Celebramos un día gozoso en nuestras vidas, el de ser co-creadores por participación divina. Fuimos ungidos desde el génesis de los tiempos a henchir la tierra mediante el germen milagroso de la vida que el Creador puso en nuestra naturaleza. Como reflejos de su imagen nos cupo la responsabilidad de darle continuidad a su obra. Profundo misterio que nos llama al servicio, para lo cual no nos dejó solos, para que no fracasemos en el encargo.
¿Qué sería de nosotros los padres sin esa ayuda, sin ese sostén, sin esa mitad que nos completa y nos hace a ambos semejantes a Dios?
Los hombres fuimos realizando de modo diverso ese mandato, no solo en nuestras propias vidas como padres primerizos o experimentados y también ya cansinos en la tarea, sino también en la cultura, que no escatimó esfuerzos en reconocerla y a veces también en ridiculizarla.
Los papás somos eso, mandatarios de Dios en la obra más excelsa: engendrar, criar, proteger, educar, aconsejar, acompañar, castigar, admirar… son tantos los verbos que encierra la palabra papá.
Hoy somos testigos de una contracultura perversa que no solo ha diluido el mandato original, sino que lo condena, lo asimila a un acto de soberbia, autoritarismo o machismo. Propone la desconstrucción de la paternidad, para ser sustituida por una virilidad feminoide, por un sentimiento de culpabilidad. Los efectos están a la vista: una paternidad aguada, ligth, acomodada al ritmo de las consignas emitidas desde los centros ideológicos.
La paternidad y la maternidad están siendo destruidas, lo que se pretende destruir con ello es la matriz de hombres libres. Solo les interesa un constructo capaz de consumir y someterse a las voluntades de los amos de turno.
Cuando te agasajen hoy con un beso, un dibujo, unas pantuflas o una palmada en la espalda, recuerda que están celebrando en vos la paternidad de Dios.
Pablo Berarducci
Originalmente publicada en https://pabloberarducci.wordpress.com/2021/06/19/paternidad-con-verguenza/ y replicada aquí con autorización del autor
