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El Papa: a ejemplo de José, pasar de las lógicas del enamoramiento al amor maduro

“Los novios cristianos están llamados a testimoniar un amor que tenga la valentía de pasar de las lógicas del enamoramiento a las del amor maduro”, puesto que “amar” no es pretender que el otro o la vida “corresponda con nuestra imaginación”, sino que significa más bien “elegir en plena libertad tomar la responsabilidad de la vida, así como se nos ofrece”. Así el Papa Francisco, en su catequesis del primer miércoles de diciembre y continuando con su reflexión sobre la figura de san José, quiso dar un mensaje a todos los novios. Lo hizo profundizando en características del padre adoptivo de Jesús: su ser “justo” y “desposado de María”. 

José, hombre justo

En los inicios de su reflexión, señaló la utilidad de recordar las costumbres matrimoniales del antiguo Israel para “comprender el comportamiento de José en relación con María”. En aquel entonces, el matrimonio comprendía dos fases, la primera era como un noviazgo oficial, en particular la mujer, incluso viviendo aún en la casa paterna todavía durante un año, era considerada de hecho “mujer” del prometido esposo. El segundo hecho era el traslado de la esposa de la casa paterna a la casa del esposo, con una festiva procesión que completaba el matrimonio. De ahí que “en base a estas costumbres”, el hecho de que «antes de estar juntos ellos, se encontró encinta», exponía a la Virgen a la acusación de adulterio que, según la praxis, imponía el acto de repudio, con consecuencias civiles y penales para la mujer. 

El Evangelio dice que José era “justo” precisamente por estar sujeto a la ley como todo pío israelita. Pero dentro de él el amor por María y la confianza que tiene en ella le sugieren una forma que salva la observancia de la ley y el honor de la esposa: decide repudiarla en secreto, sin clamor, sin someterla a la humillación pública. Elige el camino de la discreción, sin juicio ni venganza. 

La importancia de sentirse necesitados de la ayuda de Dios

Francisco marcó la diferencia entre actitudes nuestras que, “en cuanto tenemos una noticia folclórica, una noticia mala de otra persona, vamos a la cháchara inmediatamente”, en comparación a las de José, que permaneció “callado”. Sucede que el papá putativo de Jesús, que había escuchado la voz de Dios a través de un sueño “así lo tenía planeado”: 

¡Qué importante es para cada uno de nosotros – observó Francisco -cultivar una vida justa y al mismo tiempo sentirnos siempre necesitados de la ayuda de Dios, para poder ampliar nuestros horizontes y considerar las circunstancias de la vida desde un punto de vista diferente, más amplio! 

Aunque muchas veces, dijo el Papa, “nos sentimos prisioneros de lo que nos ha sucedido”, precisamente “delante de algunas circunstancias de la vida, que nos parecen inicialmente dramáticas, se esconde una Providencia que con el tiempo toma forma e ilumina de significado también el dolor que nos ha golpeado”.  

La tentación es encerrarnos en ese dolor, en ese pensamiento de las cosas no agradables que nos han pasado. Y eso no es bueno. Eso lleva a la tristeza y a la amargura. El corazón amargado es muy feo.

Hay que pasar del enamoramiento al amor maduro

Deteniéndose ante los imprevistos con los que Dios entró en los sueños y expectativas de María y José, que, aunque no sin esfuerzo inicial “abrieron de par en par el corazón” a la realidad ante ellos, el Santo Padre reconoció que “muy a menudo” nuestra vida no es como la habíamos imaginado. Sobre todo, – dijo – en las relaciones de amor, de afecto, nos cuesta pasar de la lógica del enamoramiento a la del amor maduro. Y “hay que pasar del enamoramiento al amor maduro”, afirmó. Dirigiéndose a los recién casados presentes en el Aula, los invitó a pensar que la primera fase del amor, es decir, el enamoramiento, “siempre está marcada por un cierto encanto, que nos hace vivir inmersos en un imaginario que a menudo no corresponde con la realidad de los hechos”. Sin embargo, “es precisamente cuando el enamoramiento con sus expectativas parece terminar” cuando “puede comenzar” o “cuando llega” el amor verdadero:

Amar de hecho no es pretender que el otro o la vida corresponda con nuestra imaginación; significa más bien elegir en plena libertad tomar la responsabilidad de la vida, así como se nos ofrece. Es por esto por lo que José nos da una lección importante, elige a María “con los ojos abiertos”. 

El pasaje más demoníaco del Evangelio

Y podemos decir “con todos los riesgos” – añadió el Papa, recordando, inmediatamente, “el reproche” que los doctores de la ley le hacen a Jesús en el Evangelio de Juan: “No somos hijos de ahí”, refiriéndose a la prostitución. 

Como sabían que María se había quedado embarazada, querían ensuciar a la madre de Jesús. Para mí este es el pasaje más sucio y demoníaco del Evangelio. Y el riesgo asumido por José nos da esta lección: tomar la vida como viene. “¿Dios intervino allí? La tomaré”. Y José hace lo que el ángel del Señor le ordenó: «Despertándose José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer». Y no la conocía, sin convivencia esperaba un hijo, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús (cfr. Mt 1,24-25).

No terminar el día sin hacer las paces: la guerra fría del día después es peligrosa

Es por ese motivo que el Santo Padre indicó que “los novios cristianos están llamados a testimoniar un amor así”, como el de los padres de Jesús, “que tenga la valentía de pasar de las lógicas del enamoramiento a las del amor maduro”. Se trata de “una elección exigente que, en lugar de aprisionar la vida, puede fortalecer el amor para que perdure ante las pruebas del tiempo”. 

El amor de una pareja va por la vida y madura cada día. El amor del noviazgo es un poco -si se me permite decirlo- romántico. Lo han vivido todos, pero luego llega el amor maduro, el de todos los días, el del trabajo, la llegada de los hijos… Y a veces ese romanticismo desaparece un poco, ¿no? Pero, ¿no hay amor? Sí, pero un amor maduro. “Pero sabe, padre, que a veces nos peleamos…” Esto ha sucedido desde los tiempos de Adán y Eva hasta hoy, ¡que los esposos se peleen es el pan nuestro de cada día! “Pero no deberíamos discutir…” Sí, hay que hacerlo. Se hace. No digo que se deba, pero se puede. “Y Padre, pero a veces levantamos la voz…” – “Eso pasa”. “Y a veces los platos también vuelan” – “Eso pasa”. Pero, ¿cómo lo hacemos para que no dañe la vida del matrimonio? Escuchen con atención: nunca terminen el día sin hacer las paces. Nos hemos peleado, te he dicho cosas malas, Dios mío, te he dicho cosas malas. Pero ahora el día termina: tengo que hacer las paces. ¿Saben por qué? Porque la guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. No permitan que el día después comience una guerra. Por eso, hagan las paces antes de irse a la cama. “Pero padre, usted sabe que no sé cómo expresarme para hacer las paces después de la situación tan mala que hemos vivido”. Es muy fácil: haz esto (un gesto) y la paz ya está hecha. Pero recuerden siempre. Recuerda siempre: nunca terminar el día sin hacer las paces. Y esto les ayudará en la vida matrimonial. 

“Este paso del enamoramiento al amor maduro, es una elección exigente”, concluyó Francisco. Pero “es necesario recorrer ese camino”.

También este miércoles el Santo Padre concluyó la catequesis con una oración a San José: 

“San José, tú que has amado a María con libertad, y has elegido renunciar a tu imaginario para hacer espacio a la realidad, ayuda a cada uno de nosotros a dejarnos sorprender por Dios y a acoger la vida no como un imprevisto del que defendernos, sino como un misterio que esconde el secreto de la verdadera alegría. Obtén para todos los novios cristianos la alegría y la radicalidad, pero conservando siempre la conciencia de que solo la misericordia y el perdón hacen posible el amor. Amén.”

Fuente: Vatican News

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