Testimonios

De paracaidista militar en Ucrania a monja y psicóloga; ayuda a los ex-combatientes y sus familias

La hermana Anisia se apoya en la oración; escucha historias duras cada día

La hermana Anisia es religiosa desde hace 18 años en el Monasterio de la Santa Intercesión del Estudio en el centro de Leópolis (Ucrania), una comunidad de religiosas basilianas, católicas de rito bizantino.

Estos días colabora como psicóloga con militares y ex-militares golpeados por la guerra. Les puede entender bien, en parte, porque ella también fue militar durante cinco años, paracaidista, con algunas experiencias peligrosas. Ahora intenta ayudar a muchos hombres traumatizados a “volver a la vida”.

La reclutaron los militares por ser buena con el paracaídas

Anisia nació y creció en Leópolis, y durante un tiempo, muy joven, fue profesora de Matemáticas. Aprendió a tirarse en paracaídas por afición y lo hacía tan bien que participó en unas competiciones nacionales. Allí llamó la atención de unos militares que le ofrecieron un contrato en las Fuerzas Armadas. Aceptó y sirvió en el ejército cinco años, de 1999 a 2004.

“El servicio en el ejército lo hice con el programa completo. Lo agradezco, porque me endureció a nivel físico y emocional y, como descubrí después, espiritual. Los uniformes militares, el formar, los viajes, los entrenamientos… Me tocó vivir en el aeródromo, con ratones. También hubo novatadas. Todo estuvo bien”, recuerda Anisia de esa época.

Hizo unos 500 saltos con paracaídas, que es bastante, pero no inusual. Muchos soldados de su entorno tenían unos mil saltos. Pero vivió un incidente que le hizo pensar.

“El clima para saltar era muy desfavorable ese día. Pero eran ejercicios internacionales y nos habíamos estado preparando durante un mes. No queríamos interrumpirlos y aceptamos por nuestra cuenta y riesgo. Mi paracaídas principal no se abrió, tuve que decidir cómo actuar. Ese día pasaba algo extraño: arriba y abajo estaba calmado, y en la capa media había un viento de 15 metros por segundo. Si el paracaídas se hubiera abierto como debía, habría salido volando a un kilómetro o más del punto de aterrizaje. Con sólo el paracaídas de repuesto, aterricé en el centro del estadio. Pensé: ¡el Señor resulta estar muy capacitado incluso como paracaidista!”, explica con risas.

Durante sus dos últimos años en el ejército se hizo preguntas profundas. En cierta ocasión, le pidieron ser madrina de bautizo. Ella creía en Dios, pero no era muy practicante. Para ser madrina, le pedían pasar antes por el confesionario.

“Tuve que ir a confesarme por primera vez en mi vida. Allí, tuve que hablar de retos que no podía afrontar. Al hablar con el cura, mis dificultades comenzaron a resolverse. Me afectó mucho en ese momento: ‘¿cómo es que sé de tantas cosas y me manejo bien en la vida, pero aquí, ante estas dificultades, un rezo incomprensible es más fuerte que toda mi experiencia anterior?”

La vida religiosa se parece a la militar

Entendió con bastante rapidez que tenía vocación a la vida religiosa. Su experiencia al entrar en el monasterio es que se parecía a la vida militar.

“No fue un cambio radical, para mí fue solo una transición a un tipo diferente de ejército. Me lo dijeron en ese momento, y era verdad: el monasterio es una ‘fuerza especial’, pero espiritual. Sí, fue un cambio de ejército, una forma un poco diferente, pero la estructura es casi la misma”.

Hubo momentos de incertidumbre, pero la costumbre militar de la obediencia le ayudó. “Tuve una lucha espiritual muy fuerte, pero me ayudó a aprender la regla monástica principal. Funcionó poderosamente, literalmente, como un arma. Incluso orar por la noche funcionó para mí y eliminó ciertas dificultades. Hoy veo que practicar la obediencia, en general, me dio enormes dividendos”, detalla.

La hermana Anisia habla de su vocación religiosa, experiencia militar y servicio con militares traumatizados

La hermana Anisia habla de su vocación religiosa, experiencia militar y servicio con militares traumatizados.

Poder hablar y ayudar a la gente

Ya era religiosa cuando a finales de 2013 y principios de 2014 llegó el movimiento del Euromaidán que llenó las calles de personas que pedían un acercamiento de Ucrania a la Unión Europea y su alejamiento de la órbita de Moscú. Curas, monjas y monjes, católicos y ortodoxos, salieron también a las calles, escuchaban a la gente, hablaban con todos. Y, entre ellos, la Hermana Anisia. “Hablé de mi experiencia militar y me comuniqué con la gente. No sabía antes que tenía la capacidad de comunicarme así”, dice. En las calles del Maidán descubrió que podía conectar con las personas.

Después, ese mismo 2014, Rusia se anexionó Crimea y empezaron los disparos en la región del Dombas. Tropas y milicias ocuparon posiciones y llegó el goteo de muertos, heridos y personas traumatizadas.

“Hubo una solicitud de asistencia en rehabilitación psicológica en un hospital militar. Mis hermanas y yo fuimos allí durante dos años”, recuerda. Primero ayudaba simplemente escuchando, hablando y ofreciendo su fe, apoyándose en su experiencia militar. Pero entendió que para poder ayudar más necesitaba formarse como psicoterapeuta. Así, la enviarons a Cracovia (Polonia) para formarse en psicoterapia, y ella fue la primera ayudada: llegó agotada, y pudo volver con fuerzas renovadas y más conocimientos.

“Mi vocación monástica me da apoyo en este trabajo, la fuerza para caminar al lado de las personas que vienen en busca de ayuda. Además, creo que hay una especie de resonancia con las personas que tienen su propia experiencia de fe”, explica.

Hoy, en Leópolis colabora como psicóloga. Siempre va vestida de religiosa: si alguien le plantea temas de fe, ella los aborda.

La guerra es una presión que pone a prueba tus valores, tu visión del mundo. Es una prueba de lo que es falso y lo que no lo es”, constata desde su ya amplia experiencia. “En diciembre, ya tuve que aplicar mi experiencia del ejército, cuando comprendes que esto [atender personas emocionalmente dañadas por la guerra] ya no es un trabajo determinado, sino que, desafortunadamente, ya es una forma de vida. La guerra, el esfuerzo por la victoria, es una forma de vida. Ves que no hay un final a la vista y que debes cuidarte”, apunta.

La oración ayuda: es una higiene espiritual diaria

“La oración ayuda enormemente. Sin ella, simplemente no tendría la fuerza para hacer este trabajo. Nuestra regla y nuestra rutina prescriben nuestra oración. Maitines y liturgia, por la mañana; vísperas por la tarde. La oración de la mañana me ayuda a no perder de vista la presencia de Dios en mi trabajo y a llamar las cosas por su nombre en la presencia de Dios”, comenta.

“Y por la noche, la oración ayuda a entregar todo lo acumulado durante el día a Dios. Oigo historias terribles, y yo soy sólo una persona. Esta es una ducha de oración: como estamos acostumbrados a tenerla todos los días para el cuerpo, también hay una cierta higiene para el alma“.

Ucrania y las iglesias ucranianas se preparan para acoger a los heridos por la guerra, dañados física y psíquicamente.

“Es importante prepararnos para poder recibir a nuestros familiares”, advierte esta religiosa que fue militar. “Los soldados también necesitan esto, para no llevar consigo esta guerra en su vida futura, con esas agresiones y heridas en su interior”.

Ella recomienda a familias y parientes leer el libro “La mente blindada” (“The armored mind“), de Kostiantyn Ulyanov, un psicólogo de Kiev experto en defensa personal que escribe sobre efectos psicológicos de la guerra y la violencia. “Es duro de leer, pero pero es mejor leerlo como libro de texto y entender lo que está pasando, que comunicarse sin preparación con un pariente que tiene una guerra en la cabeza“, asegura la religiosa.

Aconseja a los familiares de los soldados que se informen con anticipación sobre diferentes instituciones con diferentes tipos de rehabilitación y advierte que la reincorporación a la vida civil es complicada.

“Los que sobrevivieron -no solo a la guerra, sino también al cautiverio- necesitan una rehabilitación muy difícil. Tal vez haya algunos procesos de organización masiva de tales instituciones a nivel estatal, pero el número de quienes necesitan y necesitarán tal ayuda es demasiado grande”, admite.

La Iglesia grecocatólica está trabajando para poder llegar a estas personas heridas y traumatizadas. Anisia dice que se siente agradecida a los soldados y quiere ayudarles, y que entre todos esperan poder reconstruir el país.

(Entrevistada por Oksana Kozak en la web de la Iglesia Grecocatólica Ucraniana; redactado por ReL).

Para ayudar a las víctimas de la guerra en Ucrania, Cáritas Española ha abierto esta web y la cuenta Caixabank ES31 2100 5731 7502 0026 6218 . Lea aquí cómo Cáritas ayuda a miles de niños ucranianos traumatizados por la guerra

La hermana Anisia entrevistada en “Iglesia Abierta”, programa de entrevistas de la Iglesia grecocatólica.

Fuente
https://www.religionenlibertad.com/
Mostrar más

Deja un comentario

Botón volver arriba