
Después de la Ascensión del Señor, los Apóstoles, junto con María y varios discípulos, se encontraban en oración, a la espera del Espíritu Santo. En esos días, Pedro invitó a la comunidad a que se pronuncie sobre quién debía reemplazar a Judas:
“Es necesario que uno de los que han estado en nuestra compañía durante todo el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección” (Hechos 1, 21-22).