica unidad al heredero de Pedro, el Papa en Roma. «Se unió a la Iglesia católica simplemente porque creía que solo ella era la Iglesia de los Padres» (escribió en Certain Difficulties Felt by Anglicans in Catholic Teaching, I).

Hans Urs von Balthasar consideraba que Newman se parecía a aquellos que se han levantado contra diversos «ablandamientos de la fe»: Ireneo contra los gnósticos, Atanasio contra los arrianos, Ignacio frente al renacimiento y la Reforma.

La idea de desarrollo: clave para la teología moderna

Hay quien defiende que el papel de la Iglesia debe ser el de simplemente repetir lo que está escrito en la Biblia, y quizá repetir lo que dejaron escritos los Padres de la Iglesia. Pero ¿cómo se adapta eso a la vida real cotidiana, en distintos países y épocas? ¿Y a los nuevos problemas que surgen?

En época de Newman, muchos anglicanos y protestantes (y también hoy algunos ortodoxos) acusaban a la Iglesia católica de haber añadido al «depósito» primitivo de la fe novedades, que consideran adhesiones y corrupciones.

Newman responde que más bien son «desarrollos» legítimos y necesarios. A finales de 1844, se embarcó en una vasta investigación histórica, cuyos resultados se publicarían un año más tarde en su influyente Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana. Era un territorio teológico novedoso (eso ya pone nerviosos a muchos, hoy como entonces) pero él se apoyaba en algunos teólogos medievales.

Newman pensaba a nivel histórico. Benedicto XVI dijo, cuando aún era un teólogo hablando de sus años de seminario, que «Newman nos enseñó a pensar históricamente». Newman señalaba que la propia Escritura, por su carácter fragmentario, inacabado, «reclama» el desarrollo. Sí, en la historia hay conflictos y desórdenes, pero la Iglesia lo asume como parte del desarrollo necesario de la doctrina. Ni la Biblia ni la Tradición contienen todas las respuestas a las nuevas preguntas que puedan surgir: se necesita una autoridad -en este caso, el magisterio de la Iglesia- capaz de decidir en determinados casos.

Así, Newman, con cierto humor, dijo que la Iglesia constituye «un Comité Apostólico permanente, para responder a las preguntas que los Apóstoles, al no estar aquí, no pueden responder, sobre lo que recibieron y predicaron» (Carta del 20 de octubre de 1871 a Richard Hutton, Cartas y Diarios, XXV).

En el siglo XX y XXI, golpeado por grandes cambios sociales y tecnológicos que plantean todo tipo de preguntas (desde la bioética hasta la justicia social) el concepto de desarrollo de la doctrina es el gran campo donde no puede dejar de trabajar la Teología. 

La importancia de la conciencia en Newman

Stratford Caldecott, un estudioso inglés apasionado por Tolkien y Newman, converso llegado de la New Age y el anglicanismo, al estudiar a Newman escribió: «Una de las grandes aportaciones de Newman se centra en la vital importancia que otorga a la conciencia natural de la persona como voz de Dios dentro de nosotros».

Caldecott aclara que, según Newman, «conciencia e Iglesia no pueden a fin de cuentas estar en desacuerdo y si parecen estarlo, nuestra tarea será la de profundizar en los motivos para ello y solucionarlo» (John Henry Newman, Editorial Fundación Maior, Madrid, 2015).

Newman recibió muchas críticas de sectores católicos porque la doctrina de la infalibilidad pontificia, al menos tal como se formulaba en el Concilio Vaticano I (con Pío X, en 1869 y 1870) le planteaba dificultades, y las exponía con valor y rigor. Al mismo tiempo, anglicanos y protestantes le acusaban de «papista», «papólatra» o, simplemente, de servir a una «potencia extranjera» (en ese entonces, los Estados Pontificios).

«La conciencia es un supervisor severo», escribió, «pero en este siglo ha sido sustituida por una falsificación de la que nunca se ha oído hablar en los dieciocho siglos anteriores, y por la que nunca hubiera podido confundirse. Es el derecho a la autodeterminación«, matizó en su Carta al Duque de Norfolk.

En la época de Juan Pablo II, la reflexión de Newman sobre la conciencia fue asumida por la Iglesia hasta el punto de figurar en el Catecismo en su punto 1778: «La conciencia «es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza […] La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo» (Juan Enrique Newman, Carta al duque de Norfolk, 5)».

5 rasgos valiosos de la santidad en Newman

Ryan J. Marr, en la revista America (de los jesuitas de EEUU) en 2019 señalaba al menos “5 razones por las que John Henry Newman es un santo para nuestros tiempos”.

  • Dio prioridad a la educación de los laicos
  • Newman era un fabricante de comunidad
  • Defendía la verdad con valor
  • Valoraba la cabeza y el corazón («tenía buenos argumentos y razonamientos para defender su postura, pero sabía que las emociones y los lazos personales eran importantes en el trato con la gente y para acercar las personas a Dios»).
  • Reimaginó la relación entre doctrina e historia («explicó que la Iglesia gana con los años mayor entendimiento al reflexionar sobre las verdades de la fe. Tiene autoridad para ello, y el acompañamiento del Espíritu Santo»). 

Apoyarse en María para defender la ortodoxia cristocéntrica

El cardenal Francis George (1937-2015), estudió la forma en que el cardenal Newman defendía que la devoción mariana, y sus enseñanzas, protegían las doctrinas cristianas centrales.

Por ejemplo, Newman relacionó la doctrina de la Encarnación con la devoción a María como Madre de Dios: debido a que Jesús tuvo una madre humana, Él es verdaderamente hombre; debido a que Jesús es Dios, María es la Madre de Dios. «La devoción a María como Madre de Dios protege nuestra creencia en Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre. La misión de María en la historia de la salvación es fortalecer nuestra fe en la doctrina de la Encarnación», resumía George la postura de Newman.

Newman también exploró a María como la Nueva Eva (un tema que ya trató San Ireneo en el siglo II) y su relación con la Inmaculada Concepción, una devoción que se extendía entre los católicos del siglo XIX pero inquietaba y molestaba a los protestantes y anglicanos.

En una conferencia, dirigida tanto a católicos como a protestantes, Newman escribió: “La Iglesia nos da a Jesucristo para ser nuestro alimento y a María para ser nuestra Madre. Demuestra tú al mundo que sigues una enseñanza que no es falsa, reivindica la gloria de su Madre María, a quien el mundo blasfema, frente a todo el mundo, mediante la simplicidad de tu propia conducta y la santidad de tus palabras y tus hechos. Ve a ella por el corazón real de la inocencia. Ella es el don hermoso de Dios, que brilla más que la fascinación de un mundo malo y a quien nadie que haya buscado con sinceridad resultó decepcionado. Ella es la imagen de tipo personal, representativa de la vida espiritual y la renovación en la gracia, sin la cual nadie verá a Dios”.

Newman, alabado por Carlos de Inglaterra como «puente»

En 2019, Carlos de Inglaterra, entonces aún príncipe sucesor a corona británica, publicó un artículo en L´Osservatore Romano en el que alababa al ya canonizado clérigo inglés. «En la época en la que vivió, Newman defendió la vida del espíritu contra las fuerzas que van contra la dignidad y el destino humanos. En la época en la que llega a la santidad, su ejemplo se necesita más que nunca: por la manera en la que pudo defender sin acusar, estar en desacuerdo sin irrespetar y; tal vez lo mejor de todo, pudo ver las diferencias como lugares de encuentro y no de exclusión”, afirmaba Carlos de Inglaterra.

Destacó «su compromiso primero con la teología anglicana y luego, después de su conversión, con la teología católica, impresionó a sus oponentes con su valiente honestidad, su celoso rigor y su originalidad de pensamiento”. Y añadió: “al destacar la vida de este gran británico, este gran hombre de la Iglesia y, diciéndolo más breve, este gran santo, que es puente entre divisiones y tradiciones, es ciertamente correcto que demos gracias por la amistad que, pese a su partida, no sólo se ha generado sino fortalecido”.

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